Han sido muchos ciudadrealeños los que
me han pedido parecer respecto a los recientes hallazgos arqueológicos
encontrados en los terrenos donde estuvo ubicado en su día el Alcázar Real de
Ciudad Real. Ante esta continua petición de opinión he creído necesario
elaborar un artículo referente a la historia de nuestro Alcázar Real, desde su origen hasta
su total casi desaparición de la escena patrimonial-histórica de Ciudad Real.
La aparición de
estos restos arqueológicos en la zona de nuestro Alcázar Real no es nueva,
incluso en el año 1991 se encontraron unos pasillos cruzados entre sí, con
dirección Alcázar Real-Convento de Franciscanos, donde hoy se encuentra la
Residencia Universitaria Santo Tomás de Villanueva.
Respecto a estos
túneles ya dio varios toques de atención –como siempre- a las autoridades
ciudadrealeñas, nuestro firme defensor de Ciudad Real, Manuel López Camarena.
El primer director del diario La Tribuna, pugnó por la conservación total de
las galerías descubiertas. En este caso y circunstancia solo se logró conseguir
salvar un corto tramo del túnel, pues al parecer fue sacrificado en gran parte
el mismo, al cimentarse el edificio de Urbazo.
Pero lo
cierto y verdad, que con este nuevo descubrimiento; tanto del muro, cuevas y
pasillos, bajo la desaparecida edificación de nuestro Alcázar Real, nos
demuestra una vez más, que la historia nos alcanza. Lo mismo que en Granada o
en Valencia, se antepone el Patrimonio y la Historia, a los negocios
inmobiliarios y a los vaivenes políticos. Los políticos antepondrán -como
siempre lo hicieron en esta capital-, los negocios privados inmobiliarios, y
los caprichos de partido, a la cultura, el saber, la ciencia el patrimonio y a
la propia historia. Historia no solo de los ciudadrealeños, sino también de
todos los españoles.
Por lo tanto, es
mi firme propósito con estas líneas reivindicar la total conservación de estos
restos, cueste lo que cueste, y sacrificándose todo interés particular
colocándose muy por encima siempre el interés general de todos los ciudadrealeños.
El Alcázar Real
era un edificio con un origen altomedieval fuertemente vinculado a la presencia
islámica en la Península. Es por ello que se hace necesaria una breve
introducción encaminada a exponer las características de estas construcciones
que, con el paso del tiempo, se destinarán a albergar a la Monarquía Hispánica,
institución que no dudará en adaptarlas a sus muy diferentes necesidades
residenciales y representativas.
En todos los
casos, como he dicho, el origen se remontaría a los años de dominación islámica,
sin olvidar que en gran parte de los Alcázares Reales se han documentado
vestigios arqueológicos relativos a la huella romana anterior.
Pero será por tanto la cultura islámica la que conforme en su mayor parte
los perfiles de estos edificios. En la mayoría de los casos como es el Alcázar
Real de Ciudad Real, la arquitectura desplegada tendrá como primera visión la
defensiva, finalidad que implicaría la elección de enclaves elevados –patente
en Segovia, Madrid, Toledo y Ciudad Real- . Será este carácter nítidamente
militar el que dé sentido en un principio a estas fábricas. Posteriormente, qué
duda cabe que gracias a los cada vez más prolongados periodos de relajación del
conflicto entre árabes y cristianos, el matiz militar daría paso a una progresiva
incorporación de elementos civiles, lo que se hace evidente de manera especial
en los Alcázares de Sevilla.
Pero los
tumultuosos años bajomedievales, plagados de conflictos entre la nobleza y la
corona, obligarán al mantenimiento de una estructura defensiva sólida. Serán
estas construcciones de líneas claramente castrenses, con sus potentes y
gruesos muros fortalecidos con compactos torreones cada cierto trecho, las que
serán ocupadas por la nueva casa reinante de los Trastámara.
