Dentro del panorama de la ciudad, resulta obligado hacer mención, aunque sea de forma breve, de su organización eclesiástica. Por otro lado, no puede ser de otro modo, ya que el tema es lo suficientemente amplio como para requerir estudios más pormenorizados, alguno de los cuales ya han sido publicados (1), aunque afectando tangencialmente a la ciudad.
Desde el punto de vista eclesiástico, la
ciudad pertenecía al arzobispado de Toledo, formando parte del arciprestazgo de
Calatrava, lo mismo que otros núcleos de población que formaban parte de su
territorio.
Estos pequeños núcleos, que tenían algún
beneficio, eran a fines del siglo XV los siguientes:
-
Poblete
(1 beneficio curato).
-
Torrecilla
(1 beneficio curato).
-
Sancho
Rey (1 beneficio curato).
-
Benavente
y Valverde (2, uno de ellos curato).
-
Higueruela
(1 beneficio curato).
-
Ciruela
(2, uno curato y otro medio préstamo).
La ciudad, por aquella época, contaba
con 19 en total, de los que 3 eran curados, 8 beneficios servideros, 1 medio
beneficio, 6 prestameros y 1 medio prestamero (2).
Sin embargo, parece que no fue así
siempre. Por lo que respecta al núcleo urbano, parece ser que Alfonso X, con
autoridad del arzobispado toledano, lo dividió en 3 parroquias, a semejanza de
la estructura de Alarcos, totalizando 12 racioneros. El citado arzobispo se
reservaba la provisión de dichas raciones o beneficios. Contaba, además, con 3
curas propios.
Los beneficios formaban un único cabildo
eclesiástico, recibiendo todos los beneficios de la totalidad. Al frente del
mismo se encontraba un abad mayor, elegido cada año, un receptor y un
escribano. Este cabildo se regía por unas ordenanzas y alternaba los actos religiosos
oficiales en cada una de las tres parroquias. Por otro lado, en cada una de
estas parroquias tenían silla tanto el arcédiano de Calatrava como el déan de
Toledo (3).
La existencia de este cabildo
eclesiástico queda reflejada en la documentación desde muy temprano. En 1312
permutaba con el arcediano de Calatrava unas casas en la colación de San Pedro
de Ciudad Real (4).
La presencia de dicho arcediano en la
ciudad parece fue bastante frecuente. Un clérigo, sin duda acompañante suyo,
firmaba un documento en 1297 (5) y unos años más
tarde aparece permutando las casas ya citadas, así como en otros actos
jurídicos (6). Probablemente
fue el encargado de comisionar en 1349 a Francisco Gonsalvo, de la Orden de
Predicadores, para la absolución de irregularidades y censuras eclesiásticas en
que pudiesen incurrir los clérigos de la ciudad, sus aldeas y campo de
Calatrava, puesto que el documento está redactado en Villa Real (7).
Las vinculaciones de estos eclesiásticos
de la ciudad con la sede toledana y la relevancia de los mismos, quedan de
manifiesto a través de la documentación aportada de mediados del siglo XIV.
En 1351 el papa Clemente VI reservó a
Pedro Alfonso, beneficiado perpetuo de Santa María de Ciudad Real y comensal
del cardenal Albornoz, a petición de éste, una porción perpetua en la catedral
de Toledo (8). La incidencia
que la personalidad del cardenal Albornoz tuviese en la ciudad, es de difícil evaluación.
Sin embargo, parece de una cierta importancia, puesto que un par de años más
tarde pide al papa conceda a García Gaufrido, “non obstante quod in parrochialibus ecclesiis Ville Regalis… quandam
prestimonialem portionem noscitur obtinere”, una canonjía y prebenda en la
catedral de Toledo, que con anterioridad había pertenecido a su sobrino Pedro Álvarez
de Albornoz, primo del susodicho García. A ello accedería Inocencio VI (9).
Ese mismo año pediría para su camarero
Pedro Alfonso de Toledo una canonjía en la catedral de Barcelona, no obstante
el beneficio perpetuo que tenía en la iglesia parroquial de Ciudad Real, lo que
le concedería el pontífice (10).
Se ha señalado la posibilidad de una
fuerte incidencia del cardenal Albornoz en la ciudad y la relevancia que pudo
tener la clerecía de la misma. Ello cabe sospecharlo del último de los
documentos sobre el tema, en el que dicho cardenal suplica a Inocencio VI
conceda a Rodrigo Fernández de Belvís, clérigo toledano, una porción
prestimonial en la iglesia de Ciudad Real que le había pertenecido y que se
encontraba vacante tras la renuncia de Albornoz (11). Este dato abre
una serie de interrogantes muy sugestivos, pero que hay que dejar para otra
ocasión.
Una de las conclusiones que se pueden
desprender de lo últimamente expuesto es la aparente importancia que dentro del
ámbito eclesiástico parece ser que tenían estos beneficios de la ciudad.
