Vista
de la fachada del antiguo instituto, antes de convertirse en museo
Se cumplen hoy 9 de diciembre de 1984,
el 118 aniversario de uno de los mayores acontecimientos históricos que ha
conocido Ciudad Real y su provincia: la visita de Isabel II, la de su esposo,
don Francisco de Asís María de Borbón, la de don Alfonso de Borbón, Príncipe de
Asturias, y la de la Infanta doña María Isabel, acompañados de un elevado
número de miembros de la Corte y servidores de Palacio, grandes de España,
Cuarto Militar del Rey, capitán de Alabarderos, el P. Claret, que era el
confesor de la reina, gentiles-hombres…
Entre todos los componentes de la regia
embajada que visitaba Ciudad Real, Isabel II acaparaba el protagonismo del
acontecimiento.
Había nacido la reina el día 10 de
octubre de 1830, del matrimonio formado por Fernando VII y María Cristina de
Nápoles, sobrina del rey y su cuarta y última esposa, matrimonio que tuvo lugar en 1829. Isabel fue
proclamada Reina el día 29 de octubre de 1833, un mes después de la muerte del
rey, su padre. El 10 de octubre –coincidencia de fechas- de 1846, con sólo 16
años de edad, se casa con Francisco de Asis, primo de la reina.
“El matrimonio –se lee en la Historia de
España dirigida por T. de Lara, editada por Labor- fue un acto contrario a la
voluntad de la reina, cuya separación práctica respecto de su cónyuge corrió
pareja con su vida privada propensa al escándalo.
La vida de Isabel II transcurre en el s.
XIX, posiblemente el más turbulento de nuestra historia. Una parte importante,
tal vez la más decisiva por sus indudables repercusiones en posteriores
acontecimientos la ocupa el reinado de Isabel II. Fernández Carvajal va a calificar
el s. XIX "como el siglo de inestabilidad por antonomasia en nuestra
patria". Inestabilidad que se refleja en los levantamientos y
sublevaciones como la de Barcelona de 1842 y el de los sargentos del Cuartel de
San Gil; en los períodos de dictadura, incluso, como la de Narváez en 1848; en
las coaliciones de Espartero-O'Donnell; en las desamortizaciones, en las
guerras internas en las exteriores también, como la de Marruecos o los inicios
de la dé Cuba; depresión económica; gobernantes que lideraron las más bajas
ambiciones del poder; en la implantación del liberalismo burgués de mano de la
violencia; en el carlismo y el anarquismo reacciones populares de distinto
signo al liberalismo del s. XIX español.
Una visión, ésta tal vez hipercrítica, pesimista,
nacida de la consideración que ofrecen los acontecimientos. Visión que puede
quedar justificada con las palabras de Palacio Atard, cuando afirma que las frustraciones
de nuestro s. XIX han sensibilizado nuestra actitud hipercrítica" .
No obstante lo negativo de los hechos
que marcan el reinado de Isabel II, incluidas las tristes guerras dinásticas.
"que comienzan en el Norte herencia evidente –dice Tuñón de Lara- del
fracaso de la revolución liberal en España"; así como otros motivos de
descrédito no fueron óbice para que la monarquía como institución contase, a lo
largo de la época, con un amplio apoyo popular, ejerciendo en el pueblo una
fuerza de mito fascinante y que se va a confirmar, una vez más, con ocasión de
la visita de los reyes a Ciudad Real, en medio de una explosión de auténtico fervor
popular.
Entrada
al viejo instituto antes de su restauración
En este tiempo 1866, Ciudad Real y su
comarca tenían una población de 26.945 habitantes de los que 13.520 eran
hombres y 13.425 mujeres. La población escolar era de 2.475 alumnos y 825 vecinos eran pobres
de solemnidad. La cosecha de 1866 fue pésima, debido a la pertinaz sequía y a
la permanente invasión de langosta que asolaba gran parte del terreno
cultivable de la provincia.
Ciudad Real contaba desde 1842 con la
Escuela Normal Superior, con el Instituto de Segunda Enseñanza, "nacido a
la sombra de la Escuela Normal", afirma Pablo J. Vidal, en 1843 y,
finalmente la Escuela Normal Femenina en 1859.
IMPROVISADO
PALACIO REAL
Con ocasión de la visita real, el Instituto
de Segunda Enseñanza va a cobrar singular importancia porque sus dependencias
-en él funcionaba desde 1848 el Colegio de alumnos internos del Instituto- se va
a convertir en "improvisado palacio", según expresión de don Agustín
Salido, para albergar a tan egregios huéspedes. Era el único edificio de la
capital que podía ofrecer unas instalaciones mínimas necesarias. Téngase en cuenta
que pasarían algunas décadas para que se edificasen los palacios Episcopal –la Diócesis
Priorato se crea en 1876- y Provincial, cuyas obras comenzaran en 1889.
