EL
TRAJE:
Desde la industrialización del tejido y
desde la homogeneización de las modas, que empieza ya a mediados del siglo XIX,
y va progresando en el tiempo hasta que se hace un tipo de vestido burgués o de
vestido proletario, que nada tiene que ver con el arte popular, toda la enorme
riqueza de arte popular aplicado a la indumentaria ha desaparecido. Pero,
aunque esto haya ocurrido todavía se puede ver en algunas ocasiones el traje “
típico” llevado con estilo y gracia por los hombres y mujeres de la “ tierra” .
Una de estas ocasiones es el día de la
Pandorga, en donde lucen el traje de fiesta.
El
traje de fiesta de los mozos. Camisa blanca con cuello de tirilla,
de mangas amplias ablusadas con puño y botonadura de nácar. Chaqueta corta de paño
negro y ribeteada con cinta de alpaca negra. Faja de terciopelo negro
profusamente bordada en vistosos colores. Chaleco de paño negro, con cuello
cuadrado a la caja, ribeteado con cinta de alpaca. Pantalón de paño negro.
Zapatos negros y lisos de piel de becerro. Sombrero negro con la copa cónica y
un poco truncada, con el ala un poco vuelta.
El
traje de fiesta de las mozas. Corpiño negro, entallado a la cintura,
de manga larga y ajustada al final; por el escote del corpiño, el pechero de
encaje. Pañoleta de fondo negro o burdeos; en forma de pico por la espalda,
cruzada por delante y anudada atrás; sobre la pañoleta, un pañuelo de crespón
blanco. Falda de lana con rayas verticales de colores muy vivos. Faltriquera
sobre la falda en el lado derecho. Mandil de raso negro. Medias listadas
horizontalmente, con vivos colores sobre fondo negro. Zapatos negros de piel de
becerro, de punta chata y tacón grueso. Peinado con raya enmedio y el pelo
recogido a la nuca, como moño y, sobre él, vistoso lazo de seda de color.
Pendientes de oro con incrustaciones o colgantes de aljófar. Sobre el pechero,
un vistoso camafeo o “sacramento”, anudado al cuello con una cinta estrecha de
terciopelo.
Antes las mujeres llevaban senogiles, que
eran unas cintas de lana hechas a mano; en ellas se bordaban letras:
Cada
vez que te miro los senojiles se me ponen los ojos como candiles.
Actualmente, están sustituidas por comodidad.
En la actualidad, se puede contemplar la
noche del 31 de julio cuando los mozos y las mozas ataviados como sus antepasados
bailan y cantan seguidillas en homenaje a la Patrona de Ciudad Real.
La gente que los contempla participa, de
alguna forma, de la indumentaria y raro es el que no lleva el típico pañuelo de
hierba al cuello.
EL
BAILE Y LAS COPLAS:
Respecto al baile, según las notas recogidas,
ya sean bibliográficas, ya de transmisión directa, parece ser que se incorporan
a la fiesta en los tiempos modernos y concretamente en la primera mitad del
siglo XX. Pues, aunque se da noticia, en alguna historia referente a la Virgen
del Prado se hace mención al baile, queda claro que está en un segundo plano,
apareciendo más tarde para reforzar la fiesta:
“...
se había estatuido la fiesta de la Pandorga que corría a cargo del Alférez Mayor,
fiesta en que, además de la típica serenata de bandurrias y guitarras, actuaba
también un cuadro de bailes regionales...”
Con esto no se quiere decir que no fuese
importante, sí lo era, y más en el país con una clara tradición en este campo. Hay
referencias muy antiguas de que la danza existía, como se puede comprobar por
medio de la arqueología. Por ejemplo, aparecen vasijas datadas en la segunda
mitad del primer milenio a. C. en las cuales las escenas musicales son corrientes:
“ Hombres y mujeres bailan dándose la mano” .
Pero la demostración de que el “canto”
es lo primitivo de esta fiesta se ve claro cuando dice D. Hermenegildo Moreno:
“...En la última noche del mes de julio
se juntaban dichos instrumentos en casa del que celebraban la fiesta y salen,
primeramente al camarín de la Virgen del Prado y después a casa de los Jueves y
Gentes Principales. Les cantan unas cuantas seguidillas y retoman a casa del
que tiene la Pandorga...”
O bien, lo que escribe Francisco Pérez
en sus Efemérides Manchegas refiriéndose a comienzos del siglo XX: “...homenaje del pueblo de su patrona,
salutación a la Virgen con música y cante de seguidillas o torrás...”