La importancia, sea social o
crematística, que pudieran tener, se aprecia también en el documento de 1402,
donde aparece un tal Ruiz Sánchez, canónigo de Toledo, como cura de San Pedro y
racionero de las iglesias de la ciudad (12). Además aparece
como posesor de unas aranzadas de viña sobre las que fundó una capellanía
perpetua, a condición de que el capellán asistiese a todas las horas canónicas
con los otros clérigos beneficiados de San Pedro, lo que permitiría hacer una
distinción entre capellanes y beneficiados sobre la que ya se ha apuntado algo
anteriormente.
Que otros clérigos de la ciudad tenían
posesiones en la misma, es obvio. Tal es el caso de Juan Sánchez, clérigo, que
en 1423 aparece como propietario de un quiñón (13).
Pero no sólo eran éstos los propietarios
de tierras. También lo era la sede toledana. Prueba de ello es la donación que
hiciera en 1351 el arzobispo don Gonzalo a Alfonso Fernández de Olías de la
ermita de Alarcos, que no sólo contaba con ornamentos, sino con otros bienes y
rentas (14).
Es difícil precisar con exactitud los
bienes que la mitra toledana mantenía en la ciudad y su territorio. Lo cierto
es que a finales del siglo XV aparece en la documentación determinado vecino de
Ciudad Real con el cargo de mayordomo del arzobispo de Toledo (15). Sin ser muy preciso el dato, en 1484
aparece uno de estos mayordomos intentando cobrar “ciertos maravedís e pan e otras cosas de la dicha su mayordomía”
por un montante de 202.000 maravedís (16). Tal como
aparece este dato, no da la impresión de que se tratase de una cantidad en
concreto de diezmos eclesiásticos, puesto que se especifica que eran de la
mayordomía, aunque también pudieran ser tales.
Ya se tratará en su correspondiente
apartado el hecho de que, dado que los clérigos y eclesiásticos de la ciudad se
encontraban exentos de pechar, algunos vecinos de la misma, con el fin de
defraudar al fisco, idearon el sistema de hacer donaciones fingidas a dichos
eclesiásticos (17).
Aunque pocas, se conservan algunas
noticias de que distintos arzobispados se dirigieron a los clérigos de la
ciudad para comunicarles determinadas cuestiones de carácter eclesiástico (18).
Los procesos de Inquisición recogen la
existencia de varios clérigos en la ciudad, distinguiendo en ocasiones
distintas categorías entre ellos.
Perteneciendo a Santa maría, se
encuentran citados: Juan González (19) y Pedro Ruiz (20), como curas; Alfonso Martínez (21), García Hernández (22), Lope Martínez (23) y Pedro Rodríguez (24), como clérigos, apareciendo este último
también como lugarteniente del cura de dicha parroquia.
En San Pedro aparecen: Fernando Alfonso (25), Gonzalo de Funes (26) y Juan Ortiz de Angulo (27), como curas; Antonio (28), Pedro Fernández (29) y Pedro Rodríguez (30), como clérigos.
A Santiago pertenecía Diego Sánchez de
Santa María, como cura (31).
Sin adscripción, se encuentran citados:
el doctor de Buitrago (32), Fernando de
Calatrava (33) y Juan de
Guzmán (34), como curas;
Antonio de Santa María (35), que pudiera
ser el perteneciente a San Pedro , Diego Mejía (36), Juan González (37), Juan de Ruíz (38), Juan Sas de Antequera (39), Juan de Soto (40) y Pedro Fernández (41), que pudiera ser el mismo perteneciente
a San Pedro, como clérigos; y como clérigos beneficiados se encuentran citados
Juan de Hoces (42) y Juan Ruíz de
Córdoba (43).
En total aparecen al menos 23 clérigos
existentes en la ciudad, siendo importante también resaltar la participación de
algunos de ellos, por ejemplo Juan de Hoces, dentro de la mecánica
inquisitorial.
Alguno de ellos, también, parece se
dedicaba a la enseñanza, como pudiera ser el caso de Juan de Ruíz, que aparece
con el sobrenombre de “el maestro”, si bien tal denominación puede estar
haciendo referencia a lo dicho o a su condición de maestro de Teología, en cuyo
caso sería un dato a tener en cuenta para la evaluación de la categoría
intelectual de la clerecía de la ciudad.
Otros eclesiásticos de los que se tiene
noticia son: Juan de la Hoz, beneficiado de Ciudad Real, que sustituyó como
capellán real de la iglesia de Lugo a Gonzalo López de Beteta. Asimismo, por
aquellos años, 1494, aparece como racionero de Ciudad Real y capellán de don García
López de Beteta, un tal Juan de Chozas.
Luis
Rafael Villegas Díaz. “Ciudad Real en la edad media. La ciudad y sus hombres
(1255-1500), páginas 84-88.
