La festividad del Corpus se organizaba
por el Concejo de Villa Real desde los tiempos de su fundación por Alfonso X.
En efecto, poco después del nacimiento de nuestra villa, Urbano IV instauraba
en 1264 la fiesta del Corpus Christi. Todo induce a creer, que, asociado a la
villa al regocijo de la Iglesia, votó su celebración como carga pública. Clero
y Concejo asistían a la procesión.
En el caso de Ciudad Real, las fuentes
documentales o las cuentas concejiles dan cabida a gastos que nos permiten
evaluar la condición del Concejo ante un fenómeno religioso que irrumpió en la
vida municipal. Prueba de ello fue la aparición, en cuentas de gastos bajo la característica
de “funciones de iglesia”. Por tradición nuestro municipio ciudarrealeño tenía
contraídos una serie de gastos fijos, debidos a una sucesión de “votos”, no
menos de quince. A estos votos se añadían los gastos de la festividad del
Corpus Christi.
Efectivamente, de todas las funciones
religiosas públicas, destacó siempre en Ciudad Real la procesión del Corpus,
fiesta que tuvo en la ciudad una devoción especial. Dicha procesión fue
propicia a continuos cambios y modificaciones, lo que daría lugar a choques
entre hidalgos y pecheros en el siglo XVI. Un ejemplo de los problemas
originados en dicho siglo, fue el del gremio de barberos, que por “antiguos
usos” había de escenificar una vistosa danza en la carrera procesional del
Corpus. Pero en el año 1530, y por razones desconocidas, los barberos se
negaron a ejecutarla, seguramente por serias y justificadas desavenencias. La
festividad quedó así en la primera mitad del XVI reducida a la procesión, sin
otro regocijo o fiesta, tal como era costumbre.
Así, sabemos que hasta 1738 la procesión
del Corpus Christi se iniciaba en la parroquia de San Pedro, al tiempo que otra
diferente hacía su salida desde la parroquia de Santa María (que luego habría
de ser Catedral, es decir, se celebraban dos procesiones a la vez, por lo cual
ese mismo año se informó, con fecha 20 de mayo, al cardenal Guadagni, alegando
el vicario juez eclesiástico, que se debía impedir la de San Pedro,
efectuándose la primera prohibición al siguiente año. Esto dio origen a un
largo expediente entre ambas parroquias, que en parte quedaría resuelto al
efectuarse la procesión desde Santa María del Prado, para dirigirse a San
Pedro, donde era celebrada una misa solemne. No obstante, dicha detención en la
parroquia de San Pedro resultaba interminable, y así surgió otro largo pleito
entre ambas parroquias. Es decir, Santa María, por un lado, y San Pedro y el
Ayuntamiento, por otro, que al parecer apoyaba a esta última parroquia conforme
a inmemorial costumbre en Ciudad Real. Trasladado el pleito hasta Roma, desde
el arzobispado de Toledo, quedó resuelto a favor de la supresión definitiva de
la misa en San Pedro.
La festividad del Corpus Christi, aun en
1766, originaba unos gastos de 1.373 reales, con cargo al Ayuntamiento de Ciudad
Real. Sabemos que entre las parroquias de San Pedro y Santa María, surgieron
estos roces por la incorrecta interpretación de privilegios. Nuestra Catedral
ostenta el título de “La Mayor”, precisamente otorgado por antiguos pleitos
entre ambas parroquias, y porque en los tiempos que fue primitiva ermita,
seguramente obtuvo honores de parroquia.
José
Golderos Vicario (Diario Lanza,10 de junio de 2012, página 28, Sección Opinión)
No hay comentarios:
Publicar un comentario