Detalle
del apodyterium (vestuario) y del frigidarium (baño frío). Ilustración de De
balnei Puteolani de Petrus de Ebuli.
En las ciudades medievales había baños
públicos, de moda en los siglos XIV y XV. En estos baños públicos existían dependencias
independientes tanto para hombres como mujeres. La inmensa mayoría de estos
baños eran centro de carácter social, acudiendo a ellos más que para bañarse
para relacionarse con los demás.
Contrario a las elaboradas instalaciones
de los baños romanos o árabes con grandes albercas comunes de distintas
temperaturas, los baños medievales usaban tinajas de madera con agua caliente
en las que cabían dos o tres personas. De hecho, muchas de las ilustraciones
medievales que sobreviven en nuestros días muestran a la gente tomando baños
comunales, y algunas otras muestran que también eran comunes las mesas con
comida y bebidas junto a las tinas o encima de ellas para comer mientras se
tomaba el baño.
Parece ser, sin embargo, que la sana
costumbre del baño se vino abajo de la mano de las grandes epidemias
medievales, cuando comienza a pensarse que el agua es la culpable de los
contagios entre los cuerpos, porque a través de los poros de la piel se podía
acceder a todos los órganos. Empieza entonces la época del baño “en seco”,
restringiéndose el uso del agua a manos y cara. Esta situación se mantendría
hasta casi el siglo XIX.
Ciudad Real no iba ser ajena a este tipo
de construcciones y Joseph Diaz Jurado en su obra “Singular Idea del Sabio Rey
Don Alonso, Dibujada en la Fundación de Ciudad Real”, nos habla al final del capítulo
IX de cómo el rey Sabio: “Para colmarla
de cuanto placer era entonces objeto permanente del más apetitoso deseo,
dispuso en lo más remoto del comercio, dentro de la misma población, hermosos
baños con el mayor aseo y artificio. Hoy conserva el sitio el nombre y se
disciernen vestigios de sus edificios arruinados”.
Poco hablan los historiadores locales de
este edificio público medieval de nuestra ciudad, siendo localizado sus restos
por Delgado Merchán en su obra “Historia
Documentada de Ciudad Real. Al final del capítulo VIII de la misma habla de la
referencia que hace Díaz Jurado de estos baños: “El Sr. Díaz Jurado en su
historia inédita habla también de unos “hermosos baños situados en lo más
remoto del comercio dentro de la población, (dispuestos por el rey Sabio) con
el mayor aseo y artificio, que hoy conserva el sitio el nombre y se disciernen
vestigios de sus edificios arruinados, de cuyos baños ninguna noticia pude
adquirir cuando publiqué la primera edición de esta Historia. Después, por
indicaciones de la ilustrada señora Condesa de la Cañada, excelentísima señora
doña Josefa de Medrano, visité el edificio que con destino a molino de aceite
posee hoy su hermano D. José en las inmediaciones del cuartel de la Misericordia,
y pude convencerme de que allí en efecto
estuvieron instalados los baños a que se refiere el citado escritor. Se conservan
hermosos restos de la construcción primitiva que denuncian la época y el estilo
arábigo exactamente igual al de la monumental puerta de Toledo. No ha
desaparecido el trazado antiguo y aún se ven algunos arcos de entrada a los
departamentos destinados a dicho uso. El sitio,
el corte, la estructura de las bóvedas, los extensos jardines que por
naciente y Sur rodean el edificio, y el nombre antiguo de la calle llamada del
Baño o Baños, todo revela su remotísimo origen y la aplicación que tuvo. ¿Fue el
balneario de los hebreos, o un balneario general para uso del pueblo? La
circunstancia de no hallarse enclavado en la Judería me induce a creer lo
último”.
Por lo descrito por Delgado Merchán
sabemos que a principios del siglo XX, aún se conservaban los restos de estos
baños medievales ciudadrealeños y que se encontraban en la actual calle “Don
Quijote”, que con anterioridad se llamó calle Baños.
En
la actual calle Don Quijote, antigua calle Baños, se encontraban los baños públicos
medievales de Ciudad Real
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