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domingo, 1 de noviembre de 2015

ARQUITECTURA PARA LA MUERTE


Panteón de la familia Barrenengoa en el cementerio de Ciudad Real

Pocos temas arquitectónicos pueden suscitar tantas analogías edificadas y simbólicas como la arquitectura funeraria pero también pocos temas arquitectónicos han experimentado tan hondo declive como el citado. Quizá las palabras de Oriol Bohigas aclaren lo expuesto: “El tema funerario ha dejado de pertenecer ya a la arquitectura viva. La revolución que presento el racionalismo plantea una ineludible jerarquía de temas la nueva civilización industrial borra los antiguos criterios monumentales. El Cementerio es ya un problema de orden más práctico y teóricamente merece un enfoque funcional. Para otra parte, la muerte y la inmortalidad ya no son motores de la representatividad. La duda reside en si el paralelismo persiste. Si la ausencia del monumento –precisamente del monumento con todas sus antiguas cargas conceptuales- no habrá suburbializado igualmente a la ciudad y al cementerio(1).

Si la muerte ha dejado de ser un problema simbólico –mítico para convertirse en una ingerencia sanitaria, hay que entender el desplazamiento experimentado en la representación formal de los cementerios. Lejos ya de la forma construida que evoca el recuerdo y trata de permanecer en el tiempo como emblema de una memoria familiar herida y doliente, hoy caminamos por la senda americana del “homes Funerary”, donde la abstracción indolora cabalga al aire del negocio próspero y de la asepsia social de las emociones personales (2).

Panteón de la familia García-Ibarrola del cementerio capitalino

Si las metáforas posibles fueron la pérdida y el reencuentro, la ciudad y el jardín, hoy el horno crematorio nos habla de otra elocuencia productiva presidida por la maquina y por la ausencia de símbolos y pasiones. Lejos de las representaciones funerarias arquetípicas como las egipcias, hay  que reconocer que las construcciones fúnebres han sido siempre un ámbito específico de la arquitectura. Quizá por las razones apuntadas por Teyssot “En el principio la arquitectura se erigía para dar hospitalidad a los dioses y a los muertos” (3) Y quizá también porque la reflexión arquitectónica es más elocuente en las intersecciones, y que mejor intersección especial y temporal que el cementerio intersección entre tiempos que acotan la vida y la muerte, intersección de un espacio urbano “señalado” como frontera de la vida.

Si la Orden de Carlos III de 1775 posibilitó la desaparición de los cementerios parroquiales y conventuales, el impulso en la construcción de estos espacios va a producirse en la 2ª mitad del siglo XIX. Impulso motivado por razones higiénicas, pero que no va a estar exento de una reflexión especial y arquitectónica singular. Desde los trabajos pioneros de José Ramón Berenguer y Pedro Real y Real, ejecutados entre 1866 y 1869 (Ciudad Real 1866, Valdepeñas 1867 y Alcázar 1869) a los últimos diseños de Telmo Sánchez, hay todo un trayecto donde las soluciones producidas proporcionan claves interesantes que posibilitan el entendimiento de las funciones sociales y simbólicas de la arquitectura fúnebre, salas de autopsias, capillas, cercas, galerías de nichos y panteones, arrojan una elocuente visión de la forma construida y de sus posibilidades figurativas en el paisaje espacial de la muerte. La memoria que en 1869 redacta Pedro Real y Real para el cementerio de Alcázar es una buena muestra de la preocupación figurativa citada: “El género de arquitectura que se ha empleado es el grecorromano en consonancia a la severidad y rigidez requeridas” (4).

Otro panteón del cementerio de Ciudad Real, que utiliza el ladrillo para su construcción

Junto a ello las razones de ubicación y vientos dominantes configuran un perfecto espacio de 100x100 metros capaz para 2.000 sepulcros. La proximidad de las motivaciones arquitectónicas y urbanísticas en la resolución del tema son evidentes. Evidencia que va prolongarse en casi todos los trabajos próximos ejecutados durante 60 años. Los cementerios de Fuencaliente (Vicente Hernández, 1876), Moral (Sebastián Rebollar, 1886), Tomelloso (Telmo Sánchez, 1911) o Corral (Telmo Sánchez, 1918), contienen en mayor o menor medida la reflexión del cementerio como forma mimética de la ciudad. Forma mimética que se prolonga en panteones y galerías, erigidos con afán de conmemorar la pérdida y simbolizar los límites de la vida. Limites construidos con formas paganas o sacras donde la simbología es un autentico catálogo de pasiones sensibles y arquitectónicas y donde las galerías componen una memoria tatuada de signos temporales.

Los trabajos de Rebollar en Ciudad Real (panteones de Barrenengoa, Del Campo y Peñuela) se producen como pequeños templos, similares a edificaciones burguesas que cualifican tanto al cementerio/ciudad como la memoria del propietario. Los proyectos de Telmo Sánchez tienen más propósitos escultóricos como puede apreciarse en los trabajos de Valdepeñas (panteón Rojo de la Torre, 1908) y en Tomelloso (panteón Ibarrola, 1915). Motivación escultórica e iconográfica que plantea ya la crisis del espacio cementerio /ciudad. Crisis que prolonga ya de forma abierta como consecuencia del deterioro simbólico que va a operarse en la sociedad y en la ciudad reciente. Deterioro simbólico que nos habla del desplazamiento de la vida y del olvido de la muerte. El Koimmeterion ya no es, por tanto, el lugar donde se duerme, de la misma forma que la ciudad ya no es el lugar donde se habita. Los esfuerzos recientes de Aldo Rossi en su proyecto de cementerio de Módena por introducir la imagen del cementerio como una casa súbitamente abandonada, nos proporcionan una antiimagen de la ciudad como espacio donde la vida agoniza.

Revista “Mancha” 1985

(1)     Oriol Bohigas. “Los cementerios como catalogo de arquitectura”. CAU, nº 17. Barcelona 1973.
(2)     Jean Baudrillard “El intercambio simbólico y la muerte”. Monte Ávila. Barcelona 1980.
(3)     George Teyssot “Frammenti per un discorso fúnebre”. Lotus International II/1983. Milán.
(4)     “Memoria del proyecto…” Archivo Diputación Provincial. Sección Arquitectura.
 
Panteón de la familia “Del Campo” en el cementerio de nuestra ciudad

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