A pesar de la crisis económica, el siglo
XVII será de un gran furor constructivo, apareciendo por nuestros pueblos y
ciudades conventos, iglesias, hospitales y ermitas.
Ciudad Real es en estos siglos un foco
importante de actividad arquitectónica, al ser una ciudad próspera junto a
otras como Daimiel, Valdepeñas, Alcázar de San Juan, Almagro o Villanueva de
los Infantes, estas últimas debido al hecho de ser cabeceras de órdenes militares.
El convento de la Merced de Ciudad Real
se fundó en el año 1613, aunque el inicio de su fábrica sería en 1621, y
termina en 1674 con la edificación de la iglesia. La construcción se llevó a
cabo por la donación del Capitán Andrés Lozano, quien lo dotó con mil ducados.
Por la cuantía de la donación y tras los restos aparecidos podemos deducir que
se trataba de un convento pequeño para una austera comunidad de pocos
religiosos, que se denominaría Convento de la Inmaculada Concepción de Padres
Mercedarios Descalzos. Por ello, su iglesia conventual está presidida por un
cuadro con la figura de la Inmaculada.
Sobre el origen del convento nos dice
Hervás y Buendía (1):
“D.
Andrés Lozano, capitán de las colonias de América, por su muerte ocurrida en
Sevilla dejó mil ducados para la fundación de un convento de mercenarios
descalzos en esta ciudad, de la cual era natural. Se dio principio al
expediente en 1613…”
El testamento del capitán, redactado el
8 de enero de 1610, nos brinda la posibilidad de conocer los tipos de negocios
que lleva a cabo, dando buena cuenta de su personalidad (2). Los datos que aparecen en este
documento muestran a un hombre que participa activamente en la carrera de
Indias y que mantiene contactos comerciales con Lima o Portobelo, ciudad
situada en la orilla atlántica del istmo de Panamá. Tras este perfil se
escondía un gran devoto de Nuestra Señora de la Merced, que destinó parte de
sus bienes a fundar un convento en la ciudad que le vio nacer (3).
Las condiciones quedaron recogidas en el
testamento de don Andrés Lozano, quien señalaba que se debía comprar una “casa competente en la ciudad de Ciudad Real
en que se labre una iglesia”, precisando que “en lo uno y en lo otro no se gasten mas de tres mil ducados”.
Plano
de los forjados de planta del antiguo convento de la Merced del siglo XIX
Además, entregaría otros 1.000 ducados
que debían servir para comprar ornamentos litúrgicos y dotaría a la comunidad
con 500 ducados de renta anual para garantizar el sustento de los frailes,
cantidad que debía abonarse “después de
aver dispuesto y labrado casa y dado ornamentos y lo demás necesario para el
culto divino” (4).
Don Andrés fallece cinco días después de
redactar su testamento, pero los frailes tuvieron que esperar varios años para
conseguir todos los permisos necesarios para construir esta fundación.
Finalmente, el 8 de agosto de 1618, se
despachó una patente firmada por fray Juan de Peñacerrada, provincial de los
mercedarios descalzos de Castila y Portugal, dando poder a fray Pedro de Santa
María, comendador que poseía la Orden en Salamanca, para instituir el convento.
Fray Pedro se persona en Ciudad Real, otorgando una escritura en nombre de la
futura comunidad por la que renunciaba a todos los privilegios que poseía la
Orden para no pagar diezmos, cumpliendo así con una de las condiciones
impuestas por la licencia del obispo (5).
Por lo que respecta al lugar de
entierro, el fundador ordenó que su cuerpo fuese depositado en el monasterio
sevillano de Santa María de Montesión y desde allí se trasladase hasta el
convento de Ciudad Real para recibir sepultura en una bóveda que debía construirse
debajo de la capilla mayor. Las consideraciones relativas a la sepultura
estaban directamente relacionadas con la propiedad de la capilla mayor. El
fundador se reservaba la posesión de este espacio y ordena que en “en la dicha capilla se colocasen sus armas y
unos letreros que digan ser mia la dicha capilla e yo el patrón e fundador de
el dicho convento”.
Finalmente, don Andrés trata, en su
testamento, de precisar las contraprestaciones que debía realizar, señalando
que los mercedarios quedaban: “obligados perpetuamente para siempre jamás a
decir la missa mayor con su responso e mas una missa rezada cada dia
perpetuamente por mi anima como fundador e por las animas de mis padres y
difuntos e hazer decir todo los demás oficios y sacrificios que suelen y
acostumbran hazer e decir por los fundadores según los institutos y
constituciones de dicha orden” (6).
Para iniciar las obras del convento, a
principios de 1621, la comunidad adquirió varias casas y después procedió a su
derribo para levantar un edificio de nueva planta. Una de estas casas, situada
en la calle Caballeros, pertenecía a Doña Estefanía de Prado. Otra casa era del
Licenciado Diego Martínez y otra de los herederos de don Diego de Coca.
