Escudo
de los Austrias que se conserva en el ayuntamiento de Ciudad Real
Ciudad Real no puede ni debe estar ajena
a los actos conmemorativos del IV Centenario de la muerte del emperador Carlos
V. Ciudad Real acogió al joven monarca con júbilo y entusiasmo, le proclamó su
rey y señor, y le fue leal y fiel en sus azarosos días de las Comunidades.
Ni la proximidad de Toledo, sede de los
comuneros, ni el levantamiento de Badajoz, consiguieron perturbar la lealtad de
C. Real. Ciento veinte infantes combatían en el ejercito Real, acaudillados por
el prior de San Juan, D. Antonio de Zúñiga, que luchaba en tierras de Toledo,
contra el obispo Acuña. Una crónica del siglo XVII describe con sencillez, la
situación que se produjo en Ciudad Real ante el levantamiento de las distintas
ciudades castellanas. Juzgamos oportuno transcribir dicho relato que refleja
claramente el espíritu de la ciudad, dice así: “De la lealtad de Ciudad Real en tiempo de las Comunidades”. Ciudad
Real, siempre estuvo firme en la obediencia de su rey, siendo la nobleza de
ella, freno que detuvo alguna gente común, como fueron tejedores, cardadores y
bataneros, que el ejemplo de lo que oían decir de Toledo, Segovia, Medina del
Campo, se alteraron, aunque nunca perdieron la obediencia a su rey, si quejándose
del Gobierno (común achaque en el vulgo), y empezaron a unirse y hacer entre
ellos parcialidades, lo cual visto por el corregidor, temeroso de lo que había
sucedido en otras ciudades se ausentó y la desamparó, con lo cual creció más el
tumulto. Estando en una ocasión los alterados hechos corrillos en la plaza, un
caballero muy principal que se llamaba Sancho de Mora, dijo: “No trata ninguno de levantar el pueblo, Viva
Dios y el emperador nuestro señor”. Conmoviéndose todos para quererle sacar
y maltratar, y él se retiró a la iglesia de San Pedro, y determinaron los
alterados ir a quemarle la casa. Otro caballero, hermano suyo y Diego Mexia de
Mora con la mejor disposición y forma que pudieron, los apaciguaron, de suerte
que Sancho Mora, pudo salir sin retraimiento y sin riesgo de perjuicio alguno. Por
la noche llegaron a casa del licenciado Martivañez o Martin Ibáñez fue uno de los personajes de mayor prestigio en
Ciudad Real, de la época (finales del siglo XV y comienzos del XVI), y lo
llamaron los parciales, querían tener cabeza que los rigiese para ir contra los
gobernadores del Reino. Con blandas palabras les dijo que por la mañana se
verían. Levantándose, por la mañana Martivañez e hizo protesta de estar siempre
obediente y ser leal a su Majestad cesárea de Carlos I, su rey y señor natural,
y emperador del Imperio, y en su real nombre a los gobernadores de su Reino, y
pidiólo por testimonio, y se lo dieron. Por el día y saliendo de la ciudad, en
una mula, salieron a él algunos, y le dijeron: “Licenciado Martivañez, dadnos concejiles” y respondióles “que se lo pidiesen al rey que era dueño y
señor del Reino. Y con modestas y compuestas palabras él y todos los nobles de
Ciudad Real, pusieron rienda a ellos, y no hicieron armas contra el rey ni sus
gobernadores”.
Carlos V mostró gratitud a Ciudad Real.
En el archivo del municipio se conservan varias provisiones y alguna carta
firmada de su puño. El cronista Feró dice que fue colocado en homenaje al
emperador el escudo de sus armas imperiales encima del arco que formaba la
puerta de Alarcos construida en su tiempo.
Frente a lo que se manifiesta por el
cronista citado, Hervás, en su Diccionario dice que la indumentaria de los
pajes que sostienen el escudo es de la época de Felipe III.
Isabel
Pérez Valera. Diario Lanza, jueves 9 de octubre de 1958, página 5.
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