Calle
Compás de Santo Domingo, septiembre de 1950. Colección López de la Franca
Siempre me intrigó esa calle, una de las
más antiguas de Ciudad Real, conocida por el misterioso nombre de "Compás
de Santo Domingo" (que en el siglo XVIII se llamó "de Santo Domingo",
a secas). "¿Qué "compás" será éste, tan sibilino, cuyo
significado nadie parece conocer?" - he venido preguntándome durante años.
Alguien me sugirió, un día, que acaso el curioso nombre obedeciera al ángulo
que dicha calle forma con la adyacente calle "Delicias"; pues, en
efecto, si observamos el plano de la ciudad, el trazado de ambas nos recuerda las
dos piernas de un compás. No me pareció acertada esta hipótesis, empero, antes
bien coja, dado que sólo una de esas piernas lleva el nombre de
"Compás", y ello conduce a pensar que para nada precisa de la otra.
Así que seguí investigando sobre esta
calle, integrada antaño en el barrio de la "Judería", sin conseguir
avance alguno sustancial. Consulté el Diccionario de la Real Academia, y bajo
la voz "compás" descubrí la siguiente acepción 2ª: "Territorio o
distrito señalado a un monasterio o casa de religión, en contorno o alrededor
de la misma casa o monasterio". Y a continuación me topé con una nueva
acepción, la 3ª, que dice, escuetamente: "En algunas partes, atrio o lonja
de los conventos e iglesias". Algo es algo, reconozco pero pronto me
percato de la futilidad de mi hallazgo, ya que en la actualidad no existe casa
de religión alguna en dicha calle, y nadie parece recordar que haya existido en
otro tiempo. Únicamente, eso sí, me digo, la última parte del nombre -
"...de Santo Domingo" - podría tener algo que ver con algún antiguo
enclave de esa Orden cuya existencia hubiera caído en el olvido... Inquiero,
por tanto, a la Superiora del convento de Dominicas que hoy se encuentra, tras sucesivos
traslados, en el barrio de San Martín de Porres, y a esa enciclopedia viviente
que es el Padre Bernardo, del cenobio dominico de Almagro; pero ninguno de los
consultados puede aportar la menor pista de que en la misteriosa calle haya
existido jamás un convento de la Orden, si bien el P. Bernardo me sugiere
dirigirme a un joven historiador ciudadrealeño de nombre nuevo para mí: José López
de la Franca: "Lo que no sepa él" – me asegura - "no lo sabe
nadie". Le llamo, pero está en Roma, me dicen. Y dejo mi número para que
me contacte a su regreso, cosa que no llega a producirse.
Y sigo repitiéndome, entretanto, que
forzosamente tuvo que existir ese convento. De lo contrario, parece lógico
pensar que la calle no se llamaría así. Y como siempre (ya lo decía Cervantes)
en la porfía encierra la victoria su alegría, el interesante libro "Ciudad
Real en el Siglo XVIII" (Instituto de Estudios Manchegos, 1955), viene a
colmar al poco tiempo mis ansias. Leo en él, con alivio, que en el siglo XVIII
existía en Ciudad Real la calle de "Santo Domingo" y que, entre las
calles carentes de nombre, había una "que de la de Leganitos sube al
Compás de Santo Domingo". Caliente, caliente, exclamo para mí, al
constatar de una vez que en verdad existió ese "compás". Y si hubo un
compás -elucubro con fruición, sintiéndome ya imparable y las definiciones 2ª y
3ª del docto Diccionario son ciertas, ¿quién puede dudar que tuvo que haber
también, pegadito a aquél, aunque fuera mucho antes del XVIII, un convento?
Éste, en primer lugar, y el compás, algo después, tuvieron que ser, en buena
ley, los concausantes de ese nombre compuesto que hoy ostenta nuestra calle de marras:
el convento dominico le proporcionaría el sustantivo primitivo de "Santo
Domingo", y el compás (hay que suponer que los "atrios" y las
"lonjas", o los "territorios circundantes", que menciona la
Academia, se organizaban una vez construidos los edificios principales) habría
permitido la posterior sustitución de su primer nombre por el de "Compás
de Santo Domingo" que ha conservado hasta la fecha.
