Traemos hoy a las páginas del “Boletín”,
la imagen de la mayor parte de los alcaldes que pasaron por el Ayuntamiento de
Ciudad Real desde 1852 a 1930 y que, durante esos años fueron los principales
protagonistas y los rectores de la vida administrativa de la ciudad, por cuya
prosperidad, bienestar y progreso, trabajaron y lucharon desinteresadamente,
con mayor o menor éxito, pero siempre con la mejor buena fe y voluntad. Bien
merecen, pues, este casi escueto recuerdo que aquí les dedicamos y que, por
otra parte constituye sin duda un valioso documento gráfico.
Empezamos por el retrato de don José
Joaquín Maldonado y Rosales, Treviño, Ladrón de Guevara, que nació en Ciudad
Real el 22 de octubre de 1817. Era el XI Señor y luego el primer Conde de la
Galiana desde 1868. Caballero de Calatrava en 1861 y Comendador de Castilseras.
Maestrante de Ronda en 1852.
Viajó por Europa y estuvo en Inglaterra.
Sus ideas carlistas le hicieron dar el primer grito en la Mancha por la causa
de Carlos VII, siendo detenido en Santa Cruz de Mudela y condenado a muerte.
Por su buena amistad con Segismundo Moret y el general Prim, le fue conmutada
la pena por la de destierro perpetuo. Camino del exilio, murió en Madrid el 18
de julio de 1875, a los 57 años de edad.
Fue alcalde de Ciudad Real los años 1852
y 1853.
Le sustituyó don Enrique Aguirre, abuelo
materno de otro gran ciudarrealeño y buen alcalde, don José María Navas
Aguirre, prematuramente desaparecido, desgraciadamente. Don Enrique Aguirre
ocupó la alcaldía en los años 1854 y 1855.
En 1862 y 1863, fue Gobernador Civil y
alcalde corregidor don Enrique de Cisneros, cuyo apellido, dio nombre, durante
muchos años, a parte de los paseos de ronda, aunque muchos creían que era
debido al nombre de nuestro gran cardenal.
Don Ramón de Boada ocupó la alcaldía en
los años 1865 y 1866. Presidía las sesiones del concejo en el caserón de la
calle de la Mata, número cuatro, que luego se dedicó a Audiencia provincial y
más tarde, en su solar, fueron construidas las viviendas para funcionarios
municipales. Allí se había trasladado el Ayuntamiento en el año 1864, al
declararse en estado de ruina el edificio que ocupaba en la plaza, en lo que
hoy es farmacia de Calatayud.
En 1867 y 1868, fue alcalde don Cayetano Clemente Rubisco. En su mandato, se empezaron las obras de desecación de “Los Terreros”, la empresa más importante acometida por nuestro Ayuntamiento en el siglo pasado, al par que la más necesaria. También entonces se puso la primera piedra para la construcción de las Casas Consistoriales, que ahora están a punto de ser derruidas. Ambos asuntos los tratamos, con la extensión que merecen, en los números 26 y 27 de esta revista.
Como habrán observado, en aquellos
tiempos, el cargo de alcalde se venía ejerciendo por bienios, generalmente. En
1890 1891 lo fue don José Serrano.
Don Heriberto Díaz Úbeda, ocupó la
alcaldía en dos ocasiones: en 1892-1893 y 1907-1908. Vivía en una casa situada
en lo que hoy es Cooperativa Farmacéutica y mandó abrir un paso enfrente de su
casa, entre las calles del Jaspe y la de la Mejora. Como aquello estaba muy mal
pavimentado y lleno de montones de tierra, la gente “bautizó” aquel pasadizo
con un nombre apropiado: “Los Cerros de Úbeda”. Aun es popular la frase de “Salir
por los cerros de Úbeda”, que se solía decir cuando alguien hacía o decía una
cosa extemporánea, o intentaba “salirse por la tangente”.