Los bailes autóctonos de Ciudad Real y su
comarca y que participan en la fiesta de la Pandorga son:
SEGUIDILLAS manchegas: Es el baile más
característico de La Mancha.
Es la más gallarda y genuina manifestación
de la métrica popular española y tal vez la más generalizada. Consta de una
estrofa de cuatro versos, heptasílabos los impares y pentasílabos los pares, y
una segunda parte que recibe el nombre de “bordón” o “ estribillo”, que contiene
tres versos pentasílabos el primero y tercero y heptasílabo el segundo.
Las seguidillas manchegas las tenemos de
diferentes formas, unas de carácter picaresco y tiempo animado, que tienen su
enclave en la comarca de La Solana; y otras más señoriales y reposadas que son
las que se interpretan en Ciudad Real.
El baile está en los pies, los brazos el
hombre no los mueve. Pasos muy marcados con tacón y punta muy m arcada. Por este
motivo bailar seguidillas no es muy cansado.
TORRAS: Son unas seguidillas más rápidas
y a diferencia de las seguidillas que hay con letra “socarrona” y otras muy “amorosas”,
las torrás son todas muy "socarronas” y el baile es mucho más rápido.
MELONERAS: Es idéntica a la seguidilla, pero
no se canta, sólo se baila en círculo.
FANDANGO Y MALAGUEÑA: Viene de Andalucía,
aquí coge un carácter más lento, elegante, pero sin perder su sabor.
Lo más importante es la música de la
copla.
El baile es muy similar a la seguidilla,
se utilizan los mismos pasos.
Hay una característica especial: que
siempre que el “cantaor” canta, el paso va en comparsa con la canción, cobra
más importancia al acabar la copla.
En el estribillo coge más importancia el
baile.
Que
la conoce no diga
el
que de La Mancha sea,
que
la conoce no diga,
si
el fandango no ha cantao
ni
ha bailado la seguidilla.
Julián
Plaza Sánchez y Purificación Muñoz Lázaro.
EL
PANDORGO
“ Y,
después de la fiesta, / el Pandorgo sin cresta.” Hubo un tiempo en que los
mozos le cantaron así: con una burla grotesca. Hoy como la fiesta dura todo el
año ya no se le puede cantar la copla. Pero al final, el Pandorgo queda para el
arrastre, sin linda y m alhumorado porque todo se ha ido en músicas, vino, pan
y toros.
Los estudiosos afirman que al principio del
siglo XVIII se había instituido la fiesta de la Pandorga que corría a cargo del
Alférez Mayor, fiesta que, además de la típica serenata de bandurrias y
guitarras dada al pie del camarín de la Virgen del Prado, se invitaba a
intervenir a otras agrupaciones de bailes regionales. En alguna ocasión la
fiesta de la Pandorga fue suspendida por decisión del primogénito del Marqués
de Castellanos.
La figura del Pandorgo se ha reencarnado
ha poco. Es el Alférez Mayor de antaño; el que rige la mayordomía de la Fiesta;
el “bulle y mando” del baile, el caporal de la cuadrilla guitarrera, el que tiene
el poder como Mefistófeles en esa noche del último día de julio. En los tiempos
nuevos ya hay una colección de Pandorgos vivos: Tomás, Pablo, Justo, Antonio,
Benjamín, Emilio, y el de hogaño, que es otro Antonio con buena pata y metido
en carnes. Cada uno ha tocado su palillo y ha gobernado durante un año
haciéndole sombra a su ilustrísima el Regidor de la ciudad. La presidencia de
los actos profanos ha sido compartida lo que demuestra la importancia de la
figura del Pandorgo.
La elección de éste tiene un fondo democrático
aunque la participación siempre es limitada. Todo se reduce a las peñas que se
consideran genuinas representantes del pueblo. Ellas proponen y la Justicia
dispone y, luego, los Pandorgos de otros años le eligen el nuevo, que ha de ser
de carne y hueso, y ha de tener la potestad de cambiar la tristeza por la
alegría y el mal por el bien y el hambre por el buen llantar y beber.
Este año, Antonio Villaseñor Turri11o se
ha convertido por medio de este simple rito en el Pandorgo/86. Ya tiene atalajado
el carro con las mejores galas y la yunta con campanillas de plata en el
cabezal para llevar a los músicos que cantarán las coplas a Santa María del Prado:
La pandorguera Virgen,
la pandorguera,
déjame mil perdones,
que yo te quiera.
Si no lo haces,
las uvas y mis bésos
son mas agraces.
Despertar.
Semanario de Castilla-La Mancha Nº 10 Julio-Agosto 1986
No hay comentarios:
Publicar un comentario