Calle
Compás de Santo Domingo en la actualidad
A mayor abundamiento, en la obra citada
se menciona, aunque sin precisar emplazamientos, los siguientes conventos
dominicos que a la sazón (siglo XVIII) existían en Ciudad Real: el de monjes,
"De Nuestro Padre Santo Domingo", y el femenino, "De Religiosas
Dominicas". ¿Cuál de ellos pudo estar situado en la "calle de Santo
Domingo" de mis desvelos, proporcionando a esa calle su denominación primigenia?
¿O se trataría tal vez de un convento distinto, o más antiguo, de los allí
mencionados? En este punto de mi investigación, y a pesar de lo que llevo
avanzado, lamento tener que reconocer que nadie lo sabe.
Cuando más sumido me hallaba en estas
meditaciones, cayó casualmente en mis manos un ajado ejemplar de "La
Ilustración Artística", de 1896, en el que (como si no tuviera ya bastante
con un compás) descubrí un artículo titulado: "El Compás de Santa
Isabel". Lo devoro con avidez y me entero de que " .. . los aspectos
artísticos del Convento de Santa Isabel la Real, se revelan principalmente en
el amplio pórtico-jardín que se extiende delante de la fachada del edificio, y que
se conoce en Granada con el nombre de "Compás de Santa Isabel",
paraje delicioso, mil veces reproducido por los artistas, donde se respira un
ambiente de paz y calma, que predispone el espíritu más excéptico a las dulces
emociones del misticismo ...". Y continúo leyendo la descripción,
compuesta en florido estilo decimonónico, en la que se sigue relatando que
"... el "compás" ofrece dulce recreación a los sentidos; el
patio es un hermoso y casi selvático jardín en cuyo suelo crecen hierbas
olorosas (...) y árboles corpulentos elévanse hasta tocar con sus copas altísimas
el minarete de la esbelta torrecilla árabe ...".
Lo que acabo de leer, no sólo me aporta
la noción nueva de "compás- jardín", o "zona ajardinada de una
casa de religión", sino que sus románticos efluvios logran levantar mi recaído
impulso investigador. Ya casi podría jurar que en la antigua calle tuvo que
existir, por fuerza, un "compás", o jardín, como ese tan hermosamente
descrito en la antigua crónica. Pienso que, como ocurre con el nombre
"perchel", que confiere idéntico sentido a un barrio histórico de
Ciudad Real y a otro de Málaga (ambos de primitiva economía pesquera), el
"compás" de la capital manchega y el granadino han de tener un común
denominador.
Tuvo que existir, estoy seguro, un
convento dominico en nuestra calle. Y, anejo al mismo, cual frondoso
"ábside" vegetal (me parece estar viéndolo), un bellísimo "compás",
lujurioso y recoleto como el de Granada. Lástima que no hayan quedado trazas de
él, o alguna pintura de artista por lo menos. Ni siquiera nos ha quedado el
recuerdo. Apenas el intrigante nombre de una calle y esta extraña intuición que
me asegura, sin desmayo, que en algún siglo lejano de la ciudad, ambos - el
convento y el compás - tuvieron su asiento en ella.
Mas, he aquí, amigos, que cuando ya no podía
soportar más tanta angustia, me encuentro con el dato que me faltaba. Lo
descubro por azar en "Internet", al darme de bruces, hace apenas unos
días, con unas páginas que tienen todo el cariz de una tesis doctoral. Su
autora: Susana Díaz Moy. En ellas leo, enardecido, estas líneas providenciales:
"...En su tiempo (en el de Juan I) se mandó quitar las sinagogas de los
judíos (...) y luego (el rey, se entiende) fundó allí mismo el convento de Santo
Domingo, de la orden de Predicadores, entre las calles de la Libertad y de la
Mata y atravesando el llamado Compás de Santo Domingo...". ¡Eureka! ¡Lo
había encontrado!