Don Julián Herrera y Cuesta, rigió los
destinos del Ayuntamiento en 1894 y 1895 y a continuación don Manuel López de 1895
a 1897.
Luego don José Ruiz de León, en dos
ocasiones: de 1897 a 1899 y en 1901 y 1902. Era un hombre popular. Fue
presidente de la Cámara de Comercio y presidente de la Cruz Roja. Propietario
de la fábrica de gaseosas que había en el Prado, entre lo que hoy es la Casa de
la Cultura y el Casino.
Don Julio de los Ríos, que ejerció el
cargo desde 1905 a 1907, era farmacéutico y tenía su establecimiento enfrente
de la iglesia de San Pedro, al lado de la Cárcel entonces, y ahora Delegación
de Hacienda.
En 1908 y 1909, don Manuel Padial y
luego en 1909 y 1910, don Ceferino Saúco Diez, también farmacéutico o boticario
como se decía entonces. Su farmacia estaba situada en la calle Cuchillería,
ahora Carlos Vázquez, en lo que hoy es el establecimiento de Calzados Agudo. Un
pariente suyo nos ha contado algo sobre una zorra que tenía domesticada y que
de vez en cuando se escapaba y andaba por los tejados. Vivía en la calle de la
Mata, a la que le pusieron su nombre. Fue gobernador civil de Segovia.
Don Miguel Pérez Molina, fue Alcalde en
1912 y 1913. Fundador y director de la Academia General de Enseñanza, en la que
se educaron varias generaciones de ciudarrealeños. Era muy popular y querido en
toda nuestra provincia. Durante su mandato visitó el primer avión nuestra
ciudad, un aparato elemental de aquellos tiempos, que aterrizó en la Granja
Agrícola entre la curiosidad y el susto de la gente. Parece ser, que una chica
joven murió de la impresión. Todo el pueblo se desplazó al “campo de
aterrizaje”, en carros, tartanas y caballerías. Varias parejas de la Guardia
Civil mantuvieron el orden. Don Miguel Pérez Molina, con el gobernador civil y
otras autoridades y fuerzas vivas, acudieron también a la Granja y recibieron y
homenajearon al aviador francés señor Tissier, que pilotaba, con un valor
heroico sin duda, aquel extraño artefacto. Don Miguel murió en el año 1939, y
muchos de nuestros lectores fueron, sin duda, alumnos suyos o por lo menos lo
conocieron.
Don Alberto García Serrano, fue alcalde
en 1914 y 1915 y falleció en 1916.
Don José Cruz Prado, Pepe Cruz le decía
todo el mundo, fue alcalde en dos ocasiones, en 1916 y en 1919. Dio gran
impulso al Parque de Gasset. En su primer mandato, trasladó la feria, que se
venía celebrando en la plaza, al Parque y en su segundo mandato, se llevó allí
las fiestas de Carnaval, que se venían celebrando en la calle Morería. De don José
Cruz, ya hemos hablado en otro número del “Boletín”. Murió en 1935.
Don Fernando Palacios, Teniente Coronel
de Intendencia, con cuyo uniforme aparece en la foto que publicamos, ocupó el
cargo de alcalde en 1918.
Durante el mandato de don Juan Medrano Rosales,
en el año 1920, ocurrieron graves sucesos revolucionarios en nuestra capital.
Las turbas, asaltaron tahonas y tiendas de comestibles, incendiaron
establecimientos e industrias y mantuvieron durante muchas horas un estado subversivo
en nuestra ciudad, hasta la enérgica intervención de las fuerzas del orden que
restablecieron la tranquilidad. Hemos traído esto a colación por la coincidencia de fechas, pues nada tuvo
que ver en todo ello don Juan Medrano, ilustre prócer, que murió, hace pocos
años, a avanzada edad.
