Gerardo Melgar Viciosa tomará posesión
el 21 de mayo como obispo de Ciudad Real. Después de ocho años en Osma-Soria
llega la hora del adiós de este palentino
al que le cuesta desprenderse de los afectos de su primer destino
episcopal. Habla con dolor de la Soria abandonada por las infraestructuras,
pero con orgullo del trabajo hecho por sacar a la Iglesia a la calle con un
clero comprometido y sano.
¿Cómo
ha pasado estos últimos días desde que conoció la noticia de su nombramiento?
Es una situación muy incómoda porque la
gente te pregunta y no sabes qué decir. Eso siempre se vive con nerviosismo,
uno casi tiene que hacerse el tonto porque a nosotros se nos impone el secreto
pontificio. Una vez que se ha hecho público ya hablo con total normalidad y no pasa
nada.
Habla
de que cuando recibió la confirmación sintió una sensación encontrada…
Sí, me siento en una especie de
sentimiento doble y encontrado a la vez. Por una parte, porque he estado muy a
gusto en Osma-Soria, donde he trabajado todo lo que he podido, como todo el
mundo, y la gente, la verdad, me quería. Porque el obispo es una persona y por
lo tanto, a lo largo de ocho años, va entrelazando lazos afectivos con la gente
y eso cuesta dejarlo, lógicamente. Pero por otra parte, tengo claro que el obispo
es también una persona que tiene que estar al servicio de la Iglesia y si la
Iglesia me necesita en Ciudad Real, allí voy encantado, con toda la ilusión del
mundo y tratando de dar todo lo mejor que pueda de mí mismo.
¿Conoce Ciudad Real?, ¿ha hablado con el
obispo Algora?
Sí, me ha llamado varias veces y le he
llamado yo también. Y en cuanto a pasar por Ciudad Real, he ido un par de
veces, pero sólo de pasada.
¿Se puede saber de qué han hablado en esas
primeras conversaciones?
Todavía tengo que pararme un poco con él
y conocer de su mano y su boca lo que hay en la Diócesis. Hasta ahora ha sido
más concretar el día en el que lo publicábamos, hasta el día de la toma de
posesión, el 21 de mayo. En esas conversaciones aún no ha salido el intríngulis
de la Diócesis. Tengo que pasarme un día y hablar con él y, además, nos vamos a
encontrar ahora en la plenaria de la Conferencia Episcopal la próxima semana y
allí hablaremos más en concreto, aunque después cada uno en su nave... porque
el obispo que se va igual dice: “yo haría tal y el que viene dice pues yo no lo
voy a hacer”. Tengo claro que no parto de cero, sino de todo lo que ya está
realizado, vivido y conseguido y eso también voy a tenerlo en cuenta, claro.
¿Qué espera de Ciudad Real?
Casi lo que he recibido de aquí. Voy muy
cargado de ilusión, de esperanza, de ganas de dar lo mejor de mí mismo en todo
lo que sea la evangelización. Primero, cuento con la ayuda del Señor, que no
nos va a faltar y nunca nos va a traicionar y cuento también con la acogida, la
oración y la colaboración de todos los habitantes de Ciudad Real, en el sentido
de que creo que la Pastoral y las evangelizaciones no se pueden hacer en
solitario, ni mucho menos. Hay que integrar dentro de la tarea evangelizadora a
todos, a sacerdotes, religiosos, laicos... porque creo que todos tenemos una
parte muy importante que realizar y desde luego, hay que intentarlo hacer con
alegría, ganas e ilusión de tal manera que podamos contagiar en quién nosotros
creemos.
Piensa
contar entonces con toda la Iglesia…
Yo siempre he sido muy de contar con los
laicos, los seglares, con los movimientos... con todo lo que haya porque, en
definitiva, estamos todos en la misma barca y con el mismo fin. Estoy
convencido de que hoy de francotirador no llegas a ningún sitio y mucho menos
en una Diócesis tan grande como la de Ciudad Real. Aquí, en Osma-Soria, estaba
en todas las cosas, pero ir a Ciudad Real, la Diócesis más grande de España en
extensión, supone un cambio grande. Paso de tener 90.000 habitantes a más de
medio millón y eso supondrá delegar muchas veces, pero eso ya lo veremos.
¿Cuál
es el primer mensaje que quiere lanzar usted a la sociedad ciudadrealeña?
