Vista
del patio grande del antiguo Convento de la Merced, antes de la ultima
restauración
Tras su construcción, la entrada, o
portería del convento, se situaría desde este claustro, por lo que hoy
conocemos como Callejón de la Merced. Aún así, la actual entrada ya se vendría
utilizando desde aquel “primer convento”, que tras su posterior ampliación
quedó transformada en una “casa religiosa” de mayor envergadura, aunque
igualmente austera en su construcción.
El convento no sería ampliado hacia su
lado norte, siguiendo la actual calle de la Rosa. Aunque en 1622 los frailes
compraron viviendas en esta calle, tras su derribo, parte del espacio que
ocupaban fue destinado a huerto, y también para la construcción del ala oeste
del convento.
En su lado norte, los límites del
convento, se encontraron con los restos del muro de cierre del ala oeste, que
han sido conservados en esta rehabilitación.
El actual patio grande del edificio
también conserva la que fue fachada norte, acorde a la del resto del convento,
como demuestra la disposición original de ventanas y puertas, que fueron
reformadas durante la época del instituto.
La última ampliación que se añade al
conjunto conventual será la construcción de la iglesia adosada a su claustro,
en 1674, manteniendo, por tanto, el crecimiento del convento hacia el este. La
iglesia de la Merced se ha conservado hasta la actualidad.
Su construcción se debe a la donación
que realiza don Álvaro Muñoz y Figueroa, lo que nos hace pensar que todavía se
continuaba aprovechando el espacio libre, o comprando casas edificadas en los
terrenos que hoy ocupa la Diputación Provincial.
La iglesia, junto con su sacristía, se
incorpora al convento como iglesia principal del mismo, desapareciendo la
pequeña capilla que todavía se conservaba.
Durante las obras de rehabilitación, se
han descubierto toda una serie de accesos y ventanas que, desde el lado este
del claustro, comunicaban con la iglesia. Así se ha podido saber que el acceso
principal a la iglesia se encontraba en la esquina sureste del corredor de la
planta baja del convento. Actualmente esta entrada, en forma de arco, se ha
recuperado y ha sido integrada en el claustro del edificio.
En la planta alta también ha sido
hallado un acceso desde el coro de la iglesia, que comunicaba directamente con
las celdas y otras dos puertas, hacia la mitad y el final de corredor, que
daban a unas dependencias situadas sobre las capillas de la iglesia,
actualmente conservadas con el mismo aspecto que tendrían en la época del
convento.
La ampliación del convento se vería
afectada por el aumento de las vocaciones que caracterizan esta época
contrarreformista, también por el interés y empeño de la propia Orden y de los
sucesivos priores del convento, una comunidad que oscilaría en el siglo XVIII
entre los 30 y 40 religiosos, y que terminaría descendiendo de forma paulatina
durante el siglo XIX, hasta su desaparición como se aprecia en la tabla adjunta.
En la década de los años 30 y los 40,
decae la actividad constructiva en el convento, aunque todos los años, desde
1621 a 1662, registraron alguna intervención, con la salvedad del periodo
comprendido entre 1642 y 1655, en que estuvieron paralizadas, lo que afectó,
sobre todo, a la construcción del claustro principal.
Finalmente, el 25 de abril de 1662,
acaban las obras del convento y, por tanto, se cierra su “libro de gastos de la obra”, con una de sus partidas más elevadas,
que ascendió a 254.888 maravedíes.
Fuente: “Un Convento,
Un Instituto, Un Museo”. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha 2005.
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