Finalmente, en el último tercio del
siglo pasado, fue nombrado gobernador civil y alcalde corregidor de Ciudad Real
el insigne manchego don Agustín Salido y Estrada, natural de Almodóvar del
Campo, hombre muy preparado, de una férrea voluntad y una clara visión de los
problemas.
D. Agustín Salido, puso la primera
piedra de nuestra actual Casa Ayuntamiento, asunto que trataremos en otro
artículo, y desde el primer momento se propuso terminar con el foco de
infección de «Los Terreros».
Mi profesor y luego buen amigo, don José
Balcázar y Sabariegos, en su libro «Memorias de un Estudiante de Salamanca»,
dice, que los primeros pasos de don Agustín Salido para acabar con las mortíferos
lagunas, le produjeron hondo pesimismo. Efectivamente, el presupuesto de
desecación de «Los Terreros», que en el año 1786 era de un millón de reales, en
el que le hicieron los ingenieros a don Agustín Salido era ya de tres millones
de reales. Y tan enorme suma, en aquellos tiempos, estaba muy lejos de las
posibilidades de nuestro Ayuntamiento. Pero don Agustín Salido, hombre de firme
voluntad, como hemos dicho anteriormente, no desmayó por esto y con gran tesón,
inició una serie de gestiones, que culminaron con una entrevista con don
Ernesto Walter, Inspector Jefe y representante de la Compañía ferroviaria en
Ciudad Real, del ferrocarril Ciudad Real a Badajoz. Pero veamos lo que dice
sobre este asunto nuestro ya desaparecido amigo don José Balcázar en su libro
antes citado: «El señor Walter, obrando con un interés que no le agradeceremos
nunca bastante los vecinos de este pueblo, dio toda clase de facilidades e
informó en tal sentido al Consejo de Madrid. El resultado fue estupendo. La
Compañía cedió desinteresadamente la locomotora número 1, que lleva (sic) el
glorioso nombre de Miguel de Cervantes, para que porteara las tierras
necesarias para la desecación, economizando así los gastos de transporte y
además proporcionó el material necesario para hacer una vía provisional que
partiendo del paso a nivel del camino de Miguelturra y cruzando las alturas del
Calvario llegase hasta las lagunas, facilitando el acarreo de las abundantes
tierras de dicho altozano».
Ignoramos porque razón, el señor
Balcázar omite, que todo el lienzo de muralla que iba desde la puerta de la M
ata a la puerta de Calatrava, fue derruida y sus materiales empleados también
en desecar «Los Terreros». Pero sigamos con lo que dice en su libro: «La
noticia fue recibida con delirante entusiasmo. Al fin, después de siete siglos,
iba esta ciudad a verse libre de un foco de infección y de muerte, que era
padrón de ignomia de sus habitantes. El 26 de enero de 1868, se echó la primera
paletada de tierra por don Agustín Salido, con asistencia del Regidor síndico
don Ruperto Lozano y precedidos de músicas y pasando bajo arcos improvisados
por el mismo pueblo, entre vivas entruendosos y entusiasmo inenarrable, manifestaciones
populares que siguieron hasta la madrugada, disparándose cohetes y bengalas y
tocando hasta enronquecer los músicos. Al día siguiente, se dio ocupación a más
de seiscientas personas. La locomotora arrastraba en cada viaje catorce
vagones. El primer tren llegó el 16 de febrero. El 9 de junio desapareció por
completo el agua de las lagunas. El 24 de junio conduce la «Cervantes» el
último tren de tierra a la laguna titulada «La Longuera», y al día siguiente se
da rem ate a la obra, convirtiéndose en realidad lo que parecía un sueño.
Declárase «voto de ciudad» esta fecha en sesión memorable y el 26 pronuncia
elocuentísimo serm ón el párraco de Santiago don José María Toledano y después
de la función religiosa el pueblo todo, ricos y pobres, hombres, mujeres y
niños, después de engalanar la locomotora, van con ella hasta la estación en
vibrante manifestación de entusiasmo tributando un homenaje apoteósico a don
Ernesto Walter».
Existe actualmente en el Ayuntamiento,
un cuadro verdaderamente histórico, firmado por A. Galbien y fechado en 26 de
junio de 1868. Con ayuda del siluetado que publicamos, podemos conocer a casi
todos los personajes que en él figuran. Representa el momento de la llegada del
primer tren a «Los Terreros». Se ve la locomotora «Miguel de Cervantes». Van en
ella: don Agustín Salido (1); don José María Toledano, cura párroco de Santiago
(2); don Ernesto Walter (3); don Fernando Vázquez Orcal (4); don Antonio Z.
Vázquez (5); don Gabriel Balcázar (6); don Federico García Laguna (7); a su
lado su padre don Antonio, reputado médico de entonces; don Cayetano Clemente
Rubisco (8); don Basilio Diez (9); don Jacinto Diez (10); y don Pedro Saúco (11);
también figuran en el cuadro don Ruperto Lozano, don Juan Obón y el autor del
cuadro A. Galbien. La pareja de caballería son Coraceros de la Reina, el regimiento
que guarnecía entonces Ciudad Real.
El 29 de abril de 1868, la Corporación
Municipal en pleno, reunida en sesión, acordó hacer constar en acta los inmensos
beneficios que venía reportando a nuestra ciudad la feliz actuación de don Agustín
Salido y acordó nombrarle hijo adoptivo de Ciudad Real, levantar un monumento
que perpetuara su memoria y que se colocara su retrato en sitio preferente de
las Casas Consistoriales.
El 6 de mayo del m ismo año, se leyó en sesión
del Ayuntamiento, la contestación de don Agustín Salido a los acuerdos
anteriores. Decía entre otras cosas: «Mi pensamiento al proponerme la
desecación de los pantanos abrazaba tres ideas que con alegría veo como
realizadas. Era la primera la de librar a este pueblo de ese foco de infección
que tantas enfermedades originaba y tantas víctimas ha llevado al sepulcro. Era
la segunda la de dar trabajo a tanto pobre como me lo demandaba para llevar pan
a sus hambrientas y desconsoladas familias; y por último, era mi tercera idea,
procurar el aumento de la población y de su riqueza urbana, que vienen en
decadencia hace muchos años por esas malhadadas lagunas, padrón de ignominia y
de descrédito p ara la ciudad, quedándose aún la esperanza de ver completado mi
pensamiento con la transformación de aquellos insalubres lugares en frondosos y
amenos paseos y alamedas».
El monumento que acordó levantar la
Corporación Municipal no llegó a realizarse, que yo sepa. El retrato de don
Agustín Salido no pasó del despacho del secretario del Ayuntamiento, en donde
estuvo durante muchos años. Hoy duerme el sueño de los justos en un almacén
municipal en compañía del de Hernán Pérez del Pulgar, el de las hazañas, otro
ilustre ciudarrealeño que tenemos bastante olvidado.
En cambio lleva su nombre una plaza del barrio
que resultó más favorecido, porque era el más castigado, el «perchelero» barrio
de Santiago.
Ramón
González Díaz. Boletín de Información Municipal Nº 26, abril de 1968
Es una lastima que un buen articulo como este no tenga ningún comentario. Enhorabuena.
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