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martes, 12 de noviembre de 2019

LA PLAZUELA DE SAN FRANCISCO


Vista aérea de la Plaza de San Francisco en 1928, con el antiguo Hospicio Provincial

Grande y meritorio sería que alguien hiciera “la lirica” de nuestras plazuelas. La bien encuadrada de las monjas “Terreras”, que Dios libre de adulteración y seudorrejuvenocimiento pernicioso, retorcido y condenable; la… mancheguísima, ciudarrealeña de Santiago, de la cual tenemos dicho mucho, perdido en no sé qué desierto; la desmantelada de Don Agustín Salido; la desamparada de S. Francisco, rescatada un día, que vuelve al primer plano de la actualidad por otra y gracia del artículo y la foto publicados , en LANZA el día 3 actual… ¡Esas plazuelas de mi tierra que esperan su enamorado cantor!

Sí, desamparada hemos dicho, y mucho, plazuela de San Francisco. Ahí la tenéis con roídas escalinatas, cual dentadura de vieja; con esos paredones, ya viejos, de un edificio, nonato, en el lugar que uno de abolengo histórico ocupaba y dio honra y prez a la plazuela; con dos árboles y medio, clamantes, rotos, astillados por irrespetuosos autos, y teatrillos, de lona  y madera, igualmente intrusos; sin apenas vestigios de la barandilla que le cedió su hermana del Pilar; polvorienta; ni siquiera un jaramago verde a su ruina; sin chicos, que jueguen; sin grandes, que paseen; ni viejos, solcándose…Desamparada; desolada; triste; espera, que te espera, una restauración, honrosa, enterradora de vergüenzas, vivas.

Otro espectáculo, desagradable y actual de nuestra ciudad, y de todos los lugares de España, desde la Corte al cortijo –así es de general- lo da el motorismo, creciente y ruidoso, sin otra posibilidad de descanso que  el amontonamiento, entorpecedor y feo, en cualquier sitio amplio o estrecho, de día y de noche, con los inconvenientes y peligros de embotellamiento o de “gamberradas” tal cual la no lejana de acuchillar, en una noche, todas las cubiertas de todos los coches parados en lo más céntrico del casco urbano.

Y LANZA, aunando la necesidad de seguridad y buen tono urbano, con la de ornato, se fija, en citado artículo, en la plazuela de San Francisco como solución, en uno, de los dos problemas.

Del modo expuesto por el citado periódico, se deduce quedaría la plazuela, exteriormente, cual amplísima pista de baile, fea, de cemento, pero, en su hueco abismal, convertida en capaz, necesario, seguro refugio de la mecanización ambulatoria creciente. Algo así como un “Hogar provincial de Chatarra”; disparatado, rugiente corazón, maloliente y costosísimo, pero que de nada serviría sin capaces vías que a él canalizasen el tráfico. Y a mí, remo, en absoluto de saber técnico, me parece no son muy allá, para cumplir su cometido, esas angostas arteriolas o allecicas que afluyen la plazuela, y se llaman del Gato, del Jaspe, del Horno, y la que la contornea por el lado del “notable desnivel”, donde, a la fuerza, habría de estar el ingreso al monumental garaje.

El Hospicio Provincial en los años cincuenta del pasado siglo aún sin terminar

Pero, ¡todo tiene solución, en este mundo, si no es la muerte! Exprópiense y sean demolidas, las casas que quedan entre la plazuela y una línea recta que, partiendo de los tapiales del convento de las Siervas, remata en la calle del Jaspe, en el muro ajardinado del grupo de casas de la Diputación; alísese el solar  resultante, como  campo de maniobras, y, desde el principio al fin, a todo lo largo de la restante de las estrechísimas antes citadas calles afluentes, hágase más expropiaciones para dejarlas suficientemente amplias. Esto último, sería un excelente modo de paliar, con estas anchuras, las mermar que a otra calle céntrica y distante, estamos haciendo… y, ¡todo cabal!, que hasta tendríamos montañeros deportes de nieve, en invierno y verano, en la Atalaya, pues, cumplidamente, alcanzaría la cota de las nieves perpetuas si en ella se volcasen la tierra y la piedra, procedente del ahuecado de la plazuela y la escombrera de las casas echadas abajo.

Después…llegaría el ajuste de cuentas, que bien podría hacerse a la sombrica del interminado Hogar Provincial de la Beneficencia para que nos asesorase, con la experiencia de sus propios, graves, técnicos-económicos, problemas que, en comparación con los nuestros, quedarían ridículos, despreciables… y, ¡a enjugar, sea dicho, con “lo rentable”! (?)

Todavía podíamos pensar en más aportes terrígenos, para alcanzar el alpinismo, de la Atalaya, como resultas de la enajenación y demolición de algunas casuchas pobres, circundantes de la plaza, que dejaran espacio para levantar el magnífico hotel tan preciso al rumbo de Ciudad Real y al cómodo acomodo de los visitantes.

¡No es nada nuestra desbordada, alegre, fantasía oriental, voladora!,  pero, por Dios, tengamos compasión del pobre alcalde, de nuestros flácidos bolsillos y de los que, arrugados, legaríamos a generaciones de generaciones futuras y con razón, maldiciente de la nuestra.

Pensemos, en serio, si no sería más razonable sujetarnos a la realidad de lo hacedero y pedir, y no es poco, el resurgir cercano de la plazuela, con carácter manchego, decorosa, bonita y pinturera, jugosa, con árboles, flores, bancos, la estatua de N. S. y fundador Rey Sabio y cercada de casas con la obligación de lucir ventanas y balcones con rejería trabajada en fragua y la prohibición, tajante de abrir huecos apaisados, tan desdichadamente propagados actualmente en nuestra capital, con barra, a lo largo, como barandal barato y antiestético.

Desterremos esnobismos, tontos, y modalidades, económico-roñosas, de mal gusto. Sintamos, a la par, la expresión de nuestro carácter y la modernidad bien entendida, pues, ciertamente, pueden casarse y vivir juntas, felices y en paz.

Y que el Hogar de la Beneficencia se termine -¡ya será hora!- como liquidación de la pesada herencia caída a la Diputación… y busquemos para “aparcadero” otro sitio más adecuado y con buenos accesos – no son sólo precisos para la plaza de toros y el campo de deportes –que no es difícil encontrarlo. Estaría mejor situado y, por añadidura, sería, tras más económico, hasta decorativo.

No metamos a la plazuela de San Francisco en nuevos berenjenales. Suficientes sufre.

Julián Alonso Rodríguez. Diario “Lanza”, martes 8 de abril de 1958, página 2

Imagen tomada en la Plaza de San Francisco en los años sesenta del siglo XX

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