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lunes, 30 de noviembre de 2015

ÁLVAR GÓMEZ DE CIUDAD REAL EL VIEJO Y EL JOVEN


Álvar Gómez de Ciudad Real tiene una calle dedicada en nuestra ciudad

Álvar Gómez de Ciudad Real (el Viejo), fue un ciudadrealeño que llego a ser secretario y administrador de los Reyes de Castilla y León Juan II y Enrique IV que vivió en los dos últimos tercios del siglo XV, abuelo del humanista, poeta y traductor Álvar Gómez de Ciudad Real, el Joven.

Según el cronista Diego Enríquez del Castillo (Segovia, 1443 - id., d. 1503) (1) era "de baxa sangre, que de su linage no conviene hacer memoria", esto es, de origen judeoconverso. No muy distinto juicio ofrece el opuesto historiador Alfonso de Palencia:

Cierto Álvar García de Villarreal, hombre ignorante, necio, de oscuro origen y bajas inclinaciones, y a quien por esto mismo nombró su secretario apenas subió al trono, cual si el cargo y su ejercicio correspondieran de derecho a persona imperita, oscura y de costumbres relajadas.(2)

Obtuvo el favor del rey Enrique gracias a la mediación de Juan Pacheco, marqués de Villena. En la Corte consiguió mejorar sus rentas: obtuvo el señorío de Maqueda y compró San Silvestre y Torrejón de Velasco. Además obtuvo del rey una ejecutoria de hidalguía para fundar mayorazgo, aunque, fiel al marqués de Villena, empezó ya a intrigar en secreto durante una embajada que le dieron ante el rey de Francia contra Enrique IV y servía de confidente al grupo de nobles que encabezaba la revuelta para elevar al trono al infante Alfonso obligando a abdicar al deshonroso Enrique IV; el rey terminó enterándose, sin embargo, y mandó al contador mayor, un converso llamado Pedro Arias Dávila, sitiar Torrejón de Velasco y tomarlo para sí. No por ello dejó de seguir apoyando a Alfonso, y participó en la llamada Farsa de Ávila (1465). La rebelión fracasó y Enrique IV ordenó confiscar sus bienes y sitiar Maqueda. Pero el obispo de Sigüenza Pedro González de Mendoza, futuro arzobispo de Toledo, instigado por el marqués de Villena Juan Pacheco, consiguió un trueque de tierras por medio del cual Álvar Gómez se quedó con algunas que tenía el obispo en Guadalajara (Yélamos, Pioz, Atanzón y El Pozo) para fundar su propio mayorazgo. Entre tanto Álvar Gómez se había hecho eventualmente alcalde mayor de Toledo (1467) al capitanear una revuelta de conversos, y para cerrar este trato renunció también a este cargo.

Tuvo de su esposa Catalina dos hijos: Pedro, primogénito, y Alfonso, fraile franciscano, como segundón, y cuatro hijas legales y una natural, que fue reconocida, aunque la última, en la fundación del mayorazgo.

(1) D. Enríquez del Castillo, Crónica de don Enrique el Cuarto de este nombre, por su capellán y cronista.

(2) Traducción de Antonio Paz y Meliá de la crónica latina de Alfonso Fernández de Palencia Gesta Hispaniensia ex annalibus suorum diebus colligendis, Madrid, 1904, t. I, p. 167.
 

El anterior personaje fue el natural de Ciudad Real y no hay que confundirlo con su nieto también llamado Álvar Gómez de Ciudad Real, el Joven, tercer señor de Pioz, (Guadalajara, 1488 - 1538) que fue un poeta en latín del Renacimiento español. Hijo de Pedro Gómez, segundo señor de Pioz (Guadalajara), y nieto del conocido secretario y contador de Juan II y de Enrique IV del mismo nombre (Álvar Gómez de Ciudad Real, el Viejo). Sucedió a su padre en el señorío y fue gentilhombre de los Reyes Católicos. Estuvo al servicio del Duque del Infantado y luchó en la batalla de Pavía junto a los Mendoza, donde fue herido, y en otras batallas en Italia, distinguiéndose además como intelectual de ideas erasmistas. En efecto, acompañó a Carlos V en su viaje a los Países Bajos entre 1520 y 1522. Estuvo presente en la coronación del Emperador en Bolonia (1530) en el séquito del Duque del Infantado. Fue un excelente escritor, pero un pésimo administrador, obligando con ello a sus descendientes a poseer únicamente Pioz y Atanzón. Dicha propiedad cesaría hacia el año 1619 por morir sin sucesores.

Destacó como poeta latino, hasta el punto de que Antonio de Nebrija lo llamó "Virgilio cristiano" como si fuese un nuevo Juvenco. En efecto, su obra entra de lleno en la llamada épica religiosa, en la línea de aquellos versificadores de las Sagradas Escrituras como el citado Juvenco, Sedulio, Draconcio o Arátor durante los primeros siglos del Cristianismo.

En su Talichristia narró en veinticinco libros y más de dieciséis mil hexámetros el misterio de la Redención, inspirándose quizá en poemas parecidos del Renacimiento como el De partu Virginis de Jacopo Sannazaro; se publicó en Alcalá de Henares en 1522 con una dedicatoria a Adriano VI.

No menos imponente es su Musa Paulina, una versificación del epistolario de San Pablo en dísticos elegíacos, dedicada a otro papa, Clemente VII (Alcalá, 1529). En ella es patente la huella de Ovidio. También en verso latino publicó los De Solomonis proverbiis (Basilea, 1538) y los Septem Psalmi Penitentiales.

Carácter no religioso tiene su epopeya acerca del Toisón de Oro De militia principis Burgundi, quam Velleris Aurei vocant, ("La Orden de caballeros del príncipe de Borgoña que llaman del Toisón de Oro") dedicada a Carlos V, compuesta alrededor de 1519 y publicada póstuma (Toledo, 1540), que mereció el elogio de Erasmo en un poema prologal que le compuso. El propósito de esta obra es glorificar a la Orden del Toisón de Oro y a su nuevo soberano, a su vez nuevo rey de España, Carlos I. El poeta vincula el nacimiento de la Orden a la historia del vellocino del héroe bíblico Gedeón, prefiriendo, como buen erasmista, esta justificación cristiana a la interpretación alegórica que remontaba su orígenes al mito de Jasón y el vellocino de oro, tan del gusto del fundador de la Caballería, el duque de Borgoña Felipe el Bueno. El elogio del nuevo monarca hispano recoge las proclamas del mesianismo imperial que dominaron la primera parte de su reinado. El poema fue publicado a expensas del hijo del ya fallecido poeta y alcanzó una reedición sólo un año después en Alcalá de Henares. En ambas ediciones se añaden unas aclaraciones en prosa o escolios que redacto el maestro toledano y amigo del poeta Alejo Venegas de Busto notas interesantísimas por la cantidad de datos históricos, geográficos y literarios que ofrecen. El bachiller Juan Bravo hizo una traducción del poema al español en 1546. Álvar Gómez de Ciudad Real tradujo asimismo en verso el Triunfo de Amor de Francesco Petrarca.

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