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domingo, 17 de abril de 2016

“EL PILAR”



El nombre de “El Pilar” tiene sus orígenes en la existencia del  antiquísimo Pozo de Don Gil, ya que, según parece, al lado de este pozo se hallaba un pilón de piedra, que se llenaba antiguamente para abrevar los caballos (de ahí que se conozca a este lugar por “El Pilar”).

Dicen historiadores de antaño que, el Pozo de Don Gil y el citado pilón, se situaba entre el “árbol gordo” y la esquina derecha de la actual calle Alarcos, mandándolos cegar el Intendente Conde de Benagiar en el año 1764 “por estorbar el paso de su carretela”.

Según Hervás, en el año 1505 se compraban por el Concejo unas casas, para con sus solares formar la Plaza del Pilar. En principio, es de suponer, que esta plaza estaría rodeada de humildes y pequeñas casas enjalbegadas, de una y dos plantas, y poco a poco se irían realizando reformas sanitarias y de embellecimiento. Como las calles y plazas de nuestra ciudad en su mayoría son llanas, antiguamente, al no haber todavía alcantarillado, las aguas de las lluvias tenían poca corriente, por lo que la población estuvo en varias ocasiones expuesta a peligrosas catástrofes a causa de las inundaciones. Tal ocurrió en 1508, cuando, según algún historiador, se hundieron unas 300 casas.

Nos dice Domingo Clemente: “Concluyendo el siglo XVIII se abrieron en la ciudad unas cloacas muy profundas, las cuales tenían su principio en la Plazuela del Pilar, siguiendo la dirección de la muralla entre las Puertas de Alarcos y Santa María por fuera de la población, llegando al Guadiana. Por haberlas dejado casi cegar, en 1803 que fue año muy lluvioso, retrocedieron las aguas, que por ellas debieran correr, en tales términos que habiendo inundado la Plaza de la Constitución, sus habitantes corrieron grandes riesgos”.

Por el señor Ballester Fernández sabemos que, las bocas de las alcantarillas o puentes en El Pilar, para la recogida de las aguas, eran dos: “cada una formada por dos machones de piedra, que unía una barandilla de hierro. La más pequeña estaba entre el andén central y la puerta de la hoy iglesia de los Jesuitas; la otra, entre el “árbol gordo” y el actual Banco Central.

En 1867, la fuente de la Plazuela Mayor (dedicada a Hernán Pérez del Pulgar) fue trasladada a la Plaza del Pilar, “ya que iba a molestar en las obras del nuevo Ayuntamiento”, después se decoró el recinto de “El Pilar” con una barbacana o muro bajo, con asientos corridos y barandilla de hierro.


Hacia el año 1914 desapareció la mencionada barbacana con su barandilla de hierro, para facilitar el acceso a la plaza, quitándose también la calzada de Poniente. Nos dice Ballester Fernández, que, por el año 1920 “El Pilar” estaba dotado de faroles de gas, los que eran encendidos al anochecer con una pértiga y una mecha por un operario de la fábrica de gas. Por aquella época destacaban en aquel lugar las edificaciones: Banco de España, que todavía subsiste (aunque sus dependencias fueron trasladadas hace poco tiempo a un nuevo local en las inmediaciones de la “Puerta Santa María”); la casa del industrial señor Barrenengoa (ya desaparecida); la casa de la torre, llamada de Messía (donde después de la guerra se instalaron las oficinas del I.N.P., también desapareció); y la residencia de los P.P. Jesuitas, que fue establecida en el año 1903, construyéndose la capilla gótica, diez años después. Entre las calles de Hernán Pérez del Pulgar y Montesa, haciendo chaflán se encontraba el Restaurante Rios, cuya terraza estaba cercada por una verja.

Por acuerdo del Ayuntamiento, en el año 1921, la Plaza del Pilar pasó a denominarse Plaza de Cervantes, construyéndose unos años después el monumento dedicado al “Fénix de los ingenios”, obra del escultor ciudarrealeño Felipe García Coronado. Para hacer posible la ejecución de esta obra escultórica (nos dice Pérez Fernández), el capitán general de la Primera Región Militar donó los 3.000 kilogramos de bronce y latón que se precisaban para la confección de la estatua, la que se inauguró con solemne ceremonia, que presidió el director general de Agricultura señor Vellando, el 16 de abril de 1927.

En el año 1931 fue instalado en El Pilar un evacuatorio, desapareciendo después; y aquel mismo año se constituía el banco Español de Crédito, del que fue arquitecto don Mateo Gayá.

En la década de los años sesenta se le cambió nuevamente el nombre a la plaza, poniéndole el primitivo (Plaza del Pilar); y el nombre de la Plaza Cervantes, junto con el monumento, fueron trasladado a la plaza contigua (donde se encuentra hoy el Gobierno Civil). En el lugar donde se hallaba la estatua de Cervantes, en 1968, se colocó otro monumento dedicado a Don Quijote de la Mancha, cuya fabricación corrió a cargo de otro artista manchego, Joaquín García Donaire. En el año 1985 la Plaza del Pilar fue reformada nuevamente, dándole a este lugar suntuoso carácter de belleza y modernidad, inaugurándose el 21 de junio. Las obras fueron dirigidas por los arquitectos municipales don Rafael Humbert y don Diego Peris, con un coste aproximado de 18.000.000 pesetas. Todo el recinto fue dotado de bancos de piedra; se pusieron dos fuentes para beber, ejecutadas con piedra de granito; se instalaron nuevas farolas; los árboles fueron excluidos de los paterres, por medio de hoyos protegidos con rejillas, etcétera. En fin, una reforma que hizo de la Plaza del Pilar uno de los sitios más típicos de la ciudad, donde se reúnen jóvenes y mayores, donde se habla de negocios, de política, de amor…, y por supuesto de recuerdos pasados que ya nunca volverán.


Francisco Pérez Limón, diario “lanza”, extra de la feria de Ciudad Real de 1991, página 38.


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