Hoy miércoles 25 de julio, es la
festividad de Santiago Apóstol, por este motivo voy a dedicar mi entrada aún
cuadro que se encuentra en la iglesia del Monasterio de las Madres Carmelitas
Descalzas, de grandes dimensiones que es anónimo del siglo XVIII y que
representa al Apóstol Santiago en la decisiva batalla de Clavijo.
Cercanías de Clavijo (La Rioja), 23 de mayo del año
844: «A este tiempo se apareció Santiago sobre un fuerte y hermoso caballo
blanco. A su vista se animaron briosos los cristianos y se amedrentaron tanto
los infieles que, cobardes, volvieron las espaldas, huyendo desordenados,
dejando el campo lleno de cadáveres moros y corriendo arroyos de su sangre que,
se dice, llegaron hasta el río Ebro, que dista de aquel sitio dos leguas».
Relatos como este, atribuido al historiador de principios del siglo XIX José
González de Tejada, o heroicas escenas como las del cuadro de las Madres
Carmelitas, han tenido a lo largo de los siglos una influencia enorme en la
formación de la identidad nacional española.
Muchos han sido los
historiadores, de toda tendencia y condición, que han venido rastreando los
orígenes y repercusiones de la leyenda de esta batalla de Clavijo, en la que,
según se ha contado desde
la
Edad Media y hasta no hace mucho, confundiendo ficción con
realidad de una manera prodigiosa, se apareció el apóstol de España a lomos de
un gran caballo blanco, espada en ristre y, a gritos de «¡Dios ayuda a
Santiago!», se puso a cercenar cabezas de moros en auxilio de los cristianos.
Los hechos se han narrado siempre
de forma gloriosa, al estilo de la prosa densa y partidaria de la Edad Media. El
«caballero andante de Dios», ló llamó Cervantes. Y con ellos se
impregnaron el espíritu de toda la Reconquista, inspirándose además el nacimiento de
varias órdenes militares, algunas de la cuales han llegado hasta nuestros días
a grito del famoso «Santiago y cierra España».
El «Tributo de las Cien
Doncellas»
Cuentan que el Rey Ramiro I de
Asturias, hijo de Alfonso II «el Casto», se negó en el 844 a seguir acatando el
bochornoso tributo establecido por los sarracenos a sus antecesores, bajo la
condición de que no les atacaran. Según este impuesto, conocido como el
«Tributo de las Cien Doncellas», los reyes de Asturias debían enviar anualmente
a Córdoba 100 doncellas cristianas, 50 nobles y otras tantas plebeyas.
Avergonzado por semejante deshonor, Ramiro decidió ponerle fin.
El Rey reunió entonces a toda la
región y formó un poderoso ejército, con el que se lanzó contra los musulmanes
en Albelda (Logroño). La derrota fue tan dura que se vio obligado a correr a
esconderse en Clavijo, a 17
kilómetros de Logroño, con los pocos hombres que habían
quedado vivos. Pero allí acorralado, sumido en la desesperanza, cuentan los
relatos que se le apareció el Apóstol Santiago en sueños para anunciarle su
presencia en la batalla que tendría que librarse al día siguiente.
El cuadro de la batalla de Clavijo del Monasterio de
las Madres Carmelitas
El encuentro tuvo lugar, según se
cuenta, en las laderas del monte sobre el que se alzó después el castillo de
Clavijo. Los cristianos, agotados y diezmados, se lanzaron sin temor contra el
infiel convencidos previamente de su victoria, gracias a que su Rey les había
dicho que Santiago el Mayor aparecería para batallar a su lado.
Alfonso X el Sabio incluso
reproduce en su «Primera Crónica General» (1270) las palabras del Apóstol a
Ramiro I en sueños: «Sepas que Nuestro Señor Jesucristo repartió entre todos
los apóstoles todas las provincias de la tierra. Y a mí sólo me dio España para
que la guardase. Rey Ramiro, esfuérzate en tu oración y se bien firme y fuerte
en tus hechos, que yo soy Santiago. Y ten por verdad que tú vencerás mañana con
la ayuda de Dios a todos esos moros…»
Santiago, el «Matamoros»
Al rato de comenzar la contienda,
cuando parecía ya perdida para los cristianos, surgió de repente un jinete
desconocido sobre un gran caballo blanco, despidiendo resplandores y blandiendo
una espada de plata con la que, en un abrir y cerrar de ojos, decapitó a 70.000
enemigos. Muchos más que todos los combatientes juntos. El valeroso ataque le
valió para los restos el sobrenombre de Santiago el «Matamoros».
Algunos relatos hablaron de esta
batalla como «la primera en la que se hizo una invocación a España» y se
convirtió en una de las claves para que actualmente entendamos el movimiento
jacobeo en el país, convirtiendo particularmente a Santiago de Compostela en
uno de los lugares de peregrinación por excelencia de los cristianos, al mismo
nivel que Jerusalén y Roma.
La influencia que tuvo el relato de lo ocurrido en Clavijo
en la mitología patria fue tan grande que, en pocos años, se multiplicaron las
intervenciones de Santiago Apóstol en batallas y escaramuzas contra la morisma
por toda la Península,
con incontables réplicas locales surgidas, por lo general, en los ambientes
eruditos del Siglo de Oro.
Como la Batalla de Coímbra en
1064, descrita en el Códice Calixtino recientemente aparecido, donde el patrón
de España vuelve a intervenir en favor de las tropas de Fernando I. Su
intercesión conseguirá que, a partir de aquella fecha, la Reconquista fuera
considerada Guerra Santa. Las apariciones del Santo recorrerán todo el
territorio peninsular mezclándose la realidad con la devoción en la Historia oficial.