De la compra de la casa de Doña
Estefanía de Prado hemos encontrado la carta de venta con fecha de 1 de abril
de 1622, donde se fija el precio de venta en 950 reales:
“…Doña
Estefania de Prado soy poseedora de unas casas vinculadas…que dexaron Alonso de
Prado e Isabel de Prado mis tios difuntos las que en ellas están en esta ciudad
en la calle de caballeros de ella. Lind por la una parte del licenciado Diego
Martinez de Cea.. y por la otra casa de herederos de don Diego de Coca. Vecinos
de ella las quales por aver venido en notable ruina y diminución por no averse
avitado muchos años a por no aver vecindad por lo cual estamos a punto de
venderse… y por que se trataba de fundar un convento de religiosos descalzos de
nuestra señora de la merced que esta junto las dichas casas para cuyo efecto
los dichos religiosos las querían comprar e incorporarlas en su convento y que
de venderse resultaría de utilidad de dicho binculo… y que de ello no Benia ningún
perjuicio, cometieron a dicho vicario y visitador que hiciese publicar en la
iglesia parroquial de Nuestra señor del Prado desta ciudad en cuyo distrito están
las dichas casas… últimamente fray Diego de San Jose padre de avito de nuestra
señora de la Merced en virtus de poder que le dieron al padre comendador y
religioso de esta orden de esta ciudad las puso para el dicho convento en
precio de nuebecientos y cinquenta reales de contado…” (7).
El proyecto se financia con la renta que
había dejado el fundador y, aunque no conocemos los pormenores de tipo
arquitectónico, sabemos que en su desarrollo se incluía la construcción de una
iglesia.
La primera piedra de este recinto se
coloca el 26 de febrero de 1622 (8).
Dos años más tarde, en 1624, es comprada
la casa de los herederos de don Diego de Coca a don Sebastián de Coca, por la cantidad
de 2.600 reales. Este precio nos hace pensar que esta propiedad era mayor que
la primera casa comprada por los frailes.
Tras consultar los diferentes
documentos, no se encontró una descripción del edificio del convento en su
origen, aunque sí se han documentado en el Libro de Fábrica del convento (9), los gastos de la fábrica del edificio.
Esta documentación es de gran interés en la medida que permite hacernos una idea
de cómo fue en su día la construcción del convento, en cuanto a materiales
empleados, su procedencia, trabajadores, espacios construidos, fecha de los
trabajos, etc.
La edificación del convento se prolongó
a lo largo de varias décadas del siglo XVII. Esto se debió, entre otros
motivos, a la paulatina ampliación que sufriría el edificio. Es un inicio,
siguiendo las normas de la Orden, el convento debía ser de una construcción
austera y de pequeñas dimensiones, norma que en el proyecto original se
cumplía.
Los primeros gastos fueron destinados a
la compra y derribo de los distintos inmuebles citados, así como a la
adquisición de materiales:
“De las casas que se han comprado para
sitio del Convento asta principio de marzo de 1621 años i de todo lo que gasto
en derriballos i juntar materiales i sacar piedra i traella al dicho sitio i
arena i lo que se pago al oficial días que es el que ace la obra i de cal i
todo lo demás que gasto desde la posesión desta casa por la provincia de
Andalucia conforme elpadre Diego Martinez de Aguilera administrador del
patronazgo abad i gasto por su orden nueve mil i quinientos i quarenta Rs
(reales)…” (10)
Entre los datos curiosos que existen
debidamente documentados, podemos destacar que en los primeros años trabajaría
como maestro de obra un tal Maestro Ramírez (11), y que el 10 de mayo de 1621, se contrataron
treinta mil ladrillos con Sebastián López, vecino de Torralba, por un precio de
46 reales cada millar.
Tras los hallazgos aparecidos en el
edificio, se ha podido comprobar cómo las trazas del convento, en sus inicios,
se disponían en torno a un pequeño patio que hacía las veces de claustro, y que
se correspondería con el espacio que ocupa la escalera de acceso a la primera
planta, donde, tras eliminar los pequeños patios que en época del instituto
enmarcaban esta escalera, se ha localizado la fisonomía del originario, con sus
ventanas y puertas en los muros.
Las distintas dependencias del convento
se distribuían en torno a este patio. Así, en su lado norte, estarían las
cocinas y despensas; en su lado este el refectorio; mientras que en los lados
sur y oeste se encontrarían unas galerías en forma de “L” que comunicarían con
las distintas dependencias del convento: celdas, capilla, etc. Esta
distribución del espacio, de fácil lectura, se ha mantenido hasta nuestros
días, por lo que estaríamos hablando de la estructura de un “primer convento”
que después se vería ampliado.
Fuente: “Un Convento,
Un Instituto, Un Museo”. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha 2005.
(1)
Hervás
y Buendía, Inocente. Diccionario Histórico Geográfico, Biográfico y
Bibliográfico de la Provincia de Ciudad Real. Ciudad Real, 1890.
(2)
AHN,
Clero, Clero secular-regular, legajo 1867, sf.
(3)
Barranquero,
José Javier. Conventos de Ciudad Real. BAM. 2003.
(4) AHN, Clero,
Clero secular-regular, legajo 1867, fol. 7r.
(5) Barranquero,
José Javier. Conventos de Ciudad Real. BAM. 2003.
(6) AHN, Clero,
Clero secular-regular, legajo 1867, fol. 7r.
(7) AHN, Clero,
Clero secular-regular, legajo 1867.
(8) AHN, Clero,
Clero secular-regular, legajo 1867.
(9) AHN, Clero,
Libro de fundación y obra del Convento, 1621-1662. Libro 2837.
(10
y 11) AHN,
Clero, Libro de fundación y obra del Convento, 1621-1662. Libro 2837.
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