Vista
de la Calle del Lirio de Julián Alonso, la flecha marca la ventana de la leyenda
de la “judía de Barrionuevo”
Lirio. –Son varias las especies de este
género botánico. La corriente, el lirio común o morado y, a veces, blanco y
cultivado, tiene tallo subterráneo –rizoma- recto, horizontal, grueso, acre y aperitivo.
Hojas en forma de sable, rectinervias, que se recubren una a otra en su base.
Los tres sépalos de las flores son grandes, revueltos hacia abajo, mayores que
los pétalos y con una línea central de pelos amarillos. Y los pétalos que
también son tres, están erguidos, estrechados en la base y cubren los tres
estambres sobre los cuales se adosan los tres estigmas bilabiados, con el
superior bífido. Las tres cavidades del ovario, ínfero y con numerosas
semillas, está protegido por brácteas escariosas. El lirio espontáneo, de
piezas florales más estrechas y menos vistosas, precisamente en estos días de
primavera, se extiende como opulenta alfombra, por el suelo de la Cabeza del
Palo.
Calle del Lirio. –En uno de esos
papelotes viejos que guardo hay escrito lo que a continuación te copio. No te
digo quien es el autor porque lo dejó prohibido. Solo, a fuer de gran
indiscreto, te añadiré que por pariente lo tengo, pues entre sus apellidos
andan el Rodríguez y el Arias. Allá por los madriles vivió muchos años y murió.
Letra a letra, dice así:
“¡Ay, calle del Lirio, lirio,
la de las calles judías,
tu arranque en la Sinagoga,
que retumbó con Ferrer,
fraile de Santo Domingo!
¡Ay, calle del Lirio, lirio,
desde el Compás a Santiago,
con olor de blanco lirio,
los granados, con su sangre,
tus patios han florecido!
¿Te acuerdas cuando sangrabas
de odios y apostasías
calle del barrio judío?
¿Te acuerdas cuando Jesús
miró a Sara que moría,
y el alma de la judía,
con livideces de cirio,
subió, subió, ¡arriba! ¡¡arriba!!
Inicio
de la calle del Lirio en su confluencia con la calle Libertad en los años
setenta del pasado siglo XX, fotografía de Jorge Sánchez Lillo
¡Ay, que a Sara se llevó
Con sus miradas el Cristo!
¿Es cierto, calle del Lirio,
que una noche asesinaron
a Sady, cuando acudía
al beatorio terrero,
y en la luna clavaron
el suspiro de una monja
y el estertor del hebreo?
¡Ay, Calle del Lirio, lirio,
desde el Compás a Santiago,
cuando pasa el Nazareno,
cuando las monjas lo miran
escondidas en su nido,
calle del Lirio, judía,
con olor del lirio blanco,
los granados, con su sangre,
tus patios han florecido!”
¿Es malo? ¿Es bueno? No importa al caso,
pero, eso sí, merece la pena esta certera, aunque incompleta, pincelapa
decimonónica de la calle del Lirio. ¿por qué no la concluiría?
¡Calle del Lirio, recta; larga;
recoleta; judía, antaño; cristiana, hogaño; llena estás desde el comienzo hasta
el remate, de embrujo, de leyenda, de místicos tintineos de cimbalillos
conventuales; de redobles, roncos, de tambores de Semana Santa; de coplas, de
desgarradas, de mujeres barriobajeras; de sol justiciero de mediodía; de solitarias sombras,
escurridizas, de pecado trasnochador! ¡Desvelada de mozo guitarreo, de ronda,
te espabilaba el ruido de los arados que, con sus palos invertidos, por las
cuarcitas del empedrado, camino del “piazo”, arrastraban las yuntas
madrugadoras! ¡Calle de palacios, de casas miserables, y de complicadas y poco
ostentosas mansiones con cuevas profundas y retorcidas, donde Samuel, Efraín,
Benjamín… guardaban sus tesoros…!
La calle del Lirio es una de las principales
arterias del antiguo barrio judío. El granado aun florece en sus encantadores
patios; Pradito, la nieta de Sara, con una aureola de blonda almagreña, la
cruza para ir a los Oficios de las “Terreras”; las bengalas, que los vecinos
encienden en las fachadas la noche de Jueves Santo, pegan en el blanco paredón
frontero, la silueta del Cristo, muerto, de la Caridad que pasa.
Vista
del inicio de la calle del Lirio con su confluencia con la calle Libertad en
los años setenta del pasado siglo XX, fotografía Prado Talavera
Mira, aquí comienza la calle del Lirio.
En la calle de la Judería o de Barrio nuevo y frente a la plazoletilla del
Compás de Santo Domingo, donde estuvo emplazado el convento de frailes
predicadores que tenía uno de los templos más interesantes de Ciudad Real y lo
derrumbaron, cuando la desamortización, para hacer, con sus piedras y sillares,
los cimientos de la plaza de toros.
La primera casa de la derecha de la
calle, con entrada por la de Barrionuevo la llaman “la casa de la Inquisición”.
Tal vez no sea cierto que en ella radicase. Cuentan que, luego fue palacio de
los Montes Claros. En su interior, la fantasía señala las mazmorras, las
cuevas, la sala del famoso Tribunal. La realidad muestra, en el patio, un
bellísimo arco mudéjar, apuntado y lleno de ataurique del siglo XIV disimulado
con cascarones de jalbiego, que, afortunadamente, lo protegen. En el exterior
del edificio, la fachada que da a la calle del Lirio era un extenso muro sin
huecos y con una cruz, esculpida, desaparecida en recientes obras que también
abrieron rasgados ventanales con insulsa barra, cada uno, como antepechos.
Antes de esta reforma, la muerte impidió a Paco Herencia, el ejemplar
ciudarrealeño, la adquiriera y se la diera a la ciudad para que, en marco de
tal insuperable sabor, montase el Museo que tanta falta nos está haciendo.
Desaparecida
portada de la calle del Lirio, fotografía Julián Alonso
No hay comentarios:
Publicar un comentario