Centuria y media llevaba de existencia
la puebla de Don Gil cuando el hijo de Fernando III el Santo, don Alfonso,
fuera elevado al Trono, el que con más dotes para las letras que para la
milicia pasaría a la historia como el décimo de los Alfonsos y con el
calificativo de Sabio.
En el tercer año de su reinado viene don
Alfonso a Pozuelo de Don Gil, en cuya aldea debía reunirse con los caballeros
aragoneses y castellanos que por él habían sido llamados para ir a sofocar los
levantamientos de los reinados de Jaén y Murcia. Durante su espera en la aldea
y ante la vista del aumento de la misma y su situación geográfica, considera
don Alfonso que este sitio de Pozuelo de Don Gil pudiera ser el más idóneo para
llevar a cabo su propósito de fundar una “gran villa”, cabecera de aquella
comarca que fuera nudo de enlace entre Castilla y los reinos andaluces
sometidos por su padre y que, al mismo tiempo, pudiera servir de fuerte
baluarte, dentro del campo de Calatrava, capaz de sobreponer el poder real al
de los soberbios y díscolos maestres y caballeros de la Orden. Esto fue, según
varios historiadores, el doble objetivo político que indujo a don Alfonso a
fundar en Pozuelo de Don Gil su “bona y gran villa” dándole el nombre de Real.
El documento original de la Carta-Puebla
de la fundación de Villa Real se conserva en buen estado en el archivo
municipal. Esta firmada en Burgos a 20 de febrero de 1255 por los reyes don Alfonso
y doña Violante, y confirmada por los caballeros principales del reino. En ella
se señala como su escudo “la imagen del rey fundador en actitud sedente en su
trono con sus atributos reales de cetro y espada, rodeado por un arco sillar y
de una muralla que envuelve el conjunto y dentro de ella las casas e iglesias
de la ciudad”.
Al estilo de la época concede don
Alfonso a los moradores de la naciente villa numerosos privilegios y
franquicias, dejando, inclusive, a varios de los caballeros de su comitiva para
que se avecinen en la Villa. Es tal el interés que ejerce Villa Real sobre su
fundador que éste no escatima en sus dádivas y gracias para sus moradores.
Concede a los plebeyos el fuero de Cuenca y las franquicias de los caballeros
toledanos a los caballeros villarrealengos, privilegios muy estimados en aquel
tiempo. El propio rey quiso tener en la Villa su propia “casa” y manda
construir su Alcázar Real.
Al disfrute de tan generosas dádivas,
corren, en efecto, gente de todas clases y categorías de los pueblos vecinos y
lugares cercanos, deseosos de mejoramiento de posición, entre los cuales se
encontraban gran número de moros y judíos los que en este tiempo gozaban de
cierta protección de los reyes.
Rápidamente aumenta la población de la
Villa, quedando desde su fundación dividida en cuatro barrios: el determinado
por los primitivos cristianos situado alrededor del templo de la Virgen del
Prado, próximo al pozo de su origen; el barrio de los hidalgos, establecido en
torno del Alcázar del Rey; el de la morería y el de los judíos, barrios que, a
pesar del oleaje del tiempo, al cabo de algo más de seis siglos, los nombres y fisonomía
de alguna de sus calles determinan el sitio donde estuvieron.
Puerta
de una antigua vivienda que existió en la calle de la Zarza, donde actualmente
se encuentra el espacio habilitado para aparcamiento, y que perteneció al
antiguo barrio cristiano de la Virgen
Comprendía la barriada de los moros o
morería, todo el ámbito desde la puerta de Santa María a la de Alarcos, que por
el interior cerraban las calles de Postas y Morería. Se extendía al barrio de
los judíos, por el lado oriental, la muralla comprendida entre las puertas de
Calatrava y de la Mata; por el poniente, hasta la calle de la Paloma; por el
norte, la calle de Calatrava, y por el sur, la calle de la Mata y su
prolongación por la calle Lanza. Este barrio estuvo formado por un vastísimo
cuartel dividido en dos partes desiguales por la calle principal de la judería,
la hoy llamada Comandante López Guerrero.
La población cristiana se extendió por
todo lo restante de la villa, dividido en dos barrios: el primitivo de Pozuelo
de Don Gil y el moderno junto al Alcázar Real.
Hasta principio de siglo Ciudad Real
conservó el plano topográfico de su fundación con pocas transformaciones. Este
tenía la forma de una elipse casi completa, cuyos ejes arrancaban, el mayor, de
dirección de norte a sur, desde la Puerta de Toledo a la de Granada y el menor,
desde el extremo de una línea que dividiendo por la mitad el poblado
comprendido entre las puertas de Calatrava y la de la Mata, termina en la parte
occidental del antiguo barrio de la Lentejuela, hoy calle de Don Antonio Blázquez.
Todo él estuvo cercado de murallas enlazadas con 130 torres con tres puertas
principales: la de Toledo, la de Granada y la de Alarcos. Había, además, cinco
portelones o puertas menos importantes: la de Calatrava, la de la Mata, la de
Ciruela, la de Santa María y la del Carmen, Murallas y puertas proyectadas por
el Rey Fundador, pero terminadas con posterioridad de su reinado,
desaparecieron en el siglo pasado en sucesivos aprovechamientos y demoliciones.
En la actualidad solo se conserva la de Toledo y un pequeño lienzo de la
muralla que hubo entre la puerta de la Mata y Granada y los nombres de las
restantes puertas en los lugares en donde estuvieron.
La arraigada honradez y fidelidad que
los villarrealengos mantuvieron siempre con la Corona costó a éstos, mas de una
vez, la sangre e incluso las vidas de los mismos, en las frecuentes escaramuzas
sostenidas con la vecina rival Orden de Calatrava, la que jamás vio con buenos
ojos a la naciente Villa del Rey, dentro del Campo de la orden, exenta de
tributo.
Los de Villa Real siempre estuvieron al
servicio de los reyes. En el siglo XV, cuando don Juan Segundo se hallaba
cercado por su enemigo en el Castillo de Montalbán, las milicias de Villa Real
acudieron con diligencia al auxilio del rey. Salvada la situación, don Juan
quiere premiar a los valientes villarrealeños que con su coraje y valor habían
acudido en su defensa y en diciembre del año 1420, como premio al
comportamiento a los de Villa Real, eleva la Villa a categoría de ciudad,
trocando su título por el de “Muy noble y leal ciudad de Ciudad Real”.
Hermenegildo
Gómez Moreno (Diario Lanza, viernes 15 de enero de 1982, página 7)
El
castillo de Montalbán es un castillo que se encuentra en el término municipal
de San Martín de Montalbán, al sur de la provincia de Toledo. Juan II quedó
sitiado en el castillo por las tropas del infante don Enrique, que más tarde
sería rey, en diciembre del año 1420. Tras un sitio de dos meses, las tropas
del infante don Enrique levantaron el sitio y se marcharon; esto fue en parte
gracias al apoyo prestado por la entonces Villa Real, que mandó al castillo
unos mil quinientos hombres armados de su milicia en ayuda del rey. Como premio
por el valioso servicio, el rey Juan II concedió a Villa Real el título de
Ciudad Muy Noble y Muy Leal; desde entonces, Villa Real cambió su nombre a
Ciudad Real.
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