Nobles
casas de añejos linajes ciudadrealeños se repartían por toda Ciudad Real. La
fotografía de Julián Alonso nos muestra una vieja portada de la calle de la
Mata
Paisano mío y lector amigo: Hará unos
dos meses, poco más o menos, te ensarté una larga relación de viejas casas de
Ciudad Real y te prometí, entonces, ponernos a prueba, tú y yo –tú de
paciencia; yo, de pesadez-, con la continuación y fin de las anotadas en mis
papelotes, guardados con cariño. Allá te envió mi promesa cumplida, y tan cumplida
te va que mucho me temo la dejes sin leer o la tires cansado. Estarás en lo
justo. No te lo reprocharé, si así lo hicieres. Bien lo merece mi aridez, y eso
que, para disimularla, hice tres manojos con las familias que quedan.
Formé uno con los que, mis notas, no
consiguen el emplazamiento de la residencia. Hice otro con los que “asolada” la
tenían por aquellas fechas del primer tercio del siglo XIX. Últimamente
amontoné las que en esa época, conservaban edificio más o menos solariego.
Te advierto, no me cargues –como en otra
ocasión hiciste- más falta de ortografía que las propias, pues he respetado la
original de los apellidos y de algunos párrafos completos, y éstos, como es de
rigor, entrecomillados van. Corrige, tú, si te place, y recuerda de pasada,
cómo la ortografía, no ha sido virtud y obligación, del escritor, hasta tiempos
recientes.
Empecemos, pues:
No sé dónde tenían la casa de los
Cárdenas, “entroncada con los Belardes” y ya citada anteriormente, esta; de los
Ponce de León; de los Avellanedas; de los Baldepeñas; de los Oliver y Tamayo;
de los Espinosa de los Monteros; de los Belez; de los Rosales; de los
Balmasedas; de los Preteles; de los Almansa de Gil; de los Idiartes y Rodas; de
los Loras; de los Gimenez Coronados; de los Berenguel; de los Monteagudos; de
los Deceas; de los Melendes; de los Davilas; de los O Viedos; de los Ladrón de
Guevara; de los Aguirres; de los Picos; de los Tremendos; de los Calceradas; de
los Baldivieso; de los Savariegos; de los Ruices del Valle; de los Duran de
Cascana; de los Cozar; de los Liras; de los Coca, a la que pertenecían el
fundador de la Capilla “del Chantre”, de San Pedro; de los Nuñez de Prado en la
cual hubo un Caballero Templario.
A la casa de los Puertos pertenecían “los
fundadores de las capellanías de Coro de la Parroquial del señor S. Tiago”. A
la del Marmol, don Luis, “el fundador del Monasterio de las Religiosas de la Purísima
Concepción franciscas”. A las de los Costanzas un “Inquisidor de esta Ciud. Rl.
En el corto tiempo que estuvo la Inquisición, que fueron poco más de dos años,
y se quemaron 50 Judíos en el Brasero, que estaba en el Terrero”. Unos de los
descendientes de la familia “Igueras”, dejó una fundación piadosa el día 8 de
septiembre para dotaciones a las huérfanas y (para que), el Clero de Sta. María
del Prado cumpla una Memoria anual para el Culto de esta portentosa señora, en
su Natividad”.
Casa de los Garcia Pissa, “El que tenga
este apellido y pueda probar que sus Mayores legítimamente son descendientes de
Navarra, son sin duda, Nobles descendientes de la Casa de Navarra. Dn. García
Pissa fue el que fundó la Capilla de Ntra. Sra. del Rosario de la Parroquial
del Apostol S. Tiago, el Cebedeo, el año 1464”.
Portada
de piedra con blasón, alfiz y balcón de forja acristalado de la casa de la
familia Córtes de las Heras en la calle de la Mata. La fotografía fue realizada
por Jorge Sánchez Lillo en 1980 y la portada se conserva en la nueva
construcción que se hizo sobre el solar de esta vieja casa solariega
“Asoladas” estaban las Casas de los
Cejudos, Azagras, Cerbantes, Villa Lobos, Bustamantes, Fúnez, Ceballos,
Acebedos, y las de los Mendozas (en la calle de la Palma); los Carcamos (en la
del Cohombro), y la antigua de los Forcallos (en la calle Real).
