El
antiguo Cristo de la Piedad obra de Giraldo de Merlo en 1616 y destruido en 1936
Este año la Cofradía del Santísimo
Cristo de la Piedad está celebrando su 400 Aniversario fundacional. Fue el
pasado mes de marzo cuando la Cofradía cumplió sus cuatrocientos años de
historia, ya que los primeros documentos que se conservan de la misma llevan
fecha de 5 de marzo de 1616.
Esta tarde procesionará en salida
extraordinaria por las calles y plazas de Ciudad Real. Por este motivo voy a
reproducir un artículo del que fuera Deán de la Catedral de Ciudad Real,
Monseñor José Jiménez Manzanares, y que publicó en la revista de la Semana
Santa ciudadrealeña de 1929. En el citado artículo, D. José Jiménez, deja clara
la autoría del antiguo Cristo de la Piedad, Giraldo de Merlo, frente a los que
años posteriores mantuvieron que era obra de Montañes o la Roldana. El artículo
lleva por título “El Smo. Cristo de la Piedad” y dice lo siguiente:
“Escultura
magnífica, comúnmente atribuida al Giraldo de Merlo, genial artífice del gran
retablo catedralicio, el Cristo de la Piedad está ungido con la devoción
secular de nuestro pueblo donde no hay ni un solo cristiano que al visitar
nuestra primera y mejor iglesia deje de dirigir las piadosas miradas de sus
ojos y los encendidos afectos de su corazón a esta bella efigie del
Crucificado.
Sin
tener la majestuosidad divina y la celeste serenidad de los Cristos velazqueños,
no pertenece tampoco al tipo de esos Cristos descoyuntados, retorcidos y
convulsos que pintó Goya y muchas veces esculpieron Montañés y Juan de Mesa; de
esos Cristos que como el celebérrimo Cachorro y el mismo de Limpias abren su
boca en un gesto de suprema angustia para exhalar con el último aliento el alma
terriblemente atormentada.
Nuestro
Cristo de la Piedad, inclina ya la cabeza, ha expirado a la violenta acerbidad
del suplicio que deja en el torso recio y varonil la huella contorsionado de un
dolor indescriptible. La muerte ha velado ya sus divinos ojos y ha extendido en
su rostro y en todo su hermoso cuerpo el livor de los lirios tronchados, de las
violetas marchitas. Pero en las mejillas amoratadas, en la frente marfileña y
en toda la bella faz, pálida y dolorida, hay una sublime expresión de resignada
conformidad, de aceptación heroica, de aquella inefable y gloriosa complacencia
que debió seguir al Consummatum est, y en los labios exangües y cárdenos se
percibe aún el rumor del divino perdónalos, la música sublime de las palabras
perdón, misericordia, PIEDAD… como el aleteo de una mariposa ingrávida e
irisada, como el dulce murmullo de una abeja dorada y meliflua.
A
su paso por las calles de Ciudad Real en la noche solemne del Viernes Santo, el
Cristo de la Piedad va dejando una estela perfumada y luminosa de devota
admiración, de compungida ternura, y su presencia pone en nuestras celebradas
procesiones pasionarias una magnifica nota de artística presencia y de misticismo
cristiano”.
Archivo
López de la Franca
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