Don Alfredo Ballester López, alcalde en los años 1921 y 1922, es el único, con don Cristóbal Caballero, de cuantos hemos traído hoy a nuestras páginas, que vive y le deseamos que sea por muchos años. Nació el 23 de marzo de 1886. Había sido concejal desde 1918 a 1920 y en 1921, siendo gobernador civil de la provincia don Robustiano González Bocos y a propuesta de nuestro paisano el general Aguilera, fue nombrado alcalde de Ciudad Real. Nos representaba entonces en el Congreso de Diputados, don Rafael Gasset. El abastecimiento de aguas se hacía por medio de carroscuba y procedía de los pozos de Arzollar y de la Poblachuela. El agua se vendía por las casas a dos céntimos el cántaro. También existían unos pozos con depósitos elevados en las cercanías de la carretera de Piedrabuena, a unos tres kilómetros de nuestra capital, que por medio de una tubería, abastecían unas fuentes públicas instaladas en sitios estratégicos, Plaza, Prado, Pilar, Carmen, etc. Era ya secretario del Ayuntamiento don José Alcázar, que fue por muchos años e interventor de fondos, don Fidencio Trujillo. Todavía la procesión de la Virgen se hacía solamente alrededor del Paseo del Prado.
Con don Alfredo Ballester, eran concejales Ángel Andrade, J. Espadas Bermúdez, Fernando Palacios (que antes había sido alcalde como queda dicho), Manuel González Ortega, Rafael Cueva, Domingo Cantero, Fernando Cañizares, José Calahorra, S. Velázquez, Manuel Lázaro (que fue alcalde a continuación), Demetrio Alonso, Rafael Cárdenas, Lorenzo Montero Buiza (que aún vive), José Bermejo y Enrique Pérez.
A continuación don Manuel Lázaro, durante los años de 1922 y 1923. Antes había sido concejal, como queda dicho.
En 1923 y 1924, don Bernardo Peñuela,
ilustre letrado que volvió a la alcaldía en el año 1939 a la liberación de
nuestra ciudad.
De don Francisco Herencia Mohino, la magistral pluma de don Francisco Pérez Fernández, nos do ya una biografía en otro numero de esta revista. Nació el 4 de septiembre de 1892. Fue periodista, abogado y director de una entidad bancaria. Murió joven, a los 55 años, el 24 de noviembre de 1947. Publicamos una foto de don Francisco, con parte de la Corporación municipal.
Don Antonio Prado Cejuela, fue el alcalde de la Dictadura, rigió los destinos del Municipio en los años 1926, 1927 y 1928. En su tiempo se hicieron numerosas obras municipales (pavimentación de calles, el kiosko de la música del parque, ya desaparecido, reforma y arreglo de la iglesia de la Poblachuela, etc.).
Don Cristóbal Caballero, por último, es
el otro alcalde que vive, de la época que hemos traído a nuestras páginas hoy y
que con él finaliza. Ilustre catedrático, fue alcalde de Ciudad Real en los
años 1929 y 1930, sustituyendo a don Antonio Prado.
Hasta aquí esta sucinta reseña, este rápido
reportaje sobre esta galería de alcaldes, en el que casi nos hemos limitado a
dar un nombre y una fecha, nada hemos dicho de sus realizaciones al frente del
Ayuntamiento. Poco pudieron hacer en un organismo que se distinguió siempre por
su extrema penuria económica. Don Alfredo Ballester nos decía que el
presupuesto municipal, en su época de alcaldía, ascendía a unas 70.000 pesetas.
Esto ya en los años veinte. Con ese dinero, aunque fuesen pesetas de aquellos
tiempos, no se podían hacer filigranas. Si algo se conseguía era a fuerza de
tesón y de entusiasmo.
Queremos de todas formas, que estas líneas
y estas fotografías, sirvan de sincero recuerdo y homenaje a esos hombres, a
todos, que pusieron su tiempo y su esfuerzo al servicio desinteresado de
nuestro pueblo.
Ramón
González Díaz. Boletín Municipal numero 37, diciembre de 1971.
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