El gobernador, Agustín Salido, publicó
en el B. O. de la Provincia del día 11 de diciembre, la siguiente orden:
“Con el objeto de que el grande
acontecimiento del paso por esta capital y su provincia de SS. MM. Y AA. quede consignado
de modo imperecedero, se va fijar en el muro de la escalera principal del
Instituto de provincia una lapida de mármol blanco con letras de oro, que dirá
lo siguiente:
“El
día 9 de diciembre de 1866 entró en esta Capital doña Isabel II de Borbón,
acompañada de su Augusto Esposo, Don Francisco de Asís, y de sus hijos, el Príncipe
don Alfonso y la Infanta doña Isabel, pernoctando en este edificio; y el
Ayuntamiento de la Capital, acordó fijar esta lápida para eterna memoria”.
Cambiada de sitio miles y miles de
personas vinculadas al Instituto “el viejo caserón de la calle de Caballeros”,
como lo recuerda López Bustos, hemos visto esta lápida, desaparecida desde sólo
hace unos años, deteriorada con ocasión de unas obras de restauración del
Instituto, siendo director del mismo el catedrático de Dibujo, don Manuel
Romero.
Por el significado que entraña, Por el
Significado que entraña, nuestro Instituto; uno de los pioneros de la Segunda
Enseñanza de España desearíamos que Ayuntamiento y Claustro del actual
Instituto “Ntra. Sra. de Alarcos”, se pongan de acuerdo y se reponga la lápida
en el sitio que corresponde.
Galería
del Instituto antes de su restauración y transformación en museo
Ordenó, asimismo el gobernador, que en
todos los Ayuntamientos de la provincia se guarde en sus archivos una carpeta
que llevará la siguiente inscripción: “Carpeta de documentos e impresos
referentes a los festejos y demás actos oficiales que tuvieron lugar en esta
provincia de Ciudad Real con motivo del paso por ella de la reina Isabel II,
con los demás particulares que se refieren a la parte que esta población tomó
en dichos festejos, nombres de las personas comisionadas para felicitar a las
reales personas y niños que llevaron las ofrendas”.
Sirva esta aportación de datos, para que
personas vinculadas a la búsqueda histórica, indaguen en los archivos
municipales la posible existencia de esta documentación a la que se hace
referencia.
PREPARATIVOS
Y ESTANCIA DE LOS REYES
Por parte de la comisión correspondiente
se había preparado un detallado programa con minuciosa relación de actos
horarios, itinerarios, personalidades que debían intervenir, etcétera. Un bando
del Gobernador invitaba a todos los ciudadanos a hacer patente su entusiasmo,
mantener el orden, rogando a los vecinos de la capital a que sean hospitalarios
con las personas que os demanden un lugar en donde pasar una noche, que va a
hacer época en nuestros anales”. Suponemos que nuestros antepasados secundaron
la invitación de la primera autoridad provincial, no obstante lo cual, la
totalidad de las iglesias de la ciudad estuvieron abiertas la noche de aquel 9
de diciembre de bajísimas temperaturas, según las crónicas de la época.
Los festejos comenzaron en la tarde del
día 8, lidiándose unas vaquillas en la plaza de toros, a beneficio de la comida
que se daría a los pobres de la ciudad el día siguiente. Hacendados hombres de
la capital contribuyeron con sus aportaciones a éste y otros actos de
beneficencia destinados a los asilos, hospitales, conventos de clausura,
parroquias…, pobres de la cárcel, también. Entre otros donativos se colectaron
100 arrobas de vino mil reales de vellón, 20 fanegas de candeal y otras 100
arrobas de vino; doce dotes de quinientos reales para chicas huérfanas.
A las doce y media del día 9, repique
general de campanas en toda la provincia, “y, desde aquel momento tres fuentes
de vino correrán en el Pilar o Pozuelo Seco de don Gil, Plaza de la
Constitución y Prado de la Virgen”, continuando así todo el tiempo que los
egregios visitantes estuvieron en Ciudad Real. Buen remedio, además de la lógica
alegría que posibilita el vino por aquello de que el “vino alegra el corazón de
los hombres”, para combatir las bajas temperaturas exteriores, porque las
interiores… Sin embargo, no hubo que lamentar ningún incidente, felicitando el
gobernador a todos los ciudadanos por su comportamiento.
Vista
del claustro
El tren real, que había salido a las
8,30 de Madrid, llegó a Ciudad Real a las 16,20, deteniéndose en las estaciones
del recorrido: Alcázar, Manzanares, Daimiel –dedicaremos un capitulo al
accidente provocado por el tren que precedía al tren real-, Almagro,
Miguelturra, rivalizando todos los pueblos, en dispensar calurosos
recibimientos a los reyes: arcos de triunfo en Alcázar, con gentes venidas de
todas partes, estruendo de los cohetes, silbidos de las máquinas locomotoras…; en Manzanares “donde el gusto más exquisito
había presidido su decoración, pareciendo breves a los leales habitantes los
minutos de espera; en Almagro con banderas, gallardetes y flores en la avenida
de la Estación, presidiendo toda la ciudad las cruces de la Orden, de la que la
reina era Gran Maestre y el rey, clavero mayor; Miguelturra, “siendo notable el
entusiasmo de aquel pueblo excitado por las elocuentes y sentidas
manifestaciones de su alcalde y de su párroco.
