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martes, 10 de julio de 2018

LA IGLESIA DE LA MERCED (II)



En el exterior de la iglesia destaca su fachada, que data de 1760, configurada por un gran rectángulo vertical que la abarca totalmente, coronado por un frontón triangular. Está construida con proporciones muy correctas, en sillares de caliza, con un sencillo almohadillado que le da un ligero toque de claroscuro a toda la superficie. Se decora con una portada enmarcada entre pilastras, presidida por una imagen de la Inmaculada pisando la serpiente del pecado, dentro de una pequeña hornacina. Junto a ella, aparecen los escudos de la Orden de la Merced, así como los de la familia fundadora del edificio.

El material empleado para la construcción de la portada es la arenisca, piedra muy utilizada en este tipo de obras, por la facilidad de su labra.

Sobre la portada, un gran ventanal rectangular ilumina el coro del interior, y, rematando la fachada tenemos un gran frontón triangular que, bordeado con cornisas, enmarca un óculo circular que proporciona luz a la parte posterior de la bóveda.

En el lado izquierdo de la iglesia, sobre el tejado, se encuentra el campanario conformado como una gran espadaña, elemento típico del arte barroco.

En su interior destaca una gran cúpula sobre pechinas en el crucero, rematada por una linterna, que se alterna con bóvedas de arista y de media naranja en las capillas laterales adosadas en el lado del Evangelio. Estas pequeñas capillas aparecen comunicadas entre sí y abiertas a la nave por medio de arcos.


La bóveda es de cañón con lunetos, y tanto ésta como las paredes aparecen enlucidas con yeso cubierto con pinturas, fórmula con la que se intentaba disimular la pobreza de los materiales utilizados en su construcción, que consistía generalmente en ladrillo.

El alzado, de composición más diáfana, presenta decoración de tipo geométrico a base de cuadros, molduras con orejas y un entablamento con ménsulas pareadas, empleadas por primera vez por el hermano Bautista en la iglesia de San Isidro de Madrid.

La cabecera de la iglesia está formada por un amplio crucero de brazos cortos y presbiterio plano. Este tipo de planta, muy similar a la que podemos encontrar en la iglesia del Carmen, también en Ciudad Real, construida en la misma época, fue muy utilizado durante el Barroco en toda la Cristiandad ya que seguía las pautas marcadas por el Concilio de Trento.

A los pies de la iglesia se encuentra el coro, con una gran balaustrada de madera, al que se accede por una escalera por el lado izquierdo de la nave central. Este coro enlaza con el convento a través de una serie de dependencias situadas sobre las capillas laterales, y que se abrirían a la galería superior del claustro.

La iglesia fue restaurada entre 1985 y 1988 por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, descubriéndose pinturas murales de interés que, tras ser sometidas a un proceso de restauración, hoy pueden contemplarse con todo su esplendor y colorido, aportando un nuevo valor al conjunto artístico.


Se trata de pinturas al fresco, de estilo barroco, que han sido fechadas en el siglo XVIII. Adornan el interior del templo utilizando motivos vegetales y grandes cortinajes, así como otros elementos de heráldica que ocupan la totalidad de la nave lateral izquierda o del Evangelio.

Las de crucero representan telas y arquitecturas fingidas de raíz borrominesca y unas capillas con grutescos, rocallas, angelotes, símbolos, alegorías marianas y otros motivos alusivos a la Orden. Las pinturas responderían a un conjunto ornamental y enmarcarían a una hornacina e incluso a una puerta, de factura anterior a la construcción de la iglesia, que comunicaba este espacio con el convento.

El altar mayor, de testero plano, lo preside un gran lienzo de la Inmaculada Concepción.

Como se puede observar, en esta iglesia se cumplen los patrones constructivos y decorativos del momento de su edificación, en pleno barroco, aunque también se aprecian influencias escurialenses, arte que se desarrolla a lo largo del siglo XVII y buena parte del XVIII.


El modelo de iglesia que se sigue es el de la iglesia de la Encarnación de Madrid, obra de Fray Alberto de la Madre de Dios, en la que destaca su funcionalidad y simpleza, y el adorno de sus fachadas con hornacinas, escudos y grandes ventanales que iluminan el coro.

La iglesia de Nuestra Señora de la Merced ha sido testigo de numerosos acontecimientos sociales. En su Plazuela de la Merced se celebró el triunfo de Bailén y el recibimiento a los miembros del Regimiento Provincial de Ciudad Real que participaron en la batalla del 19 de julio de 1808. También se aclamó ante sus puertas, el 1 de septiembre de 1838 “con refresco, baile y recepción oficial”, al joven general Narváez –el espadón de Loja-, que acudió a Ciudad Real para reprimir a los ejércitos carlistas.

Posteriormente, a instancias del Ayuntamiento de Ciudad Real, el general Espartero, regente del reino, acordó la creación de un Instituto en el inmueble correspondiente al antiguo Convento de Mercedarios Descalzos, que sería inaugurado el 1 de noviembre de 1843. Tras este cambio de funciones, se conservaría el uso de la capilla del convento como iglesia de la Nuestra Señora de la Merced.

Fuente: “Un Convento, Un Instituto, Un Museo”. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha 2005.


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