No obstante,
será durante el gobierno de dicha dinastía a lo largo del belicoso siglo XV
cuando se den nuevos pasos hacia una tímida reintroducción de elementos civiles
en estos viejos caserones. Es ahora cuando se realizan obras de alhajamiento de
los espacios internos de las viejas fortalezas, teniendo especial importancia
las llevadas a cabo en los Alcázares de Madrid y Segovia. En ambos casos,
siempre manteniendo su carácter general de castillo, se introducirán cambios de
importancia con la creación de amplios salones representativos decorados con
mayor lujo, cuya influencia en las arquitecturas desarrolladas por los reyes de
la dinastía de los Austrias será fundamental. De este modo, será a lo largo de
esta centuria cuando se completen las planimerías de los edificios y se avance
especialmente en la reforma de los interiores, generalizándose las decoraciones
murales con zócalos de azulejería junto a ricas y elaboradas yeserías,
cerrándose las salas más importantes o las cajas de las escaleras principales
con artesonados y alfarjes de tradición mudéjar.
Sin embargo el
reinado de los Reyes Católicos no será sino una continuación de esta política
edilicia, ahora compatible con una acentuación del interés por las residencias
reales unidas a complejos monásticos y, en lo estilístico, con una vacilante
introducción de los motivos ornamentales del nuevo repertorio renacentista.
El Alcázar Real
de Ciudad Real, lo manda edificar el Rey Alfonso X. Las obras de construcción
se prolongaron durante muchos años; pero aun así -según historiadores-, estaba
ya habilitado como residencia regia, en el reinado del Rey Sabio.
Historiadores de
prestigio como Ramírez de Arellano nos dice; “es el mal llamado torre ó torreón
del alcázar”, aportando los siguientes datos importantes; “según Hervás, que en
1455 dio Enrique IV en dote á su mujer, Dª. Juana de Portugal, la villa de
Villa Real; dejando a esta señora como recuerdo de su señorío la torre del
alcázar, que mandó edificar en el sitio que ocupaban unas casas que había junto
á él... y que compró para esto en 1473; y suponemos que el Sr. Hervás al hablar
así, no se refiere al resto de construcción en que nos ocupamos, sino á una
torre que habrá desaparecido como el edificio entero á que se agregaba en la
indicada fecha. Muévenos á esto en primer lugar el conocimiento que tenemos de
las dotes de ilustración del Sr. Hervás, al que por el simple examen de lo que
queda no se le pudo ocultar que el llamado torreón, ni lo es, ni lo ha sido
nunca, ni es otra cosa que un trozo de muralla en donde hay una puerta que ni
aún puede decirse que fuera la principal del palacio. Además de esto, si D.ª
Juana de Portugal la hubiese construido, hubiera puesto en ella sus armas y no
las de castilla y León que aún puede descubrir cualquier persona que las busque
minuciosa y detenidamente. Desechando esta idea por completo, es por lo que
hemos dicho que la portada y no torre del alcázar, es lo más antiguo que en
Ciudad Real ha quedado....De aquella primitiva construcción procede el arco,
construido por canteros moriscos y que no tiene artísticamente nada de
notable... El trozo es lo siguiente: en un lienzo de la antigua muralla del
alcázar que en época muy reciente ha sido cortado por uno y otro lado y
reparado con sillaretes de piedra caliza para que su destrucción primera no
llegara á acabamiento y ruina, se abre una puerta de arco apuntado con un ancho
dobelaje de sillares colocados de plano, y este dovelaje por su parte exterior
, presenta una media caña de sencillísima ornamentación. En este bocel, á una altura
como de medio metro de sus arranques, se ven unos deteriorados salientes, y á
distancia igual de la clave, hay otros salientes, ya convertidos en informe
masa por la acción de los tiempos, pero no tan deteriorados que no se vea
claramente dibujado en uno de los interiores, al lado derecho del espectador,
una castilla, y se venga en conocimiento de que la otra debía estar del otro
lado y dos cabezas de leones junto a la clave, signos heráldicos de los
blasones de D. Alonso el sabio.... Con esto terminaríamos el estudio de la portada
si no tuviéramos que decir que la construcción está hecha por moros mudéjares,
los cuales para que no quedara duda, dejaron sus marcas en la construcción, señalando
los sillares con triángulos y letras, y muchos de ellos con el signo
cabalístico de los mahometanos ó sean los dos triángulos entrelazados en forma
de estrella de seis puntas, en los cuales no falta más que el nombre de Allah
para ser iguales á los que se observan en infinitas construcciones muslímicas y
hasta en los ochavos morunos con que los marroquíes pagaron á España gran parte
de la indemnización de guerra por nuestra gloriosa campaña de África de 1859”.
