La pomposamente llamada Avenida del Rey
Santo es la última calle que se abriera en Ciudad Real antes de iniciarse la
gran mejora urbana del Torreón del Alcázar, gestionada por sucesivas
Corporaciones Municipales hasta conseguir que el Ministerio de la Vivienda
atendiera las peticiones formuladas desde Ciudad Real, defendidas por ilustres
manchegos, de ver hecho realidad este polígono urbano de ensanche, pero dentro
del recinto de la ronda de circunvalación de la capital. No hemos olvidado un
viaje corporativo a Madrid, en los años 60, cuando se venía defendiendo la
urgencia de esta moderna realización que nos pondría a nivel de otras ciudades
españolas.
Lástima que en el mismo centro de Ciudad
Real no se aprovechase debidamente la posibilidad de crear una avenida, que
permitiera las dos circulaciones e incluso un pequeño seto entre ellas como en
otras poblaciones españolas, máxime cuando se disponía de suficiente espacio
para ello.
Nulo prácticamente era el interés
comercial de la hoy nueva avenida en su antigua configuración. Quienes remonten
la cincuentena recordarán como se hallaban distribuidas las construcciones y
solares de esta zona. En su primera parte de siempre fue conocido comúnmente
como callejón del Gas, por haber estado ahí instalada una fábrica de dicho
combustible desde 1886, por feliz iniciativa de un hombre de empresa: don
Dámaso Barrenengoa, que aunque vasco de nacimiento vivió en Ciudad Real desde
que contaba 30 años y aquí murió, reposando sus restos en nuestro cementerio.
La fábrica del gas fue dirigida buen número de años por el señor Hernández y
posteriormente por don Marcial Sánchez de Molina y Portocarrero, que también
tenía en el mismo local un almacén de carbones, su despacho de corredor de
Comercio y la vivienda familiar.
En una puerta anterior, casi a
continuación de la casa del médico Messia de la Cerca, donde después se
construyó el edificio del Instituto Nacional de Previsión, estuvo una taberna
llamada de Camacho, por ser este el apellido de su propietario, y seguidamente
se hallaba un establecimiento de alquiler de bicicletas del que eran
propietarios Paz Medina y Feliciano Rodríguez. Después estuvo la fábrica de
gaseosas de Jesús Sánchez, muy conocido por "Pataleche" y en este
mismo local pero bastante posterior, se hallaba la tabernabar de "El tío
Pepe" muy concurrida por jóvenes y mayores, por estar acreditada en
excelentes aperitivos. Esta taberna subsistió hasta la demolición del inmueble
donde se hallaba instalada, para procederse a la apertura de la actual avenida
del Rey Santo. Lo anteriormente reseñado se refiere al lateral derecho de la
calle y al ángulo que formaban las dos fincas que hemos citado.
En el verdadero centro del callejón del
Gas se hallaba un gran huerto-solar llamado de Arévalo, donde existía un
almacén de abonos, creemos recordar que de la Sociedad Peñarroya; unos
graneros, cuyos locales cambiaban de fisonomía y utilización durante los
carnavales, celebrándose en ellos animados bailes, con un nombre muy
característico y que, como puede suponerse, diferían bastante de las actuales
salas de fiestas y clubs de juventud. Más reciente, los almacenes de don Andrés
Caballo Calderón, dedicados a vinos y licores, posteriormente trasladados a la
calle de Carlos Vázquez.
Por último, recordar como en aquel
amplio huerto-solar estuvo algunos años el "Ideal Cinema", un local
de verano que fundó don Ángel Piqueras Abad, Angelito Piqueras para sus amigos,
en la que se pudo ver la primera película del por entonces incipiente cine
sonoro que se proyectó en Ciudad Real. El solar era propiedad de doña Florisa
Salto, dama muy conocida y estimada en la capital. Angelito Piqueras, atrevido
aprendiz por entonces de empresario cinematográfico, fue como decimos el
primero que introdujo el sistema sonoro, ante la lógica expectación de los
ciudarrealeños y aún de pueblos próximos, pues el acontecimiento lo merecía. En
aquellos años existían dos locales dedicados a cine en la capital, el Teatro
Cervantes y el Salón Olimpia, ambos ya desaparecidos, pero en ellos se
proyectaban solamente películas "mudas", cuya exhibición se
ambientaba con sendas orquestas. El "Ideal Cinema" se inauguró en el
verano de 1932, con un aparato de disco, con la película "Bajo los techos
de París", con una música pegadiza, que fue luego cantada mucho tiempo por
jóvenes, sobre todo el vals que dió nombre al film, que dirigido por René
Clair, tuvo un éxito extraordinario en Madrid y provincias. La misma noche de
la inauguración surgió un inconveniente, cuando el público llenaba por completo
las butacas y la general, uno de los altavoces de la pantalla no funcionaba
bien, lo que honradamente obligaba a la empresa a suspender la esperada sesión
y devolver el importe de las localidades, como así se hallaba dispuesta a hacerlo,
en vista de que no se lograba reparar la avería. Pero era tal el interés y el
deseo del público de presenciar el espectáculo, del que se había hecho mucha
propaganda, que la proyección se inició con el asentimiento general, se
perdonaron los fallos y al final salió bastante satisfecho. Ese mismo verano se
proyectaron en el "Ideal Cinema" películas de verdadero éxito por
aquellas fechas, tales como "El desfile del amor", de Maurice
Chevalier y Jeannette Mc Donald, "Drácula", "El rey
vagabundo", con Emil Jannigs, "Mamá" de Catalina Bárcena,
"Cheri Bibi", con el veterano Ernesto Vilches, maestro de la
caracterización, y una de Imperio Argentina, cuyo título era "Su noche de
bodas". Otro verano -1934- la empresa trajo a una magnífica compañía de
zarzuela coincidiendo con la feria de agosto, al frente de la cual estaban como
figuras femeninas Felisa Herrero y Selica Pérez Carpio. Entonces no se
utilizaban micrófonos en los escenarios ni altavoces en las salas, y sin
embargo "Doña Francisquita", una de las obras representadas y que
constituyó un exitazo, se podía escuchar en el Pilar en la función nocturna.
Cecilio
López Pastor. Pequeña historia local: Ciudad Real, Medio siglo de su comercio.
Ciudad Real 1986
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