Buscar este blog

miércoles, 24 de junio de 2020

NUESTRO CANCIONERO POPULAR Y MARCOS REDONDO


Vista de la iglesia y Plaza de Santiago en la segunda década del siglo XX

(Para el Alcalde Mayor de Ciudad Real)

Año 1787. “En este tiempo cantaban muy bien las seguidillas manchegas las Bernegalas, que habitaban sita su casa en la Plazuela  de San Tiago, y María Muñiz Nuñez, casada con don Francisco Arenas y salcedo, acompañándolas Antonio Bernal, alias “Aguadelgada”. Eran años de “tertulias” en nuestra ciudad y poco hacia “habia concluido la fuerte de diversiones, grescas y jaranas, de la famosa casa de don Ventura Estuardo, Arcediano que fue, y que no estaba contento si no gastando. Fue quien hizo el palomar sito en el camino de Toledo, y allí dispuso tener funciones de toros y oratorio público, cuya capilla tenía puertas al camino”… Pero dejamos, ahora, la sugestiva historia de los alardes del ricachón Ventura y pensemos –que viene como de perlas- con cuanto regusto oiríamos hoy las letrillas, perdida en la lejanía de 171 años, cantadas por las Bernegalas y María Muñiz, acompañadas por “Aguadelgada”.

Hace pocos años, murió “Mazantini”, cuya escuela de danzas desfleca, honrosamente, la Sección Femenina, como último baluarte popular manchego y ciudarrealeño. “Mazantini” también era cantador castizo, pero ni él, ni los de su generación dejaron sucesores.

Aún recordamos, diluidas en la lejanía, aquellas Pandorgas de la época de “Mazantini”; Paco Argumosa, el ciego; Atanasio… Se las quiso resucitar hace un par de años y tuvieron la fortuna, sus organizadores, de ofrecerla con un atuendo pulido y acorde en los tiempos presentes. Gozamos el bello espectáculo de los bailes manchegos en noche de calor y estrellas; junto a las tapias de la casa de la Señora, y alguno de ellos –aquel de la danza ante el Sacramento- bien pudiera convertirse, el quince de agosto de cada año, en homenaje castizo, campesino y señorial, de la ciudad a su Patrona cuando llega al ayuntamiento. A buen seguro lo recibiría risueña y eso que perdió la sonrisa ¡al desaparecer su anterior simulacro!

La extremeña y chiquita Virgen de la Montaña, a la entrada triunfal, anual, a su villa de Cáceres, recibe, como ofrenda de las “campuzas”, el ritmo solemne de sus bailes regionales. ¿Por qué nuestra Morena, garrida, no ha de recibir el beso de nuestras mozas, galanas, engarzado en vistosas volutas de sayas, pañolillos y reverencias?

Ciudadrealeña vestida de manchega en 1917

Piense, señor regidor mayor, si no sería eso una bellísima ratificación –gracioso sello renovado cada Feria- del nombramiento de Alcaldesa perpetua que está esperando la Patrona de la capital de la provincia, e incluso, de la Región, que nos ha sido concedida ¡y por algo será!

A ese resurgir de la Pandorga, eclipsado el pasado agosto, le falló algo, ya lo hemos apuntado: ¡no hubo cantadores! Por falta de voces varoniles, a punto estuvo de derivar en andaluzada a no ser porque el edil Núñez de Arenas lo frenó con acierto, oportunidad y entereza, imponiendo el genuino tono manchego.

Es que, ahora, se canta menos “lo antiguo” en nuestra tierra y, por ello, van camino de perderse esos aires de seguidillas, pandorgueras, fandangos, rondas, mayas, aradas,… que encanto sin par daban a nuestras fiestas y, en lo dilatado de la llamada, olían a mejorana y lentisco, y a juncia mojada, y a polvillo de era, y a polvo de besana, cuando las desgranan la lavandera o el gañan o el cabrero “con música de fondo” de chirriar de galera, de campanilleo de yunta, de kikiriqui de gallo en el bardal, de estridular de grillos, de chillar de cigarras, de borboteo de agua en la boca del cántaro a la cadera, y las escribían con letras de nieve las gotas de jalbiego y las flores de la jara, y cuando el segador descolgaba su rendido cuerpo y limpiaba con su mano, costrosa, el rudo sudor de su frente, el eco esparcía, a los cuatro vientos, la gentil tonada que, erguido, viril, en su leve descanso,  dejaba salir del pecho calcinado de soles, de lejanías y amores mozos, para clavarla en el cielo, azul de plomo, sin una nube, sin un amparo de sombra.

  
Marcos Redondo

Por eso, para que no se pierda, estamos obligados a guardar nuestro cancionero, como oro en paño, para lucirlo en la romería, en la feria, en la boda, como la capa parda y la blonda almagreña que de herencia nos dejaron bien acomodadas en la muy trabada arca de tradiciones, con herrajes mohosos bien forjados, recios.

Digan lo que quieran la fe de bautismo y la casualidad, Marcos Redondo es de la Mancha. Porque nuestro cielo le ha curtido y hecho; porque siente hondo nuestra tierra, porque aquí está esa Señora que tanto quiere y con tanta ternura veía y oía, sus pillerías y cantos de seise y toma sus besos, del barítono insigne, antes de salir a escena… Y a mí se me ocurrió que nadie con más cariño y justeza que Marcos, con el buril, potente, seguro, limpio, sin igual, de su voz, podía ser el interprete, el cincelador, que perpetuase nuestro cancionero –recogido pacientemente por don Salomón, Echevarría…- con toda filigrana de integridad rural y castiza, cual orfebre de ese singular material, nuevo, de hilillos magnetofónicos y discos microsurco.

Así se lo dije, a poco, cuando, por voto, devoción o ambas cosas a la vez, cruzó España, llegó a Cádiz y cantó al Nazareno de los Afligidos y a su Madre de Desconsuelos. A mi sugerencia dio un “Si” franco, ¡manchego!, y al señor Alcalde Mayor le entrego ese “si”, para que lo convierta, con la cooperación de todos, si la precisa, en la realidad necesaria, fiel, correcta y obligada, celosa. Pues tenemos que legar, sin merma y pulido, a los que nos sucedan, nuestro cancionero. No tenemos disculpa y si obligación irrenunciable. En tiempos de las Bernegalas, la transferencia había de hacerse a viva voz, con el peligro de pérdida o adulteraciones al pasar de generación a generación, pero, como medios tenemos hoy para no desbaratar, ni perder, lo que nos queda de ese nervio de la raza que son los aires populares, Dios, La Mancha y Ciudad Real, nos pedirán cuentas. Estemos seguros.

En el cofre viejo, donde yacen la gargantilla y la venera de aljófar, y los pendientes de dos chorros, y la maciza cadena, con dije, del gordo reloj, entre las joyas antañosas, hagamos sitio para la moderna alhaja de una discoteca, diestra, con el flor regio escogido de nuestro cancionero, grabado por nuestro Marcos.

Julián Alonso Rodríguez. Diario “Lanza”, jueves 24 de abril de 1958, página 3


No hay comentarios:

Publicar un comentario