Hasta aquí la visión histórico artística del eminente historiador Rafael
Ramírez de Arellano.
El sabio y elocuente
Cronista Oficial de Ciudad Real profesor Emilio Bernabeu, en un artículo
publicado en los años treinta en el diario ciudadrealeño Vida Manchega, nos da
un testimonio importantísimo; “De gran extensión y perfectamente fortificada,
como la hemos conocido aún no hace muchos años, la mansión real era un
verdadero castillo señorial, con sus fuertes murallas, torres de trecho para
defenderlas de los ataques enemigos, debiendo en su tiempo haber estado todos
los regios aposentos soberbiamente decorados por aquellos alarifes mudéjares
que tan preciados monumentos hicieron”
Respecto a los
hechos históricos que sucedieron en el Real Alcázar de Ciudad Real, sobresale
la muerte del Infante de la Cerda, acaecida en el año de 1275. Dicen los
historiadores que al darse cuenta de su inminente muerte, llamó a D. Juan
Núñez, y le rogó mucho que trabajara, para que al morir Alfonso X se declarara
Rey de Castilla, a su hijo, el Infante don Alonso de la Cerda. Según las
Partidas, tenía derecho y debía ser así.
El Infante D. Sancho, más tarde Sancho IV,
segundogénito del Rey Alfonso X, al tener noticias de la enfermedad de su
hermano, vino a Villa Real, y en el Alcázar, con el apoyo del poderoso Señor de
Vizcaya D. Lope Díaz de Haro, se presentó y proclamó como heredero de la Corona
de Castilla. Y aquí comenzó la rebelión del Infante D. Sancho contra su egregio
padre el Rey Alfonso.
Años después el Rey Alfonso XI concedió varias Cédulas
relacionadas con el Alcázar Real. En 1344 Alfonso XI recibe en el Alcázar a los
embajadores que el Rey de Marruecos le envió en reconocimiento por haberle
devuelto a las dos hijas que había cogido en la batalla de Tarifa. También este
monarca en su segundo año de reinado, concertó en el regio edificio las
opiniones de los procuradores y del Arzobispo de Sevilla y del obispo de
Córdoba para designar tutor del rey, pues no llegaba a los tres años de edad al
infante don Pedro. Ciertamente pocos saben que el Rey Alfonso XI hizo en el
Alcázar Real de Villa Real, el importantísimo documento legislativo y jurídico
titulado como “ El ordenamiento de Villa Real de 1346”, fecha en la que reunió
Cortes en el Alcázar Real”.
Menéndez Pidal
da como dato importante de nuestro Alcázar Real en Villa Real, lo siguiente;
“..en el año de 1405 finó en el Alcázar de Villa Real, la exiliada Reina de
Portugal doña Leonor de Telles y Meneses, asistida por su hija la Reina de
Castilla doña Beatriz de Portugal. La difunta Reina fue trasladada con honores
de reina a su última morada desde el Alcázar hasta el Real Convento de Nuestra
Señora de la Merced, junto al nicho de su hijo el malogrado Infante de
Portugal. La Reina Beatriz vivió ya viuda en este Alcázar, hasta que falleció
en él. Era esta Reina castellana Señora de Villarreal, por decisión de su
esposo Juan I de Castilla.
José Liberto López de la Franca (Diario “El Día de
Ciudad Real, domingo 5 de marzo de 2006, páginas 14 y 15
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