Si bien Susana Díaz, que introdujo esta
información en la "red" en 1999, se refiere a esta calle dándole el
nombre que hoy ostenta, y aceptando (erróneamente, en mi opinión) que éste era
su nombre cuando se fundó el convento, debo insistir en mi ya expresada intuición
de que, antes de darse tal nombre a esta calle de mis pecados, tuvo que existir
en ella el citado Convento y, pegadito a él, su "Compás". La
asignación de los nombres, primero, "de Santo Domingo", y más tarde,
de "Compás de Santo Domingo", a la calle, tuvo que ser posterior a la
construcción, "allí mismo", del convento y de su bucólico jardín.
Admitir el orden cronológico opuesto, iría contra el elemental principio causa-efecto,
y sería como pretender que el histórico "Pozo Seco de Don Gil" ya
ostentaba este nombre antes de quedarse sin agua. Por lo demás, los
concluyentes datos aportados por la culta investigadora me permiten concluir
aquí, aunque no sin cierta nostalgia, mi intuitiva y accidentada pesquisa.
Tiro una raya en la "tele" de
mi ordenador, para indicar que este artículo, que me propongo enviar a
"Lanza" el lunes próximo, ha terminado. (Y es que aún no sé que en Argamasilla
de Alba, en la conferencia que José González Lara pronunciará mañana, sábado,
junto a la "Cueva de Medrano" - en relación con su magnífico libro "Tras
el Guadiana Sálico" -, vaya conocer en persona a José López de la Franca,
ese estudioso de nuestra Historia que, según el Padre Bernardo, lo sabe todo).
Y ya en la noche del domingo, después de
un sábado cultural inolvidable, de esos que "Los Académicos de la
Argamasilla saben hacer realidad, pulso el tabulador de mi artefacto para
mandar la línea hacia abajo y hacer hueco en la pantalla a estos renglones de
propina. Porque ya he conocido a José López de la Franca (nombre medieval, por
cierto, como el de "Piero de la Francesca") en el cenáculo
argamasillero, y me ha dejado anonadado con sus conocimientos, sobre todo su
confirmación de que no sólo existió el convento en esa calle, sino que estuvo ubicado
junto al palacio del Corregidor y fue, en el siglo XV, el mayor edificio de la
capital; tan grande era -como correspondía al poder de la Orden en la época-,
que sobresalía orgulloso entre los demás edificios de "Villa Real".
Son tantos los datos que me aporta, y de
tal interés, que sólo podré referirme a ellos en un posterior trabajo. Sirvan
de botón de muestra éstos: que el convento fue erigido en el mismo solar que en
la "Judería" había ocupado la Sinagoga Mayor de la ciudad, antes de
su expropiación en 1391, y subsiguiente demolición; que las piedras de la
sinagoga sirvieron para levantar la fábrica del gran convento dominico, al
igual que, corriendo el tiempo, las piedras de este último (así mismo derruido
cuando se acometió la nueva urbanización del sector), servirían... ¡para construir
las gradas de la plaza de toros!
Como colofón, quiero recoger la
propuesta que el joven historiador formula y que me parece justísima: que se
coloque una placa en esa histórica calle del "Compás de Santo Domingo",
con la siguiente leyenda: "En este paraje se alzó la Sinagoga Mayor de la
ciudad, que fue luego demolida para permitir la construcción, en el mismo
solar, del gran Convento de Hermanos Dominicos donde predicó el dominico
valenciano San Vicente Ferrer". (Por lo que a mí respecta, y porque también
cuenta lo presente, hace tiempo que una buena amistad dejó grabada esta otra placa
en mi memoria: "En esta calle habita el polígrafo manchego Joaquín Muñoz
Coronel, y su familia". A mi amistad con esta familia atribuyo, más que a
otra causa, mí desusado interés por una calle.
Pepe
Romagosa, diario “lanza”, domingo 30 de enero de 2000
El
ayer y hoy de la calle Compás de Santo Domingo
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