Lo mismo que defendemos apasionadamente a
Ciudad-Real, aunque el éxito nos acompañe sólo en algunas de las ocasiones en
que alzamos nuestro comentario contra lo que no nos gusta, igual acogemos
gozosamente las ocasiones que se nos presentan de enaltecer las figuras que son
o que fueron de esta bendita tierra que nos sostiene bajo el valiente sol que
nos alumbra.
De ahí que cuando nos hablan de algunas figuras
que fueron señeras en las artes, en política, o que fueron populares en nuestro
pequeño mundo, en otros tiempos, figura que generalmente, se dieron sin
c1caiteríasa la mayor gloria de su pueblo, apoyados en su vocación inasequible
al desaliento de amar a ese pueblo, nosotros vibremos con la llamada del deber.
Precisamente en estos días, generados por esas
efemérides que tan galana y sabiamente lleva nuestro ilustre colaborador, don
Francisco Pérez, se suscitan en el seno de algunas familias ciudarrealeñas o
manchegas en general, entrañables recuerdos de antepasados suyos que encajan
perfectamente en lo que nosotros llamamos preclaros personajes de la
«biografía» de este viejo solar. Recuerdo que se despierta en personas que, sin
parentesco alguno con esos grandes protagonistas de la pequeña historia de las
ciudades, fueron amigos suyos, o simplemente oyeron las andanzas de este a sus
mayores.
Precisamente por esto, consideramos que es
justo traer. a estas páginas para glosar, siquiera en la medida de nuestros
pobres medios, la figura magnífica de un poeta ciudarrealeño que además, fue un
excelente trabajador y un no menos excelente padre de familia, según todas las
referencias gráficas que han caído en nuestras manos estos días. Nos estamos refiriendo
a D. Joaquín Aguilera y García.
D. Joaquín Aguilera era poeta eminente,
periodista infatigable y funcionario ejemplar. Alternaba estos tres quehaceres
con verdadera. pasión. En el número 749 de «Vida Manchega» del día 23 de marzo
de 1923, fecha en que dejó de existir a los 66 años de edad, podemos leer la
nota necrológica, que hacía el redactor don José Saráchaga:
«En la redacción, era Aguilera el compañero
afable y cariñoso, periodista servicial que constantemente se dedicaba a su
ingrata labor anónima aun sabiendo que era misérrima su soldada. Franco de
carácter, comunicativo, campechano. siempre respetuoso, redactores y cajistas,
le quisieron como a un buen camarada. Para los jóvenes, para los noveles,
siempre tuvo palabras de aliento sanos consejos, correcciones que,
cariñosamente, encaminaba a buen fin. Los periódicos de la localidad tributan
hoy su pésame al compañero de siempre».
En «El Labriego» del mismo día se publicaba, entre
otros elogios, lo siguiente:
«...su obra poética es corta pero selecta. Aún,
meses antes de ser herido por la enfermedad que le ha llevado al sepulcro, su
musa fresca y lozana, como en los veinte años, producía magníficos sonetos, de
un sabor clásico depurado, y que revelaban el temple grandioso de su estilo y
el culto que rendía el poeta a todo lo que fuera Calderón. Lope de Vega y otros
ingenios», esto escribía Miguel Sánchez Mingallón en «El Labriego», y
continuaba: «...Y así fue como dirigió «La Tribuna»,
diario en el que inició sus primeros pasos, como en otros periódicos locales,
fue el periodista hábil y experto, con una voluntad a toda prueba y un concepto
verdadero de lo que es y debe ser el periodismo».
Pero, además de periodista insigne, maestro en
estas tareas, como se reconocía por todos los compañeros de su época, abnegado
y educador incansable, Joaquín Aguilera era un poeta que dejó muchas veces en
alto lugar el pabellón intelectual de nuestra provincia, por toda la geografía
española. Sus múltiples quehaceres le impidieron ser un escritor pródigo, pero,
sin embargo en su no extensa producción poética, pequeñas obras maestras que
merecieron en más de una ocasión la distinción de la flor natural. el premio de
jurados exigentes, el galardón que venía a rubricar con rasgos de oro la labor
literaria de este poeta manchego.
