Desde épocas aún anteriores a los
Austrias y los Borbones, Ciudad Real gozaba del privilegio de proclamar a los
reyes, paseando por sus calles y plazas el pendón real del correspondiente
monarca que subía al trono, ignorando nosotros a que costumbre o ceremonia era
debida esta tradición, concedida por la Corona a nuestra ciudad, condicionado
quizá por ser “ciudad de fundación realenga”. Así, en virtud de lo destacado a
través de las crónicas locales sabemos algunos datos, por escritos y tradición
oral, pero sin el respaldo científico necesario.
No obstante, los actos públicos asumían
particular importancia, tal como las honras fúnebres por reyes y príncipes,
como los de Isabel I de Castilla, o Don Fernando en el siglo XVI. Las
ceremonias de proclamación constituían para los ciudarrealeños una ocasión, al
asistir en la iglesia de Santa María “la Mayor” al dicho acto. Sabemos que
nuestro Ayuntamiento recogía la ceremonia detallada de la proclamación del rey
Felipe V (que consta en los archivos municipales recogidos por sus escribanos).
En Ciudad Real, como en algunos concejos, existía la figura del “alférez” desde
la Edad Media. El dicho cargo tuvo unas grandes consideraciones para la época,
tal como ocupar un lugar preferente en los cabildos, y sobre todo, el honor de
ondear el pendón de la ciudad en las proclamaciones de los reyes y dar el grito
ritual de “Castilla, Castilla, Castilla, por la Católica y Real Majestad; Dios
guarde y prospere muchos años…”, respondiendo autoridades y público: “Viva,
viva, viva; amén, amén, amén”(sic).
En una ocasión fue Francisco Velarde y
Bermúdez al que correspondió tremolar el pendón o estandarte real, que lucían
las armas de S. M. y las de la ciudad ”… que fue guiado a la parroquia de Santa
María, donde el vicario y dignidades recibieron el pendón Real, que el alguacil
recogió y prometió depositarlo y exhibirlo, según la tradicional costumbre en
las bóvedas del templo. Así fue el ritual de la proclamación de Felipe V.
En nuestra ciudad hubo también un
“corregidor”, equivalente a la representación de gobernador, es decir, “los
ojos y oídos del rey”. Este personaje fue figura muy principal del municipio
como un primer paso para conseguir la capitalidad, sumando a ello el
establecimiento en la ciudad de la tesorería y contaduría de millones en
tiempos de Carlos II.
Durante el s. XVIII la ciudad solicitó
una Real cédula a Carlos III, que S. M. envió con data del 15 de febrero de
1761, casi recién subido al trono de España. La dicha cédula recogía las
pruebas aportadas por Ciudad Real, y por los servicios prestados a la Corona
desde siglos atrás. Ciudad Real lucho denodadamente por recuperar la
capitalidad anteriormente arrebatado por Almagro durante once años. Nuestra
ciudad gozó de favores de Carlos III.
Sabemos que, en la parroquia de Santa
María, decía Clemente Domingo en la Guía de Ciudad Real de 1869 “…en las
bóvedas del templo parroquial figuran hoy los estandartes que sirven en las
proclamaciones de los Reyes, habiéndose reunido algunas veces hasta seis. No se
sabe en virtud de qué privilegio deben fijarse allí, pero es lo cierto que
apenas se ha verificado la proclamación, se hace estrega formal de los
estandartes en esta iglesia…” (sic).
Cuando la proclamación de Carlos IV, en
1789, el corregidor solicitó de Vicente Maldonado y Mendoza, ser portador del
pendón Real como alguacil mayor de Ciudad Real, pero el Ayuntamiento se opuso
porque carecía del título de alférez. Y entonces, rey concedió el honor de
portar el pendón a don Vicente “…en mi nombre, como alférez mayor de Ciudad
Real…”
Si esta curiosa ceremonia de la
proclamación de los reyes, cuyos datos hemos contribuido a dar a conocer, de
haber persistido hasta hoy, tras la próxima coronación de Felipe VI, habría de
colgarse en las bóvedas de nuestra Santa Iglesia Prioral Basílica Catedral, el
correspondiente pendón del nuevo soberano de España. No obstante, aquí dejamos
los datos, recogjdos cuasi inéditos en la historia de Ciudad Real.
José
Golderos Vicario.Diario “Lanza”, miércoles 18 de junio de 2014, página 24.
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