En cuanto a la vida conventual, regida
por la regla de descalzos, ha podido comprobarse que las actividades de los
frailes eran las típicas de una comunidad religiosa. Una vida monástica, de
oración, predicación, recogimiento, cuidado de sus huertos, etc. siempre en la
observancia de la máxima austeridad.
También han quedado pruebas de la labor
educativa desarrollada por los religiosos, al crear una Cátedra y actuando como
maestros de todos los nuevos frailes de la Orden, conocidos entonces como
colegiales:
“que
las misas se digan una después de otra… de modo que los colegiales no les falta
aquel tiempo para estudiar sus lecciones, que esta prescrito por nuestras leyes”.
El convento estaba regido por un padre
Prior, el Padre Comendador, que hacía las veces de predicador y confesor, y por
el Vicario. Entre los frailes se encontraban religiosos conventuales, hermanos
de obediencia, hermanos coristas (o colegiales), a los que se incorporaban, en
los momentos de decadencia vocacional en los que descendía el número de
frailes, los conocidos como hermanos donados.
El convento recibía periódicamente las
inspecciones de los visitadores (1), destinados por
la orden a tal efecto, cargo que normalmente recaía en los vicarios
provinciles, superiores generales y, sobre todo, en superiores provinciales.
Las visitas solían durar dos o tres días. En el caso de Ciudad Real, las
realizaba el Superior de la provincia de San José, a la cual, dentro de la
división territorial de la Orden, pertenecía este convento.
En ellas se realizaba un recorrido (2), comenzando por la visita al relicario
y el Altar Mayor, rezando las Horas junto con toda la comunidad. A
continuación, se visitaba la sacristía, comprobando que todos los ornamentos
estuvieran en buen estado, y se continuaba con el resto de dependencias del
convento, librería, despensas, almacenes, cocinas, refectorio y celdas (3) comprobando que estas últimas se
conservaban bajo la regla de la Orden, es decir, que su habitabilidad era
totalmente austera.
La siguiente cita recoge una de las
visitas:
“…Sigio
su Reverencia su visita y lo hizo de las celdas de todos los religiosos… y unas
y otras las hallo con la pobreza debida, y todo con curiosidad y aseo.
Tubieronse conclusiones en las que advirtió su Reverencia en defensa, y
argumentos la aplicación al estudio y buen aprovechamiento de estas celdas…”(4)
En las cocinas y refectorios se sometía
a examen su limpieza, así como las porciones o raciones suministradas a los
religiosos. También se comprobaban los alimentos y el gasto destinado a su
adquisición. Por estos libros de cuentas sabemos, por ejemplo, en qué se basaba
la dieta del convento, según se deduce de los gastos realizados durante los
meses de abril, mayo, junio y septiembre de 1777, donde se relacionan las
partidas que corresponden a la compra de aceite, agua, huevos, leche, especies,
carne, quina, azúcar, sal, queso, miel, trigo, chocolate o pagos al confitero.
Todo ello debía estar ordenado en la
despensa, o en la cueva, donde para procurar una mayor conservación de los
alimentos, se cubrían con nieve adquirida a tal efecto.
Al consultar los libros de cuentas y
comprobar los gastos e ingresos de la comunidad, los monjes eran muy estrictos,
como se puede comprobar en esta visita del 28 de mayo de 1752:
“…finalmente si los vienes y rentas del
Convento se administran con la fidelidad devida; para según esso, agradecer sus
cuidados a los religiosos cuidadosos, y diligentes en el cumplimiento de sus
obligaciones; y reprender su descuido, y negligencia, a los tibios, y perezosos
en observar lo que a Dios prometieron en su profesión…”(5)
Después el visitador recibía a cada uno
de los religiosos, en lo que se conocía como “escrutinio secreto”, donde confesaba a los distintos hermanos y
comprobaba el grado de dedicación, obediencia y vida religiosa que llevaban en
el convento, alentándoles a que llevasen un “continuo exercicio de oración mental”, y a que se practicaran “los ejercicios de humildad y notificación que
se acostumbra en nuestra descalcez”, etc.
En varias de las visitas documentadas
podemos ver cómo se llama al orden a los religiosos por salir a la calle a
pasearse o a conversar, llegando a prohibírselo:
“…sin
embargo noticioso S Rº de que algunos prelados de esta Santa Casa, zeloso del
buen honor y estimación del avito han llevado mui a mal, y aun han mandado, que
ningún religioso salga a pasearse y menos a tener conversación con los convenientes a la
Plazuela (actual plazuela de la Merced, frente a la iglesia) o Atrio de este
Convento; y aviendo advertido que no se obre, manda S Rº que en adelante ningún
religioso pase no solo al expresado Atrio, sino tambien a la puerta de la
Iglesia, ni de la Porteria. Cuia observancia queda al cuidado del Padre Prior”(6)
A continuación se llamaba a Capítulo en
la iglesia, donde se parlamentaba acerca de cuestiones teológicas, pero también
sobre los problemas más mundanos de la vida del convento. Uno de estos
capítulos, concretamente el de 6 de Mayo de 1769, se llegó a celebrar a las
cinco de la mañana.