Iguales o parecidos sentimientos de
fervor, de recibimientos multitudinarios, se pusieron de manifiesto en los
pueblos del recorrido del tren real con dirección a Badajoz y Lisboa.
Por lo que toca a Ciudad Real, los
alrededores de la estación de ferrocarril estaban ocupados por un inmenso
gentío de todas clases y condiciones, expectantes desde muchas horas antes.
Junto al pueblo, autoridades, comisiones, Corporaciones… En carruaje
descubierto, propiedad del Tte. General, conde de la Cañada, SS. MM. Marcharon desde
la Estación a la iglesia de Ntra. Sra. del Prado, actual Catedral, recorriendo
el siguiente itinerario: Puerta y calle de Ciruela, Pilar, calle de los Arcos
(Gral. Aguilera), plaza de la Constitución, Mercado Viejo, calle de Toledo,
Estación, Caballeros, Azucena, Camarín y Prado de la Virgen. Calles y plazas
llenas de público que obstruían materialmente el paso del cortejo regio, hasta
el punto de hacer imposible, en algunos momentos, el avanzar.
En el templo parroquial, profusamente
iluminado y adornado, se cantó un Te Deum y una salve, por una coral traída de
Madrid para este acto. Posteriormente, los reyes subieron al Camarín de la
Virgen, rindiendo honores, a uno y otro lado de la escalinata, los cofrades con
hachones encendidos. Los reyes recibieron ejemplares, ricamente encuadernados,
de la historia de la Virgen, publicados en 1648. A la reina de España se le
entregó la credencial de hermana mayor de la Cofradía, para sí y para todos sus
sucesores, y las credenciales de hermanos de la Cofradía para el rey, el príncipe
de Asturias, y para la infanta. La entrega fue hecha por don Santiago Maldonado, caballero de Santiago
y hermano mayor de la Virgen.
Se encargó al profesor catedrático de
Dibujo del Instituto, don Antonio Gabriel Monsegue que pintase un cuadro,
reflejando la escena que se había vivido en el Camarín de la Virgen, y que sería
expuesto de forma permanente en la iglesia (1).
Con tres arcos de triunfo y el estruendo
de las campanas y cohetes, y de los compases de varias bandas de música, la
comitiva real llegó a palacio, el Instituto de Segunda Enseñanza, que contaba
con una distribución y amplitud distinta y superior a la actual. Se celebró la
recepción y besamanos, y a continuación. La comida regia, finalizando la
jornada con fuegos de artificio en la calle de Caballeros y Plaza de la
Constitución.
Antigua
escalera del viejo instituto, actualmente desaparecida
A las 7 de la mañana del día: 10, los
reyes partieron con destino a Badajoz.
La "Gaceta de Madrid" del día
10 de diciembre, refiriéndose a la estancia de los reyes en Ciudad Real, dice:
"Son las siete la mañana y SS.MM. y
AA. van a partir en este momento para Badajoz. Anoche verifícó el besamanos general, que duró tres
horas y puede decirse qué toda la provincia de La Mancha sé ha concentrado en
la capital para ofrecer a los reyes el acendrado testimonio de adhesión,
respeto y cariño: Habrían pasado de 500 las comisiones que se han presentado a
SS. MM. Ciudad Real y sus pueblos hecho a sus magestades, (sic) y altezas un
recibimiento que formará época en la historia de esta comarca de castilla”.
El Viaje de regreso de Lisboa a la
capital de España lo realizaron los reyes siguiendo el mismo itinerario, llegando
a Ciudad Real a las 7 de la mañana del día 16 diciembre. A lo largo del
trayecto Almadén-Ciudad Real, en una de las noches frías de aquel riguroso
invierno, en torno a miles de hogueras repartidas de trecho en trecho, que
alegraban y. llenaban de luz, el entorno las gentes esperaban el paso del tren que conducía a los reyes con tal
entusiasmo y concurrencia "como si el viaje se hubiera verificado a las
doce del día más hermoso de primavera", según relata el cronista.
En Ciudad Real, la familia real no
descendió del tren, aceptando el desayuno que el Ayuntamiento le había
ofrecido. Las gentes entusiasmadas podían a los reyes ver a sus padrino, el
simpático príncipe de Asturias. "El entusiasmo rayó en delirio cuando S.
M. misma alzó en sus brazos al tierno ruño, esperanza de este país".
Poco después se reanudaba el viaje hacia
Daimiel, donde los reyes presidieron el funeral por las víctimas del
desgraciado accidente del día 9.
Ángel
Jara B. y Ángel Jara L. Diario “Lanza” 9 de diciembre de 1984
(1) Maruja Zorita y
otras personas conocedoras de la historia del Instituto afirman tener noticia de
éste y otros cuadros de la familia de Isabel II, y que desaparecieron durante
la guerra civil al ser utilizados como combustible para calefacción.
Parte
superior de la antigua escalera del viejo instituto
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