Diario
“Lanza”, 11 de mayo de 1994, página 10
Como hemos visto durante estos últimos días,
las galerías que actualmente se encuentran detrás de la puerta del Torreón del
Alcázar, y las que contiguas a estas fueron tapadas, se dirigían según los
estudios arqueológicos hacia la Plaza de San Francisco, e incluso en la noticia
que publicó lanza el 21 de junio de 1992, se dice textualmente: “El derrumbe en
la zona obligó a los trabajadores a apuntalar algunas de las galerías ya que
estas se introducen en el subsuelo de la calle Granada”.
Es decir que estas galerías se dirigían
hacía el desaparecido Monasterio de los Franciscanos que fue uno de los
primeros que se estableció en la entonces Villa Real. Este monasterio al
parecer, fue fundado y dotado ya en 1263 por el propio monarca fundador de Villa Real, Alfonso X el Sabio, en las
proximidades del Alcázar, junto a la Puerta de Granada. Al poco tiempo se
levantó la Iglesia del mismo, en la que, en 1275, se depositó el cuerpo del
infante don Fernando de la Cerda antes de ser trasladado a las Huelgas de
Burgos para su definitiva inhumación.
La orden debió influir sobre la sociedad
de Ciudad Real y en su monasterio se celebraron desde su fundación las juntas
de la Vieja y Santa Hermandad. La Inquisición lo utilizó como cárcel-residencia
de clérigos sospechosos y “necesitados” de meditación.
Tuvo el convento una cofradía de
caballeros hidalgos con el título de San Francisco, que se encontraba ya
fundada en 1392, instituida mucho tiempo antes.
Suprimido el convento en virtud de la
ley de desamortización de 25 de octubre de 1820, cuando se decretó la
disolución de los monasterios y los conventos, incorporando sus bienes al
Estado, pasaron los religiosos que lo habitaban al de Santa Cruz de Múdela,
quedándose el Ayuntamiento la administración del edificio, el cual estableció
un Hospital Civil. En 1850 se instaló en él la Escuela Normal de Maestros y
Práctica de Niños y el 3 de octubre de 1859 fue aprobado convertirlo en
Hospicio Provincial, siendo inaugurado el 1 de enero de 1860 bajo la advocación
de San José. Un incendio destruyó gran parte de su techumbre, la que se renovó,
elevando sus murallas y dando más ventilación a sus salas en 1890, levantándose
una nueva fachada del edificio con una plaza en 1907.
Este convento, se encontraba ubicado en
el solar que actualmente ocupan el Colegio Público y la Residencia
Universitaria Santo Tomás de Villanueva, en la Plaza de San Francisco, nombre
que recibe precisamente por haber estado en este lugar el mencionado monasterio
franciscano.
Como dije al principio, las galerías se
dirigían hacía el desaparecido monasterio por el hallazgo arqueológico que se
descubrió en 1994 y que también fue tapado. Me refiero a la noticia publicada
en el diario “Lanza” el 11 de mayo de 1994 que lleva por título: “Los túneles
de ladrillos hallados son canales de saneamiento”. En esta noticia se dice que:
“Los túneles de ladrillo abovedado
hallados al excavar los terrenos adyacentes a la antigua Casa Cuna de la
capital, donde se va construir un nuevo centro de Enseñanzas Medias, son sólo
una canalización de saneamientos, posiblemente vinculada a lo que fuera un
convento franciscano. Así lo dijo ayer a Lanza el arquitecto de las obras que
acababan de iniciarse en los terrenos de la Diputación, José Rivero.
La
zona donde fueron hallados estos túneles, además de restos de huesos humanos
por los enterramientos de los religiosos, se ubica justo detrás del actual
Centro de Exposiciones (CEX) en lo que fuera patio del hospicio.”
Un mes después el 24 de junio el mismo
diario nos informaba del resultado del estudio efectuado por el arqueólogo José
Luis Pérez de Ynestrosa, dependiente de la Delegación de Educación y Cultura de
la Junta de Comunidades. En este informe se nos dice que los restos arqueológicos
encontrados eran unos osarios y una cripta. En los osarios se encontraron
restos de varios individuos con sus correspondientes mortajas, botones,
fragmentos de cerámica vidriada y una
moneda de bronce muy deteriorada, correspondiendo estos enterramientos a
finales del siglo XV. Los individuos enterrados en los osarios debían
pertenecer a la misma familia, como indicaba la presencia de escudos
nobiliarios en las lapidas que cubrían los restos.
En cuanto a las galerías se hacía
constar que eran de ladrillos abovedados, es decir, iguales que las
descubiertas en las inmediaciones al Alcázar Real, lo que es una muestra
evidente que el Monasterio de los Franciscanos se comunicaba con el Real
Alcázar. Los restos arqueológicos encontrados se taparon y nadie lucho por
conservarlos o incluirlos en el instituto que se levantó sobre ellos.
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