(1) Por citar
algunas, v. Guadalupe Beraza, Diezmos de la sede toledana. Bajo otros aspectos,
Sánchez Herrero, Concilios provinciales y sínodos toledanos de los siglos XIV y
XV. Así como los trabajos de Rivera Recio, entre los que cabe destacar La
Iglesia de Toledo en el siglo XIII.
(2) Guadalupe
Beraza, Diezmos de la sede toledana, 91.
(3) Estos datos están
tomados de Díaz Jurado, pág. 20-21 y 40 ss., así como en fol. 44 v y ss. Aparte
estos beneficios, debían existir en la ciudad probablemente otros clérigos
ocupando capellanías. Cfr. 1305, marzo 20. Toledo. Cit. Delgado Merchán,
Historia documentada, 142. Y 1402, noviembre 21. Cit. Delgado Merchán, Historia
documentada, 142.
(4) 1312, febrero
20. Cit. Delgado Merchan, Historia documentada, 142.
(5) 1297, octubre19.
Villa Real. AHN, Calatrava, carp. 461, núm 162; AHN, Calatrava, Reg. IV, fol.225;
B.A.H. Col. Salazar, I-40, fols. 377 v-378. Publ. Menendez Pidal, Documentos lingüísticos,
I, 392-393, núm 288.
(6) 1305, marzo 20.
Toledo. Cit. Delgado Merchán, Historia documentada 142; 1312, febrero 20. Cit.
Delgado Merchán, Historia documentada, 142.
(7) 1349, marzo 12.
Villa Real. Cit. Delgado Merchán, Historia documentada, 142-143.
(8) 1351, junio 7.
Aviñón. A. Vaticano, Re. Aven 117, fol.
377r, litt. 72;
y Reg. Vat. 208, fol. 28v, litt. 72. Publ. Trenchs y saez. Diplomatario cardenal
Albornoz, 65, núm 77.
(9) (1353, marzo 3.
Aviñón). A. Vat., Reg. Suppl., fol.
91r. Publ. Trenchs
y Saez, Diplomatario cardenal Albornoz 224-225, núm. 241; 1353, marzo 3. Aviñon. A. Vat. Reg. Aven. 121, fol 393 r-v; y Reg.
Vat. 221, fols. 440v-441r,
litt. 790. Publ. Trenchs y Saez, Diplomatario cardenal Albornoz 225-226, núm.
242.
(10) 1353, julio 28.
Villeneuve-les-Avignon. A. Vat., Reg.
Suppl. 26
fol. 41v. Publ. Trens y Saez Diplomatario cardenal Albornoz, 356-357, núm. 383;
1353, julio 28. Villeneuve-les-Avignon. A. Vat., Reg. Aven. 124. Fol. 280v; y Reg. Vat. 223, fols. 187 v-188v,
litt. 346. Publ. Trenchs y Saez, Diplomatario cardenal Albornoz, 357-358, nún.
384.
(11) 1353, agosto 18.
Villeneuve-les-Avignon. A. Vat., Reg. Suppl. 26 fol. 58r. Publ. Trenchs y Saez,
Diplomatario cardenal Albornoz, 411, núm. 440. Una explicación de la presencia
de este personaje en la ciudad es, Toledo en la baja E.M., 85-87; y Trenchs,
Albornoz y Aviñon, 280.
(12) 1402, noviembre
21. Cit. Delgado Merchan, Historia documentada, 142.
(13) 1423, enero 28.
Ciudad Real. AHN, Diversos, Hermandades, caja 21, núm. 11. Cop. S. XVIII.
(14) 1351, agosto 20.
Valladlid. Gomez, Historia de Ciudad real, fols. 74r-75r; 1351, agosto 24.
Valladolid. Gomez, Historia de Ciudad Real, fols. 75r-76r. Cfr. Sobre las
posesiones en la zona del arzobispo don Rodrigo Jiménez de Rada el trabajo de
Grasotti, Don Rodrigo.
(15) 1477, febrero
22. Toledo. AGS, Sello, 1477 febrero, fol. 359; 1487, octubre 22. La Membrilla.
AGS, Sello 1487-octubre, fol. 164 y 165; 1489, enero 22. Valladolid. AGS, Sello,
1489-enero, fol. 149; 1490, marzo 27. Sevilla. AGS, Sello, 1490-marzo, fol.
317.
(16) 1484, septiembre
7. Córdoba. AGS, Sello, 1484-septiembre, fol. 54.
(17) 1492, mayo 28.
Córdoba. AGS, Sello 1492-mayo, fol. 507.
(18) 1478. Reg.
Bernabeu, Inventario 40; 1497. Reg. Bernabeu, Inventario, 45; 1497. Reg.
Bernabeu, inventario 45.
Desde
la 19 a la 43 Beinart, Records.
No hay comentarios:
Publicar un comentario