Que cuenten con mi trabajo. Soy un
trabajador nato. Quiero que cuenten con mi entrega y cercanía para que desde la
alegría del Evangelio, desarrollando cada uno su responsabilidad como
bautizado, podamos llegar a los que están lejos, porque los que están cerca de
la Iglesia, a lo mejor, es más fácil. Estamos viviendo un momento en el que
tenemos que salir, en el que tenemos que buscar, porque estamos invitados a
evangelizar no sólo a los que vienen, sino a buscar a los que no vienen. La
actitud del buen pastor, que dejó las 99 en un sitio y se fue a buscar la oveja
perdida. Pues a lo mejor tenemos que dejar los muchos o pocos que tengamos
dentro, no dejar, seguir atendiéndoles, pero sin olvidarnos que tenemos otros
muchos a los que no les ha llegado el Evangelio, que les es indiferente o que
se han olvidado. Hago una llamada a intensificar una pastoral misionera, lo que
dice el papa, que hagamos de nuestras diócesis y parroquias en salida, que
salgamos a la calle. Hace poco, un invitado que teníamos en unas conferencias
en cuaresma en Castilla y León decía que el sacerdote, aunque yo creo que se
puede llevar a todos los agentes de pastoral, tienen que ser la gente más
conocida dentro del barrio, dentro de la ciudad o del pueblo, de cualquier
comunidad, porque están siempre en el pueblo. A la cabeza también tiene que
estar el obispo. La actitud del buen pastor tiene que ser esa, ir animando a
los rezagados, estar siempre en medio del pueblo y, otras veces, ir delante,
señalando el camino. Después, llegaremos hasta donde lleguemos y hasta donde el
Señor nos ayude. Esa es la intención, que la gente sepa que el obispo cuenta
con todo aquel bautizado y que la responsabilidad que tenemos como bautizados
de ser evangelizadores, que la desarrollemos, que la fe no se nos ha dado
solamente para nosotros para guardárnosla para bien nuestro, sino también para
que la comuniquemos.
Dentro
de la Conferencia Episcopal es el responsable de la Pastoral Familiar. ¿Qué
papel desarrolla para usted la familia?
Estoy convencido de que damos la importancia
que tiene a la familia para que recupere todo el sentido auténtico que tiene,
para la persona como persona y mucho más para el creyente. A veces, hacemos
grandes esfuerzos con la catequesis de los niños, con los jóvenes, y resulta que
no hay un fruto auténtico porque no tiene unas raíces. Lo que se aprende en la
familia no se olvida nunca. El que ha vivido en una familia cristiana no se
olvida nunca. Tenemos que recuperar la familia, evangelizar la familia, porque
hoy es verdad que la familia va por otros caminos. Familias donde antes se
vivía un ambiente en el que Dios era alguien importante dentro de ellos, hoy es
el gran desconocido. La transmisión de los valores cristianos no se aprende en
la universidad, se aprende en la familia. Hay que evangelizar la familia.
Llevamos dos años como algo prioritario, la evangelización de la familia y de
los jóvenes.
Su
nombramiento precisamente ha coincidido con la publicación de la exhortación
apostólica “Amoris Laetitia” del Papa Francisco en la que precisamente habla y
mucho de la familia y pide evitar juicios rígidos ante situaciones familiares
«irregulares» y pidiendo ir caso a caso con divorciados vueltos a casar o
parejas de hecho porque no todas están en pecado mortal. ¿Qué le parece este
planteamiento?
Aunque sólo he leído por encima las 200 y pico
páginas, él dice muy claro que hay que discernir, que cada caso es cada caso y
que el discernimiento no tiene que ser aceptar todo lo que viene nuevo como
algo bueno, sólo porque es nuevo ni tampoco querer solucionar todas las cosas a
fuerzas de legislaciones. No podemos centrar sólo el tema que aparece muchas
veces en los medios, de si comulgar o no, porque va mucho más allá. En el
sentido de que tenemos que acompañar, hacer descubrir. Aquí en Soria, por
ejemplo, tenía todos los años una convivencia para matrimonios y en ellos venía
gente que estaba sin casar, que estaban pensándoselo y les ha ayudado a dar un
paso en ese sentido. El Papa dice también que en las uniones sin sacramento
cómo no va a haber aspectos buenos y positivos, pues eso es lo que hay que
ayudar, a que descubran, a que generalmente la auténtica comunión con el Señor
debe ser desde otra exigencia. Ciertamente me parece muy interesante. El
problema tiene que ver más con muchas parejas que no tiene quién les acompañe,
porque tampoco estamos hablando de que si comulgar los divorciados o vueltos a
casar... porque a lo mejor son bien pocos, pero también hay que acompañarles y
hacerles descubrir que ésa es la situación, que la deben asumir, pero que eso
no quiere decir que tienen que estar fuera de la Iglesia, que sí tienen algo
muy importante que dar y seguir avanzando y descubriendo que el sentido pleno
del amor es cuando se vive también desde la fe, sin que eso sea sólo la fe.
¿Cómo
han sido sus ocho años en Osma-Soria?
Es un tiempo de un gran recuerdo,
también es la primera diócesis. Por lo tanto, todo lo que he hecho queda más
marcado en mí, nunca me olvidaré, he recibido grandes muestras de cercanía, de
cariño, de apoyo y eso lo tengo presente. Han sido ocho años muy positivos y
que llevaré siempre en el recuerdo. La primera Diócesis es como la primera
novia, eso nunca se olvida. He estado muy a gusto aquí y me seguiré acordando
mucho de Soria. Cuesta mucho desprenderse de esta Diócesis.
¿Se
lleva algún recuerdo especial de los sorianos en esta etapa?
Prácticamente son todos buenos, recuerdo
con mucho cariño la relación y el afecto que hemos ido adquiriendo entre grupos
de laicos que, a fuerza de caminar con ellos, me han ido conociendo. A todos
hay que conocernos de cerca, a veces damos una imagen excesivamente seria o
excesivamente lejana y cuando se nos conoce descubren todo lo contrario. Estoy
francamente muy agradecido a estos grupos que siempre han estado muy cerca de
mí y participando en todos los eventos que hemos tenido como Diócesis. También
he recibido muchas muestras de cariño y de afecto de parte de los sacerdotes,
debéis estar orgullosos del clero que tenéis, es un clero muy sano y merece la
pena. Hay sacerdotes con ochenta años que hasta que no pueden más no dejan los
pueblos por atender a la gente, eso es admirable.
¿Qué
le ha parecido Soria, como ha vivido esta realidad?
A veces con dolor, parece que los
sorianos hasta lo tenemos asumido que es una provincia bastante abandonada. Ya
desde que vine recuerdo que se hablaba de la importancia de las
infraestructuras y seguimos sin tenerlas. Se va creando un dolor, fruto de esa
falta de infraestructuras, no se afincan las empresas, los jóvenes se van,
sufrimos la despoblación. Pero si atendemos a otros aspectos los sorianos son
gente muy acogedora que da cancha a que el que viene de fuera se sienta bien.
Como en todos los sitios es agridulce, como provincia tenemos que seguir
luchando para que se nos tenga más en cuenta.
No va a estrenar la autovía del Duero
pese a haber hecho muchos kilómetros de Nacional 122.
Es una lástima, el coche ya casi iba
solo por esa carretera. He hecho muchos kilómetros, en cuatro años que tiene
que coche va a hacer más de 200.000 kilómetros entre nuestros pueblos.
Le
han tocado con nosotros los años más duros de la crisis económica, de la falta
de trabajo.
Hemos ido dando pasos para paliar esa
situación e incluso había en perspectiva otros proyectos desde Cáritas, que ha
estado a la altura de las necesidades.
Hemos luchado mucho porque se hiciera un
taller de empleo, hay un proyecto ya muy concreto que se pondrá en marcha sin
tardar para responder a todos esos problemas que la situación económica ha
generado.
La luz de su despacho en el palacio
episcopal, en la calle Mayor de El Burgo, se apaga muy tarde, trabaja mucho.
El tiempo que he estado en el palacio ha
sido para preparar eventos o celebraciones, no me ha gustado nunca salir sin
preparar, he tratado de ser honrado y respetuoso con la gente. Además he
trabajado muy a gusto, digo con orgullo que he encontrado una respuesta muy
positiva en el tipo de ser de los sacerdotes sorianos.
Ha
sacado mucho la Diócesis a la calle.
Esa era una de las intenciones que hemos
tenido siempre, lo he hablado mucho con el vicario de Pastoral, hemos tenido
unas intuiciones que nos han ayudado a ir en sintonía con toda la Iglesia que
iba por el camino de salir y de buscar. No tenemos que abandonar a los que
tenemos en la Iglesia, pero hay que buscar a los que no vienen para nada.
¿Cómo
se han tomado el cambio en su familia?
Siempre me han respetado mucho. Por una
parte lo ven bien porque voy a una Diócesis más grande. Por otra mal porque me
voy más lejos. Esas cosas normales de cualquier familia.
¿Qué
recuerdos guarda especialmente de este tiempo en Soria?
La visita pastoral es muy especial, muy
entrañable. Recuerdo en una casa que me decía la hija que su madre hacía tres
años que no se movía y cuando vio el pectoral se lanzó a darle un beso.
La visita pastoral anima aunque vayas a
un pueblo en el que vivan tres personas. Ojalá esa fe se transmitiera a las
generaciones futuras. Yo termino encantado en todos los pueblos, no puedo citar
a ninguno en especial.
¿Qué
ha hecho durante su escaso tiempo de ocio?
Pues dar un paseo, tengo mal la cadera
derecha y la única manera de mantenerme es dar ese paseo de por la noche a las
nueve o las diez hasta Osma, que me encuentro siempre con las misma personas.
En los ocho años sólo he ido dos veces al cine, la última vi la de Poveda que
nos invitaron los responsables del Cine Palafox. Echo de menos tener tiempo
para leer por disfrute personal. He estado dedicado por entero y por completo a
la tarea pastoral. Ya le dije a Juan Carlos, que era mi secretario, cuando
llegué que me liberara de inauguraciones y similares, pero que lo que fuera de
lo mío que quería ir a todo.
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