Dibujo
de Paco Blanco del desaparecido ayuntamiento capitalino
Que Ciudad Real tuvo siempre una gran
afición a la fiesta de los toros, es algo que nos atestigua la historia. Don
Inocente Hervás nos habla en su “Diccionario” de este aspecto, poco conocido, y
que divulgamos en la seguridad de que interesá por lo curioso de su
descripción.
La actual Plaza del Generalísimo hallábase construida,
desde su principio con portales sobre postes de madera y sobre ellos, se
alzaban corredores y grandes ventanas y balcones del mismo material, hasta su
reforma, que empezó en 1728 y terminó en 1744.
En esta plaza se celebraban,
invariablemente, todos los años dos corridas de toros, bajo la dirección del
Concejo en los días 15 y 16 de agosto, festividades de la Virgen del Prado y
San Roque. La gran afición que demostró Ciudad Real a esta clase de
espectáculos, queda patente al decir que no
dejó de utilizarse este medio para allegar fondos para fines benéficos
cuando la obra apremiaba. En 1732, el cura de Santiago organizaba una fiesta de
toros para costear el dorado del retablo mayor de su Iglesia; los Hermanos de
San Juan de Dios, dieron igualmente sus corridas en 1776 para levantar su arruinada
Iglesia; el Concejo acudía al año siguiente para terminar las obras del Prado;
en 1751 el mayordomo de San Pedro solicitaba igual gracia para construir el
retablo de Nuestra Señora de la Guía, y la abadesa de las Franciscanas para
concluir los de San Juan Nepomuceno y San Francisco.
Como los corredores y ventanas eran de
particulares, se solicitaba la cesión de estos, vendiéndose a buen precio. En
uno de esos corredores de la plaza tenía el Vicario su sitial, con almohada de
terciopelo carmesí, desde el que presenciaba la fiesta.
En 1640, hace por tanto más de tres
siglos, el Corregidor mando retirar, por parecerle que atributos tales sólo
eran permitidos a personas reales, dicho sitial, calificándose de injuriosa
aquella determinación por la clerecía, que obligó a retirarse a los agentes del
Corregidor, volviendo el sillón a su sitio. A estos actos siguió el proceso
consiguiente, elevándose a la Audiencia de Granada y el parte que de él existe,
es en extremo curioso e interesante,
para apreciar las costumbres de aquella época y las relaciones entre las
dos potestades.
Es lástima que en los legajos en que se
relata todo esto, no consten datos más concretos sobre ganaderías y caballeros
que interviniesen en las corridas de toros, pero no es poco el saber que la
fiesta nacional tiene un abolengo de siglos en nuestra capital y conocer el
primitivo lugar donde se desarrollaba. Nuestras corridas de Beneficencia,
vienen a ser en la actualidad una continuación en distinto coso, como es
lógico, de aquellas primeras que se daban a favor de menesterosos o para fines
piadosos.
D.
N. Ramírez Morales. Boletín de Información Municipal nº 2, abril de 1961
Una
corrida del siglo XVIII según un dibujo de Goya
No hay comentarios:
Publicar un comentario