Casa, en pie tenían los Berreos y los
Maldonados, así como “los Medranos –antes Triviños”-, en la calle de
Caballeros. En la de la Mata estaban enclavadas las casas de los Geldres y los
O Valles. Los Bastantes la tenían en la del Jaspe. Los Carrillos, los Barajas y
los Isasis, en la de los Reyes. Los Ledesmas y los Cuebas, en la de la Paloma.
Los Barbas, Folgar y Sandoval, en la de Toledo. Los Pachecos, los Guerreros (antes
Bustillos), los Molinas, los Baldeses, los Sierra y Mena, los Arciniegas y los
Arellanos, en la calle de Leganitos, de la Inquisición o del Barrionuevo.
Los Saz Corea, tenían la casa en la
calle de la Azucena y uno de ellos, Dn. Pedro, “dejo todo su caudal para
sostener el culto diario en la “Pal. De Ntra. Sra. del Prado, pagando a su
clero las horas canónicas”.
Las casas de los Guzmanes y de los O
Campo y Cencerao, estaban en la calle de Calatrava, así como la de los Salcedos
Quintanilla y las de los Ureñas y los Rey Lobos.
Los Aguilera de los Ríos, poseían tres
casas situadas en la calle Calatrava, en la de la Inquisición y en la de
Caballeros. Los Rojas vivían en la calle Real, y, allí, igualmente, los Orias.
Los Baleros en la calle de Alta Gracia. Los Astorgas, en la de la Sangre. Los
Ochoas y los Muñices de Aissa y Prado, en la de la Cruz. Los Celadas, en
la Palma. Los Ordoñez, en la de la Luz.
Los Idalgos, en la de la Paz. Los Laras, en la calle de la ermita de San
Miguel. Los Rodas y Dueñas, en la de Caballeros y Lanza. Los Adames, en la de
Postas. En la del Mesón Viejo, los Ríos. En la de Alarcos, los Arias. En la de
la Culebra, los Moras. En la del Hospitalillo de la Mejora, los pobletes. En la
de Ciruela, los Sánchez del Pulgar. En la de la Estrella, los Belascos de Ondella.
“Los mas de esta Nobleza asistieron a la
Guerra de las Navas de Tolosa con la M. de dn. Alfonso VIII y el Arzobispo Dn.
Rodrigo Gimenez de Rada de Toledo. Familias muy antiguas que vinieron de la Ciudad
de Alarcos a Vecindarse a esta Población de Villa Real oy Ciud. Real”.
Si por casualidad, hasta acá me has
seguido, consuélate con la seguridad del término de esta dilatada “Crónica de
Sociedad” centenaria. De mí, sé decirte lo mucho que me gustaría, al anochecer
de esas tardes rotas; melancólicas; tersas, como el cristal; silenciosas, como
nuestras, y, por ello, encantadoras, acompañarte, complacido, en un recorrido
romántico y sentimental, por las calles nuestras, descubriendo casonas viejas,
de familias viejas. Ya verías como las sombras se poblaban de visajes, de
lucecillas, de ruidos, de chillidos y de gritos, amortiguados por la lejanía de
los años, por qué, ¿no crees habla de llegarse a nosotros un algo inconcreto,
flotante, cósmico, amenazador o perdonador, de esos olvidados nuestros que –
cuando con más fortuna-, aguardan eternal bajo las feas losas de cualquier
templo de la ciudad, o en “los panteones” de Santiago, sí no es que –más desgraciados-,
fueron aventadas y profanadas sus huesos al desaparecer templos, que ni tú ni
yo conocimos, como Sto. Domingo, pongo por caso, o templos y conventos que
conocimos, como la Iglesia de los frailes del Carmelo y el convento de San
Francisco, o cementerios levantados, como vimos, al ajardinar los alrededores
de San Pedro y al construir y urbanizar determinadas casas de la calle de la
Estrella, tras el templo de Santiago.
¡Vaya, vaya, dejémoslo que se puso
demasiado macabro este final de “Ecos de Sociedad” pretérita!
Julián
Alonso Rodríguez (Diario Lanza, viernes 26 de enero de 1951, página 6)
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