Además, el visitador comprobaba si los
religiosos eran asistidos con lo necesario, según las posibilidades del
convento, en definitiva si los religiosos vivían con “la unión y paz que ordena Nuestra Sagrada Ley”, siendo castigado
con la excomunión quien no lo hiciese.
Entre 1748 y 1833, 85 años de los 210
que duró la vida del convento, se realizaron 47 visitas. Aunque la periodicidad
de las mismas oscilaba entre una a dos visitas al año, también podían demorarse
hasta diez, tal y como ocurrió durante la Guerra de Independencia, no
celebrándose ninguna desde 1808 hasta 1817.
En el transcurso de la Guerra de la
Independencia, la persecución religiosa afectó al estamento clerical. Este enfrentamiento
y sus consecuencias sociales, provocarían, desde sus inicios, un importante
descenso en el número de religiosos. Así, se pasaría desde 1798, cuando la
Merced cuenta con 35 frailes, a los 12 registrados en 1819. Desde este momento
se inicia una época de crisis que le conducirá lentamente a su desaparición.
Por entonces era necesario que en cada
convento hubiera un número mínimo de religiosos para no ser desamortizado. Para
mantenerlo, las órdenes enviaban frailes desde otros conventos, en su mayoría novicios.
El convento de los Mercedarios, hasta
los últimos años de su existencia, contaba con una comunidad de veinte
religiosos, lo que, sobre todo, tras los procesos desamortizadores, lleva al
Ayuntamiento a la promulgación del siguiente acuerdo:
“El
ayuntamiento en el 11 de marzo pide la permanencia de este convento por su
continua asistencia al confesionario, por orden que observa en la celebración
de los Santos Oficios, Predicación Evangélica, ornamento y limpieza del templo”.
En su petición se adjunta el acta del
pleno del día anterior, manifestando:
“Que
este convento es el único que ocupa el centro de la población, que la ciudad no
podía estar asistida sin este convento. Hasta tal punto es necesario, que en
tiempos de los franceses, cuando todos estaban cerrados, se mandó abrir a
petición del pueblo, entregándole el Prefecto sus imágenes, vasos sagrados y
ornamentos”.
Pese a todo, finalmente el convento de
la Merced es desamortizado, celebrándose la última visita un 28 de marzo de
1833, momento en que la comunidad estaba formada por tan sólo cinco religiosos
conventuales, diez hermanos coristas, tres hermanos de obediencia y dos
novicios. Fray Juan María Catalán del Santo señor José, último visitador,
reflejó en estas palabras su preocupación por la continuidad de la
congregación:
“…mandó
tocar a capítulo y juntos todos los religiosos en el coro alto, les hizo una
exortación dilatada… al mismo tiempo encargo S R pidiesen por la salud
quebrantada de nuestro amado soberano Sr D. Fernando 7º tan necesario en los
tiempos presentes… para el bien de la religión”.
Tras el cierre del convento, entre los
bienes inventariados, figura una importante biblioteca con 1.191 tomos y 17
cuadros de importantes dimensiones, algunos de los cuales fueron conservados
como parte de los fondos del instituto.
Fuente: “Un Convento,
Un Instituto, Un Museo”. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha 2005.
(1) Tan sólo se han
documentado las visitas realizadas desde 1748 a 1833, las realizadas durante
años anteriores no han sido encontradas. AHC, Clero regular, Libro de visitas.
Años 1748-1833. Libro 2838.
(2)
En
algunas visitas se nos dice que inspeccionaban dependencias como “las paneras, la cárcel y el granero”.
Visita del 11 de agosto de 1782. AHN. Clero regular, Libro de visitas. Años
1748-1833 Libro 2838.
(3)
En
el libro de fábrica del convento se habla sobre la construcción de las celdas,
concertada en octubre de 1623, ubicándolas en los cuartos altos del edificio y
algunas en la planta baja. Dentro de estas celdas se podía encontrar una cama y
una mesa con cajón.
(4)
Visita
del 30 de octubre de 1792. AHN, Clero regular, Libro de visitas. Años
1748-1833. Libro 2838.
(5)
Visita
del 28 de mayo de 1752. AHN, Clero regular, Libro de visitas. Años 1748-1833.
Libro 2838.
(6) Visita del 8 de
noviembre de 1794. AHN, Clero regular, Libro de visitas. Años 1748-1833. Libro
2838.
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