Imagen
de la Virgen de la Blanca que recibió culto en la Parroquia de Santiago hasta
el año 1936 en que fue destruida, y a la que tuvieron gran devoción los
ciudadrealeños durante siglos
Recogemos la nota de Don Inocente Hervás
y Buendía. Por él sabemos, como era la imagen de aquella histórica Virgen
Blanca, que cobijaron los muros de la Vieja Calatrava. El autor del Diccionario
Histórico Geográfico, nos la detalla así: “se halla esta Santa Imagen en tosca
silla sentada y adorna su cabeza blonda
cabellera, etc.” Pero antes de explicar la devoción que el pueblo siente por
esta talla de la Santísima Virgen; hagamos un poco de historia.
Corría ya el año 1147, cuando el piadoso
emperador Alfonso VII consigue hacer cristiano el fuerte baluarte de Calatrava
que ha ocupado hasta entonces el poder musulmán. El egregio monarca no tarda mucho en disponer la donación
de la antigua mezquita de los árabes a la Iglesia católica. Lo hace el 13 de
febrero del mismo año de su conquista y a través de Raimundo, Arzobispo de
Toledo. El mandato que le da es el siguiente… “como hasta aquí fue mezquita de
moros, la hagáis casa de Dios e iglesia de fieles…”
Pero todo no serían bonanzas para las
armas cristianas, vendría después la derrota de Alarcos y el espanto de los que
conocieron el poder y la bravura musulmana.
Cuando ya han transcurrido diecisiete
años de la tragedia de Alarcos, vuelve otra vez el estandarte de la cruz a
ondear de nuevo sobre las torres de la fortaleza aunque todos sus muros son un
montón de ruinas.
Estando así las cosas entre moriscos y
seguidores de la cruz, ya en el año
1212, el Maestre Don Rodrigo Garcés y junto a los muros de Calatrava la Vieja,
logra levantar una modesta iglesia que dedica a Santa María la Blanca y donde
en una modesta hornacina, colocó la talla de la Madre de Dios. Y, es tanto el
fervor que los fieles sienten en la veneración de la imagen, que, mostrándole
continuamente su devoción llegaron con ella hasta los últimos años del siglo XVII. Era tanta la fe que en Ella
ponían los hijos de Ciudad Real, que sólo a su ermita acudían a pedirle la
solución de sus calamidades y miserias.
La ciudad entera “recurría únicamente a Nuestra
Señora de la Blanca”, -nos dice Hervás y Buendía-, y, también aprendemos de
este historiador, como el Ayuntamiento, en muchas ocasiones, ordenaba trasladar
su imagen a la parroquia de Santiago. En la que organizaban “fervorosas
rogativas” pidiendo solución a las tribulaciones que sufría el pueblo.
Fueron muchos los años que se invocó el
patrocinio de la Virgen Blanca, y, muchas de las gracias que los cristianos
recibieron a través de esta imagen, pero ya en el siglo XVIII disminuyó su
culto que desde tiempo atrás el vecindario le venía demostrando. Se debía la
dejadez al esplendor que por aquel entonces empezaba ya a tener Nuestra Señora
del Prado como Patrona de todos los hijos de Ciudad Real.
Por unas u otras causas, la fe que
siempre pusieron en Ella los fieles, se fue enfriando y hasta desapareció su
cofradía. “La ciudad, -sigue Hervás- sólo recurría a su intercesión en
contadísimas ocasiones, por lo que el culto se abandonó y la ermita
amenazaba ruina eminente”.
Ante la dejadez de los que antes habían
sido sus devotos, parece ser, que, el párroco de Santiago y sin contar para
nada con el Ayuntamiento capitalino, trasladó la imagen de Santa María la
Blanca al templo santiaguista, colocándola en el camarín del altar mayor en el
año 1774. Este hecho, no gustó a muchos de sus devotos que aún le seguían
fieles. Para que volviera a su ermita, intentaron repararla; pero entre dimes y
diretes, transcurrieron catorce años sin darle solución a tan bendito asunto.
En todo ese tiempo, -no relata la historia-,
los vecinos de Carrión entraban en la ermita arruinada sus ganados, pues habían
desaparecido ya sus puertas y ventanas.
Y fue así, poco a poco, y como ha
sucedido muchas veces en la historia de los pueblos, la devoción de Nuestra
Señora de la Blanca y ante la que tantas veces se postraron sus devotos, se fue
perdiendo entre las brumas del tiempo.
Alumbraban los tiempos ya cambios y
devociones nuevas, por eso quedó todo como un retazo más para engrosar los
túneles del tiempo ido.
Enriqueta
Fernández (Diario Lanza, martes 15 de agosto de 2000, Extra Feria de Ciudad
Real)
Junto
a los muros de Calatrava la Vieja estaba la ermita de la Virgen de la Blanca,
lugar donde acudían los ciudadrealeños a solicitar favores a la Virgen
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