El Obispo de Ciudad Real, Antonio
Algora, escribió una carta en la hoja
diocesana “Con Vosotros” dirigida a todos los fieles de la Diócesis el pasado 18 de
marzo mostrando su desacuerdo contra la reforma laboral desarrollada por el PP
al considerar que la misma rebaja claramente los derechos de los trabajadores
respecto a situaciones anteriores”.
Aunque desde el Obispado de
Ciudad Real han declinado hacer declaraciones a los medios de comunicación
alegando que no quieren suscitar “ningún tipo de polémica a dos días de la
huelga porque la carta está escrita hace más de una semana”, han reiterado que
su postura sigue siendo la misma que mantiene el Algora en la misiva, y en la
que lamenta que “llevamos muchos años ya de nuestra democracia donde siempre
los perdedores en el concierto social, repito, siempre, son los mismos y
siempre los más débiles”.
En este sentido, el Obispo
ciudarrealeño aseguró que no es a él a
quien le toca juzgar la conveniencia de esta reforma en el aspecto técnico o
jurídico en un momento “en el que la sociedad entera está amenazada por una
crisis global sin precedentes en la historia humana” y que hay que fiarse de
que son las instituciones las “que deben entender de problemas de tan gran
magnitud”.
Sin embargo, si exigió a las
instancias políticas, sindicales, empresariales, financieras y a los distintos
colectivos de expertos que actúen con responsabilidad y, “si siempre tenemos
todos la obligación de construir el bien común, anteponiéndolo a intereses
particulares, ahora más que nunca corresponde mayor obligación al que más
puede”.
A este respecto, ha criticado que
nadie hable de provisionalidad en las medidas que se están tomando, “luego lo
que se quiere hacer es establecer un mercado de trabajo en el que los
empleadores hagan y deshagan a su antojo, olvidando que el empleado posible es,
ante todo y sobre todo, persona a la que otros han dado la vida, la han
educado, tiene necesidades básicas: familiares y sociales, no es una mera
fuerza de trabajo que se admite o despide unilateralmente y durante un largo
periodo de tiempo, pues, en un año de provisionalidad en el empleo (esto es lo
que dice la Ley),
puede ocurrir de todo, desde una gripe a un suceso familiar al que hay que
atender antes que a cualquier otra urgencia de la vida de la empresa. Las
personas no somos tan flexibles, tan elásticas, como nos quieren hacer creer”.
En su opinión, no parece creíble
que no se puedan tomar otras soluciones para generar empleo y apunta a que
“parece mentira que a día de hoy tengamos que echar mano de usos del pasado que
trajeron tanta injusticia y explotación a los trabajadores. Con estas medidas y
sin meterme a profeta, se van a conseguir los mismos frutos de un pretendido
bienestar, hasta es posible, pero no habremos avanzado nada en que el
trabajador se sienta realizado con su trabajo y le sirva para llevar una vida
estable y sin sobresaltos; que haga posible la familia, la educación de los hijos,
el tejido social compacto y fuerte que hace personas y países fuertes para
soportar las inclemencias de las coyunturas históricas”.
Asimismo, en esta carta de gran
contenido social, pide que si “no hay más remedio” que aplicar estas medidas,
se complementen con otras en las que “lo central sea la vida de las personas”,
al tiempo que afirma que “da la impresión de que las sociedades desarrolladas
van a ser las que más poder concentren en menos manos y esto no se corresponde
con las aspiraciones de una sociedad democrática avanzada. Los jefes políticos
europeos toman sus medidas por vía de urgencia sin apenas contar con los
parlamentos respectivos; los poderes financieros se están concentrando en muy
pocas manos. No sé si es muy descabellado pensar que, en el río revuelto de la
crisis, están pescando los más poderosos sin contar con la opinión de la
sociedad”.
Repercusión de la carta en la prensa local: