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lunes, 8 de junio de 2020

PÁGINAS DE NUESTRO CALLEJERO BOTÁNICO: CALLE DEL LIRIO (I)


 
Vista de la Calle del Lirio de Julián Alonso, la flecha marca la ventana de la leyenda de la “judía de Barrionuevo”

Lirio. –Son varias las especies de este género botánico. La corriente, el lirio común o morado y, a veces, blanco y cultivado, tiene tallo subterráneo –rizoma- recto, horizontal, grueso, acre y aperitivo. Hojas en forma de sable, rectinervias, que se recubren una a otra en su base. Los tres sépalos de las flores son grandes, revueltos hacia abajo, mayores que los pétalos y con una línea central de pelos amarillos. Y los pétalos que también son tres, están erguidos, estrechados en la base y cubren los tres estambres sobre los cuales se adosan los tres estigmas bilabiados, con el superior bífido. Las tres cavidades del ovario, ínfero y con numerosas semillas, está protegido por brácteas escariosas. El lirio espontáneo, de piezas florales más estrechas y menos vistosas, precisamente en estos días de primavera, se extiende como opulenta alfombra, por el suelo de la Cabeza del Palo.

Calle del Lirio. –En uno de esos papelotes viejos que guardo hay escrito lo que a continuación te copio. No te digo quien es el autor porque lo dejó prohibido. Solo, a fuer de gran indiscreto, te añadiré que por pariente lo tengo, pues entre sus apellidos andan el Rodríguez y el Arias. Allá por los madriles vivió muchos años y murió. Letra a letra, dice así:

“¡Ay, calle del Lirio, lirio,
la de las calles judías,
tu arranque en la Sinagoga,
que retumbó con Ferrer,
fraile de Santo Domingo!

¡Ay, calle del Lirio, lirio,
desde el Compás a Santiago,
con olor de blanco lirio,
los granados, con su sangre,
tus patios han florecido!

¿Te acuerdas cuando sangrabas
de odios y apostasías
calle del barrio judío?

¿Te acuerdas cuando Jesús
miró a Sara que moría,
y el alma de la judía,
con livideces de cirio,
subió, subió, ¡arriba! ¡¡arriba!!

Inicio de la calle del Lirio en su confluencia con la calle Libertad en los años setenta del pasado siglo XX, fotografía de Jorge Sánchez Lillo

¡Ay, que a Sara se llevó
Con sus miradas el Cristo!

¿Es cierto, calle del Lirio,
que una noche asesinaron
a Sady, cuando acudía
al beatorio terrero,
y en la luna clavaron
el suspiro de una monja
y el estertor del hebreo?

¡Ay, Calle del Lirio, lirio,
desde el Compás a Santiago,
cuando pasa el Nazareno,
cuando las monjas lo miran
escondidas en su nido,
calle del Lirio, judía,
con olor del lirio blanco,
los granados, con su sangre,
tus patios han florecido!”

¿Es malo? ¿Es bueno? No importa al caso, pero, eso sí, merece la pena esta certera, aunque incompleta, pincelapa decimonónica de la calle del Lirio. ¿por qué no la concluiría?

¡Calle del Lirio, recta; larga; recoleta; judía, antaño; cristiana, hogaño; llena estás desde el comienzo hasta el remate, de embrujo, de leyenda, de místicos tintineos de cimbalillos conventuales; de redobles, roncos, de tambores de Semana Santa; de coplas, de desgarradas, de mujeres barriobajeras; de sol justiciero de  mediodía; de solitarias sombras, escurridizas, de pecado trasnochador! ¡Desvelada de mozo guitarreo, de ronda, te espabilaba el ruido de los arados que, con sus palos invertidos, por las cuarcitas del empedrado, camino del “piazo”, arrastraban las yuntas madrugadoras! ¡Calle de palacios, de casas miserables, y de complicadas y poco ostentosas mansiones con cuevas profundas y retorcidas, donde Samuel, Efraín, Benjamín… guardaban sus tesoros…!

La calle del Lirio es una de las principales arterias del antiguo barrio judío. El granado aun florece en sus encantadores patios; Pradito, la nieta de Sara, con una aureola de blonda almagreña, la cruza para ir a los Oficios de las “Terreras”; las bengalas, que los vecinos encienden en las fachadas la noche de Jueves Santo, pegan en el blanco paredón frontero, la silueta del Cristo, muerto, de la Caridad que pasa.

Vista del inicio de la calle del Lirio con su confluencia con la calle Libertad en los años setenta del pasado siglo XX, fotografía Prado Talavera

Mira, aquí comienza la calle del Lirio. En la calle de la Judería o de Barrio nuevo y frente a la plazoletilla del Compás de Santo Domingo, donde estuvo emplazado el convento de frailes predicadores que tenía uno de los templos más interesantes de Ciudad Real y lo derrumbaron, cuando la desamortización, para hacer, con sus piedras y sillares, los cimientos de la plaza de toros.

La primera casa de la derecha de la calle, con entrada por la de Barrionuevo la llaman “la casa de la Inquisición”. Tal vez no sea cierto que en ella radicase. Cuentan que, luego fue palacio de los Montes Claros. En su interior, la fantasía señala las mazmorras, las cuevas, la sala del famoso Tribunal. La realidad muestra, en el patio, un bellísimo arco mudéjar, apuntado y lleno de ataurique del siglo XIV disimulado con cascarones de jalbiego, que, afortunadamente, lo protegen. En el exterior del edificio, la fachada que da a la calle del Lirio era un extenso muro sin huecos y con una cruz, esculpida, desaparecida en recientes obras que también abrieron rasgados ventanales con insulsa barra, cada uno, como antepechos. Antes de esta reforma, la muerte impidió a Paco Herencia, el ejemplar ciudarrealeño, la adquiriera y se la diera a la ciudad para que, en marco de tal insuperable sabor, montase el Museo que tanta falta nos está haciendo.

Desaparecida portada de la calle del Lirio, fotografía Julián Alonso

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