Aguilera, aunque no nacido en Ciudad Real, pues
era madrileño se consideraba hijo de Ciudad Real; quería a este terruño, que
consideraba entrañablemente suyo, como se desprende de algunos de sus escritos
en prosa y verso y además, cosa rara, el ilustre periodista era profeta en su
tierra, puesto que aquí triunfó y se le consideró por toda clase de gentes,
desde las más altas, a las clases más populares, pasando, naturalmente por la
siempre difícil clase intelectual.
El poeta recibió, a lo largo de su vida, muchos
premios y distinciones, no solamente en la capital manchega, sino en Segovia,
Albacete, Alcoy, Cuenca, Murcia, Toledo, Ceuta y otras ciudades españolas, tan
dadas entonces a organizar certámenes poéticos y literarios. Precisamente
tenemos en nuestras manos un vivo documento que viene a ser como un ligero
apunte biográfico, que habría de tenerse en cuenta en alguno de esos certámenes,
para explicar al auditorio la personalidad de nuestro poeta. en el que se
relacionan los premios obtenidos por Joaquín Aguilera. En dicho documento,
escrito de puño y letra del escritor y periodista, se cuenta que es autor de
dos libros, titulados «Mis versos» y «Recuerdos».
Los premios que ha obtenido hasta entonces en los distintos certámenes en que
participara, en algunos de los cuales actuaron como mantenedores Juan Valera,
Hernández Zuazo, Rojas Zorrilla, etc.
Queda aquí ligeramente dibujada la personalidad
de D. Joaquín Aguilera y García, como periodista y poeta. Falta la otra faceta
humana de este insigne ciudarrealeño que, según parece a juzgar por lo que
leemos en la prensa de aquellos días de su muerte, merecía el encomio de todos
los sectores.
Leemos en un periódico de aquel entonces lo
siguiente:
«...Y tuvo D. Joaquín Aguilera otro mérito que
aún suele ser más raro que el de poeta y el de periodista; el mérito de haber
sido, durante cerca de cincuenta años un funcionario modelo, un gran
trabajador, ordenado, serio e intenso. Con estas cualidades ha laborado en las
oficinas del Ayuntamiento y la Corporación ha hecho constar en acta su
sentimiento por la muerte del señor Aguilera, al mismo tiempo que acordó
costear la sepultura a perpetuidad. ¿Es esto bastante -se pregunta el diario-
para premiar el trabajo de un hombre que vivió tantos días, penosamente, dolorosamente,
en las oficinas del Ayuntamiento, reportando una forma de beneficios de las más
eficaces? ¿Debe conformarse el Ayuntamiento de Ciudad Real con que conste en
acta el sentimiento de la corporación? Creemos que no, hay que hacer algo más.
Don Joaquín Aguilera, como periodista y como poeta ilustre merece más del
pueblo de Ciudad Real, y como modelo de funcionario merece también más del
Ayuntamiento».
D. Joaquín Aguilera deja mujer y ocho hijos, y
no pudo ser rico nunca porque todo lo ganó trabajando. ¿Sería mucho pedir si solicitáramos
una pensión?
Si mucha tinta se empleó en escribir las
alabanzas del poeta, periodista y funcionario manchego. Tinta, tiempo y espacio
perfectamente merecidos a juzgar por la personalidad del propio protagonista de
esta modesta glosa que estamos haciendo, como merecida fue la concesión de la
cruz de Alfonso XII que, a petición del gobernador civil de Logroño, de fecha 4
de junio de 1905, le fue otorgada.
A estas facetas basta añadir que fue un padre
de familia honorable, generoso y consciente. Amante de su hogar, no desperdició
ocasión en que demostrar públicamente el amor a los suyos.
Hasta el momento de su muerte estuvo escribiendo
don Joaquín Aguilera. Fueron muchos años de tarea. Precisamente está en nuestras
manos su poema póstumo. Fue premiado en los Juegos Florales de Murcia. Era una
canción a la bandera y se publicó en «Vida Manchega» el 24 de marzo de 1924; en
ocasión del primer aniversario de su muerte.
Así empieza cantando a la bandera española
nuestro manchego insigne:
"La bordaron, por civismo, las mujeres
españolas;
la tiñeron con las tintas de las rojas
amapolas,
y por Marte consagrada de su espíritu marcial;
cual penacho de una nube, de una nube de oro y
grana,
desde entonces libre ondea majestuosa y
soberana
la bandera sacrosanta, la bandera
nacional".
Emilio Arjona. Diario “Lanza”, martes 30 de
junio de 1970