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martes, 16 de enero de 2018

REALES HONRAS FUNEBRES CELEBRADAS EN CIUDAD REAL EL 16 DE ENERO DE 1819 POR LA REINA MARIA ISABEL DE BRAGANZA


Vista de Ciudad Real en el siglo XIX

La sesión extraordinaria del Concejo de Ciudad Real, celebrada el 1 de enero de 1819, nos relata el acuerdo tomado, para celebrar “con el decoro debido”, las honras fúnebres, tras la muerte de la que fue segunda esposa de Fernando VII, Isabel de Braganza,  termina la sesión acordando la construcción de un catafalco, para el día 16 de este mes, en que se debían celebrar tales exequias. La descripción de este túmulo, no la encontramos en un libro manuscrito, conservado en el Archivo Parroquial de Nuestra Señora del Prado (Merced), leg . núm. 1018, y cuya transcripción es la siguiente:

El túmulo levantado en el centro de la Iglesia, estaba formado por un zócalo poligonal de tres lados iguales imitando mármol negro de San Pablo, estrellado y floreado de blanco todo el fondo y partes donde prometía la mejor vista, dándole de diámetro todo el ancho de la iglesia (cortada por un extremo, que contiene sesente pies de latitud y seis de alto, dejando el retablo correspondiente, siguiendo una espaciosa gradería con siete pies de altura, hasta su piso cuadrado de treinta pies de diámetro, sobre el cual se formó una hermosísima capilla de treinta y seis pies de elevación hasta el arranque de la bóveda de un solo frontón o fachada, que después se adornó con una cenefa de amarillo, estrellas y enramados en blanco colocando uno y otro con toda delicadeza y gusto, cubriendo los tres costados un pabellón que nace de la corona de la bóveda, constante de 90 pies de altura, en cuyos dos costados, daba principio un soberbio empilastrado con su correspondiente cornisa de orden dórico, pilastras color imitando al mármol oscuro de Benajar, basas y capiteles al amarillo de Cuenca, y la cornisa de alquitrava al ceniciento de Urda, indicando el buen orden y colocación de estos colores el real y doloroso motivo para el que se construía, habiéndose cubierto de negro toda la bóveda de la capilla por sus tres costados, con la misma circunstancia del adorno ya citado, yen su medio se elevaron tres cuerpos cuadrados infundiendo respeto la extensión y primor con que todos fueron vestidos y adornados, siendo el primero de doce pies de diámetro y diez de alto color de mármol oscuro, estrelllado de blanco y en cuyo frente se halla escrita la rótula siguiente:

Pálida muerte cruel
que con rigor sin igual
Ni desprecias el sayal
Ni respetas el laurel
No te presumas infiel
Que a tus mortales arpones
No hay humanas excepciones
Pues aunque a Isabel heriste
Con ellos no la venciste
Pues vive en los corazones

Doña Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII

El segundo cuerpo constaba de ocho pies de diámetro y seis de elevación se hallaba guarnecido de esqueletos formados por sedas blancas y amarillas sobrepuestas en terciopelo negro, y en los ángulos varios atributos reales y en el tercer cuerpo que sólo constaba de cuatro pies representando la urna sepulcral donde se guardan las cenizas de la Reina Nuestra Señora, colocándose sobre el cúspide de la fachada principal de la urna un rico olmadon de terciopelo negro con galón de oro que sirvió de base a la Real corona y cetro que al intento se construyó para la mayor demostración de la triste y dolorosa escena, que representaba y a su frente se hallaba la inscripción siguiente:

Occedit Sol in meridie
(c. Amos Prof Cap 6)

La fachada principal y sus costados la guarnece y hermosea un barandillaje imitando marmol color amarillo, y sobre los ángulos del frente se formaron pirámides sobre las que se colocaron al lado derecho las armas reales y al siniestro las de la Ciudad delicadamente adornadas, elevándose desde el centro del barandillaje, que manifestaba un dilatado balcón, un crucifijo de primorosa escultura, con 16 pies de alto, hasta el extremo de la cruz, rematando toda la mole cerca del nacimiento del pabellón que la cubre, pendiente de la piedra clave que cierra la hermosa bóveda de este admirable templo y para que no se quedase parte alguna sin el requisito del adorno terminante a la mayor solemnidad, pompa y aparato correspondiente a la Real Soberana y aunque la ciudad quería manifestar sentimientos de dolor y congoja que le había causado la pérdida de una reina tran grande, caritativa y piadosa fueron poblados todos los ángulos del zócalo, gradería y cuerpos y demás espacios que los permitían con gran porción de candelabros imitados a bronce y entre estos otros más pequeños de plata, colocados simetricamente sobre los que ardían cirios amarillos y otros de diferentes formas con achetas y antorchas, distribuyéndose multitud de candelabros de bronce y variación de gustos, hasta el pavimento de la iglesia el que mirando bajo un punto con la coronación del crucifijo, manifestaba un solo grupo de luces en forma piramidal , de modo que unido lo misterioso de cuanto acontecía, con la grande arquitectura de adorno con que se hallaba vestida maravillosamente iluminado por más de seiscientas luces, se veía un espectáculo más triste al mismo tiempo que admiraba lo magnífico del arte y primoroso gusto del arquitecto, en un zócalo fueron puestas las dos inscripciones siguientes

Estremun gaudi i luctus
Ocupat (Prov. 14)
Pelida mors equo pulsat pede
Pauperum Cavernas Regumque
turres (sic)
Orac. Od . 4 ° (sic)

Funeral organizado por los Regidores Don Vicente Curruchaga y Don Manuel Messia de la Cerda, en unión del arquitecto Don Joaquín Romero y con el permiso del Dr. D. José Francisco Gómez Freire, cura propio de dicha Iglesia Parroquial. Este funeral se celebró el día 16 de enero de 1819.

Celebró la misa por enfermedad del cura el beneficiado Don Luis Valverde y Saravia, comisionado del Santo Oficio de la Inquisición y predicó el R. P Fr. José Fernández Toral, guardián del convento de franciscos y asistió todo el vecindario con todas las autoridades. Terminó el funeral y el Ayuntamiento recibió allí el pésame de los asistentes siendo después despedido en las puertas de la iglesia por el clero de la parroquia”.

Así pudo ser el túmulo que se levanto en la entonces Parroquia de Santa María del Prado

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