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domingo, 18 de septiembre de 2016

ALGO DE EPÍGRAFÍA



Las obras realizadas en la catedral durante los últimos años, son dignas de aplauso en cuanto mejoraron el templo dándole mayor amplitud para las funciones de culto, sin que este aplauso pueda extenderse a la labor artística, que resulta harto desdichada. En esto se ocupó a su tiempo y con reconocida competencia, el ilustre escritor y querido amigo mío, D. Inocente Hervás, y no seré yo quien vuelva sobre ello, por parecerme irremediable y extemporáneo, y porque las censuras habrían de dirigirse a un obrero y a un arquitecto que ya no existen, y ser cristiano desear paz a los muertos: pero sí consignaré al olvido por los restauradores de la iglesia del Prado y por borrar también la memoria de obras antiguas, hechas en el edificio en pasados siglos, y merecedoras de eterna recordación. Me refiero a la desaparición de las inscripciones existentes dentro y fuera del templo y que no se han restablecido después de las reformas últimas.

En los muros exteriores de la sacristía vieja, en el friso bramantesco divisorio de las partes baja y alta, hay dos carteles y en ellos se leía “Año de Cristo de 1551”. Esta fecha la borró el tiempo desmoronando la piedra, no siendo culpa de los restauradores su desaparición, pero debió restablecerse.

 
La marca de los canteros que trabajaron en el templo la podemos ver en muchos de sus muros. Las fotografías que publico son algunas de las marcas que se ven en la parte exterior del ábside catedralicio

En 1764, para resguardar de la intemperie las bóvedas, se las cubrió con una armadura y un tejado, y por debajo del alero se conmemoró la obra, con una inscripción que decía:

Se acabó esta obra año de
1764, siendo cura D. Juan Antonio Fernández,
y mayordomo D. Diego García
de León.

Y en uno de los lados de la iglesia, a igual altura, decía: “Año de 1764”.

Toda esta obra, incluso las bóvedas, fue desmontada en las últimas reformas, pero al terminar la cubierta del templo, debió restablecerse la inscripción, añadiendo debajo la noticia de la obra nueva, y de este modo perpetuar el hecho histórico y la memoria del obrero y arquitecto que hicieron lo último.


En el interior del templo había sobre la puerta que mira al paseo, dos ó tres inscripciones votivas que no recuerdo y que se borraron, y además, dos inscripciones interesantes y que no habían debido desaparecer.

La primera, estaba en el muro del lado de la Epístola, cerca del techo de la bóveda tercera y decía:

Esta capilla se acabó
de cerrar lunes víspera
de la Asunción de Ntra. Señ
ora Santa María de Agosto
de mill quinientos y ca
torce años, siendo mayor
domo Fernando de Vitor.

Y la segunda, en el lado del Evangelio cerca del techo de la bóveda cuarta, rezaba lo siguiente:

Estas dos capillas
las cerró el grande arti
fice Antonio Fernandez
natural de Ecixa, acabo
las su discípulo Gerónimo
de Sales, siendo Cura el
muy reverendo licenciado
Alonso Manzano Mayordo
mo el... de Gamez, año de 1500
Esta es la iglesia mayor
de esta Ciudad Real.

Tal leyenda estaba cerrada de una moldura y por debajo se leía:

“Se renovó año de 1845”.


Los renovadores de 1845 respetaron la inscripción, equivocándola en el año, que debía ser 1580, pero la respetaron, y los restauradores de ahora la borraron del todo. Qué razón tuvieron para borrarla y condenar al olvido los nombres de dos arquitectos ilustres? Es bien sencilla. Aquellas bóvedas tenían sus caracteres arquitectónicos bien definidos. La tercera era una bellísima crucería ojival; las otras eran ya obra del renacimiento, aunque con reminiscencias arcaicas, y los obreros modernos derribaron y unificaron todas las bóvedas, haciéndolas perder sus caracteres históricos arquitectónicos, y destruida la obra, era natural destruir a sus autores. Conservar los nombres de éstos, valía tanto como declararse destructores de lo que no se atrevían á igualar, ni á imitar siquiera.

Finalmente opino que esas inscripciones debían renovarse con explicación y relato de las nuevas obras, para perpetua memoria de aquellos beneméritos obreros y artistas, y de los que las últimas emplearon su actividad, conocimientos y gusto artístico buenos ó malos.

Rafael Ramírez de Arellano. La Tribuna, extraordinario de fiestas, 15 de agosto de 1910.


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