El nombre de “El Pilar” tiene sus orígenes
en la existencia del antiquísimo Pozo de
Don Gil, ya que, según parece, al lado de este pozo se hallaba un pilón de
piedra, que se llenaba antiguamente para abrevar los caballos (de ahí que se
conozca a este lugar por “El Pilar”).
Dicen historiadores de antaño que, el
Pozo de Don Gil y el citado pilón, se situaba entre el “árbol gordo” y la
esquina derecha de la actual calle Alarcos, mandándolos cegar el Intendente
Conde de Benagiar en el año 1764 “por estorbar el paso de su carretela”.
Según Hervás, en el año 1505 se
compraban por el Concejo unas casas, para con sus solares formar la Plaza del
Pilar. En principio, es de suponer, que esta plaza estaría rodeada de humildes
y pequeñas casas enjalbegadas, de una y dos plantas, y poco a poco se irían
realizando reformas sanitarias y de embellecimiento. Como las calles y plazas
de nuestra ciudad en su mayoría son llanas, antiguamente, al no haber todavía
alcantarillado, las aguas de las lluvias tenían poca corriente, por lo que la
población estuvo en varias ocasiones expuesta a peligrosas catástrofes a causa
de las inundaciones. Tal ocurrió en 1508, cuando, según algún historiador, se
hundieron unas 300 casas.
Nos dice Domingo Clemente: “Concluyendo
el siglo XVIII se abrieron en la ciudad unas cloacas muy profundas, las cuales
tenían su principio en la Plazuela del Pilar, siguiendo la dirección de la
muralla entre las Puertas de Alarcos y Santa María por fuera de la población,
llegando al Guadiana. Por haberlas dejado casi cegar, en 1803 que fue año muy
lluvioso, retrocedieron las aguas, que por ellas debieran correr, en tales
términos que habiendo inundado la Plaza de la Constitución, sus habitantes
corrieron grandes riesgos”.
Por el señor Ballester Fernández sabemos
que, las bocas de las alcantarillas o puentes en El Pilar, para la recogida de
las aguas, eran dos: “cada una formada por dos machones de piedra, que unía una
barandilla de hierro. La más pequeña estaba entre el andén central y la puerta
de la hoy iglesia de los Jesuitas; la otra, entre el “árbol gordo” y el actual
Banco Central.
En 1867, la fuente de la Plazuela Mayor
(dedicada a Hernán Pérez del Pulgar) fue trasladada a la Plaza del Pilar, “ya
que iba a molestar en las obras del nuevo Ayuntamiento”, después se decoró el
recinto de “El Pilar” con una barbacana o muro bajo, con asientos corridos y
barandilla de hierro.
Hacia el año 1914 desapareció la
mencionada barbacana con su barandilla de hierro, para facilitar el acceso a la
plaza, quitándose también la calzada de Poniente. Nos dice Ballester Fernández,
que, por el año 1920 “El Pilar” estaba dotado de faroles de gas, los que eran
encendidos al anochecer con una pértiga y una mecha por un operario de la
fábrica de gas. Por aquella época destacaban en aquel lugar las edificaciones:
Banco de España, que todavía subsiste (aunque sus dependencias fueron
trasladadas hace poco tiempo a un nuevo local en las inmediaciones de la “Puerta
Santa María”); la casa del industrial señor Barrenengoa (ya desaparecida); la
casa de la torre, llamada de Messía (donde después de la guerra se instalaron
las oficinas del I.N.P., también desapareció); y la residencia de los P.P.
Jesuitas, que fue establecida en el año 1903, construyéndose la capilla gótica,
diez años después. Entre las calles de Hernán Pérez del Pulgar y Montesa,
haciendo chaflán se encontraba el Restaurante Rios, cuya terraza estaba cercada
por una verja.
Por acuerdo del Ayuntamiento, en el año
1921, la Plaza del Pilar pasó a denominarse Plaza de Cervantes, construyéndose
unos años después el monumento dedicado al “Fénix de los ingenios”, obra del
escultor ciudarrealeño Felipe García Coronado. Para hacer posible la ejecución
de esta obra escultórica (nos dice Pérez Fernández), el capitán general de la Primera
Región Militar donó los 3.000 kilogramos de bronce y latón que se precisaban
para la confección de la estatua, la que se inauguró con solemne ceremonia, que
presidió el director general de Agricultura señor Vellando, el 16 de abril de
1927.
En el año 1931 fue instalado en El Pilar
un evacuatorio, desapareciendo después; y aquel mismo año se constituía el
banco Español de Crédito, del que fue arquitecto don Mateo Gayá.
En la década de los años sesenta se le
cambió nuevamente el nombre a la plaza, poniéndole el primitivo (Plaza del
Pilar); y el nombre de la Plaza Cervantes, junto con el monumento, fueron
trasladado a la plaza contigua (donde se encuentra hoy el Gobierno Civil). En
el lugar donde se hallaba la estatua de Cervantes, en 1968, se colocó otro
monumento dedicado a Don Quijote de la Mancha, cuya fabricación corrió a cargo
de otro artista manchego, Joaquín García Donaire. En el año 1985 la Plaza del
Pilar fue reformada nuevamente, dándole a este lugar suntuoso carácter de
belleza y modernidad, inaugurándose el 21 de junio. Las obras fueron dirigidas
por los arquitectos municipales don Rafael Humbert y don Diego Peris, con un
coste aproximado de 18.000.000 pesetas. Todo el recinto fue dotado de bancos de
piedra; se pusieron dos fuentes para beber, ejecutadas con piedra de granito;
se instalaron nuevas farolas; los árboles fueron excluidos de los paterres, por
medio de hoyos protegidos con rejillas, etcétera. En fin, una reforma que hizo
de la Plaza del Pilar uno de los sitios más típicos de la ciudad, donde se reúnen
jóvenes y mayores, donde se habla de negocios, de política, de amor…, y por
supuesto de recuerdos pasados que ya nunca volverán.
Francisco
Pérez Limón, diario “lanza”, extra de la feria de Ciudad Real de 1991, página
38.
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