Buscar este blog

miércoles, 31 de agosto de 2022

NUESTRA VIEJA Y NUEVA CIUDAD

 

Fotografía Herrera Piña



En el principio fue un pozo; un pozo en este vértice de la llanura manchega. No sabemos quién lo hizo. Después pasó a ser un pozo a ser El Pozo de Don Gil. Alivió durante años, quizás siglos, la sed de labradores y ganaderos, de guerreros y de transeúntes por el viejo camino de Toledo a Andalucía y de sus ganados, para los cuales se hizo junto a él un pilar. En su torno fueron surgiendo construcciones que constituyeron una aldea, aneja de Alarcos. Alguna de estas construcciones, quizás la casa de Don Gil, rico ome de Alarcos, debió reunir ciertas condiciones de espacio y comodidad, conjetura Delgado Merchán, para explicar que aquí celebraran visitas Fernando III el Santo y su madre Doña Berenguela. El mismo Delgado Merchán recoge una tradición popular que señala una casa de la actual calle Real como Palacio de Doña Berenguela.

Pero, en general, lo construido alrededor del pozo debía ser humilde; la piedra disponible se reservó para la Iglesias y las murallas. Se empleaban más bien adobes y maderas, cal y tejas. Y se construyó conforme a hábitos raciales, ancestrales; por cristianos, de tradición romano-goda, por moros y judíos, semitas.

Así apareció y se fue desarrollando la aldea de El Pozo de Don Gil, luego Villarreal, después Ciudad Real; con una fisonomía más bien modesta, tal vez abigarrada.

Fue el escenario en donde nacieron, lucharon, esperaron, creyeron y murieron nuestros antepasados.

Ahora estamos en otros tiempos en los que también se nace, se lucha, se espera, se cree y se muere. Pero han surgido nuevos estilos, otros modos. En consecuencia, la fisonomía de las ciudades, pueblos y aldeas se transforman. A esta ineludible transformación hay quien se enfrenta con una postura de radical oposición e inmovilismo; hay quien por el contrario adopta una actitud de radical renovación que pretende empezar por el solar resultante de la desaparición de lo anterior.

Pero los pueblos que tienen una historia, una tradición, los pueblos no cuneros, no pueden hacer tabla rasa de su pasado, de sus antecesores, por pobres y humildes que sean, porque la tradición es un título de nobleza, y la nobleza obliga a muchas cosas, y entre ellas, a ser fieles a recuerdos y cosas pasadas.

 



Y así conviene pensar si en el irreversible proceso de transformación de nuestra ciudad entre otros criterios que lo rijan, no habría de establecerse uno conforme al cual se delimitara una zona del viejo Ciudad Real, que conserve más o menos intacta su típica fisonomía, en la cual, sin perjuicio, o, mejor dicho, además de una urbanización adecuada, se mantuviera externamente el aspecto tradicional en edificios, calles y rincones. Esta zona podría ser una parte del barrio de Santiago, con centro en su plazuela.

Otras poblaciones han hecho algo parecido y deseo salir al paso de la posible objeción de que aquí no merece la pena; siempre merece la pena el respeto a los valores antes aludidos, aunque tengan una proyección material de poca entidad.

De acogerse la sugerencia, las autoridades y organismos rectos del urbanismo habrían de adoptar las disposiciones pertinentes para su desarrollo y eficacia, creando estímulos y franquicias para los propietarios afectados, dotando de los correspondientes y adecuados servicios a las vías urbanas y plazas.

Y no quiero terminar sin cumplir con la justicia distributiva; la idea o sugerencia que aquí se vierte fue expuesta con brillantez y persuasión que no he sido capaz de reproducir, ante un grupo de amigos, muy relacionados además con la vida local, por alguien que bien nos quiere y está muy vinculado a nosotros: José María del Moral.

El cronista la recoge, la expone torpemente y espera.

 

Antonio Ballester Fernández. Boletín de Información Municipal nº 19, Diciembre de 1965



martes, 30 de agosto de 2022

LA LEALTAD VIRTUD PERMANENTE DE CIUDAD REAL

 


Si por algún sobrenombre tuviéramos que distinguir a Ciudad Real sin duda alguna el más apropiado sería el de Leal. En efecto, la lealtad, ese noble sentimiento que tan escasamente se encuentra es el que más caracteriza a nuestra Ciudad, habiendo permanecido intacto a través de los siglos y en las circunstancias más adversas. Lealtad nunca decrecida sino siempre incrementada hacia una institución: la Monarquía hacia una persona: el rey legítimo.

El fin político que Alfonso X el Sabio pensó cumplir al fundar Ciudad Real para poner coto a las ambiciones de la Orden de Calatrava, tenemos que convenir en que lo realizó plenamente. Y aquellos sentimientos de agradecimiento y lealtad que eran necesarios a una población creada por voluntad real para que sirvieran de bastión a los grandes deseos de dominio de la potentísima Orden Militar de Calatrava, que unas veces emplearía el alago y otras la amenaza para atraerse a la población recién fundada y dar un golpe al poder real, encontraron en ella un marco tan apropiado que ni por un momento decayeron ni se debilitaron. Sentimientos y virtudes más de realzar cuanto que la fundación de Ciudad Real, según antes hemos dicho no respondía a una necesidad vital de defensa contra el enemigo común: los moros, sino a necesidades de orden político, motivadas por discordias interiores.

Esta actitud noble y leal de Ciudad Real, tenía su compensación en las constantes pruebas que daban los reyes, de consideración y admiración a los ciudarrealeños concediéndoles privilegios y franquicias sin tasa que en más de una ocasión hirieron los sentimientos dominantes y orgullosos de la Orden de Calatrava. Tan amplias fueron éstas que los habitantes de Villa Real (antiguo nombre de nuestra ciudad), no pagaban diezmo ni tributo alguno al Rey ni al señor de la tierra, y tanto los que labraren en heredad ajena o propia habían de estar libres e inmunes de toda exacción o gravamen. Claro está que estos privilegios no fueron en todo momento observados, pues en aquellos tiempos de franco desgobierno, el prestigio de la autoridad real era escaso y no podía hacerse obedecer con la debida fuerza, motivando esto el que los pobladores de Ciudad Real defendieran sus fueros con las armas en la mano, sobre todo contra la Orden de Calatrava.



Si transitoriamente ocurría esto, lo cierto es también que inmediatamente que dicho poder real era fortalecido acudía rápidamente en defensa de los derechos de Ciudad Real.

Una sola excepción hubo en la protección continuada a nuestra ciudad y fue cuando al morir el infante don Fernando primogénito de Alfonso X, se hizo proclamar con engaños y dádivas, heredero del Trono su segundo hijo en infante don Sancho. Este para atraerse la nobleza a su partido no escatimó todo género de promesas a la misma, y el 7 de agosto de 1280 expidió un documento por el que hacía donación de Ciudad Real a la ambiciosa Orden de Calatrava, su mortal enemiga, pero los ciudarrealeños se resistieron al cumplimiento de dicha orden y ayudados por la lucha que sostenía don Sancho con su padre quedaron vencedores.

Posteriormente el infante don Federico confirmó los fueron dados a Ciudad Real por Alfonso X y lo mismo hicieron don Juan I en 1281 y don Juan II en 1417. Habiéndose apoderado de este último Rey el infante don Enrique en 1421 acudieron a libertarle las Hermandades de Castilla y en primer término y haciendo honor a sus sentimientos de lealtad, la de Ciudad Real, por lo que don Juan II otorgó a esta Villa el título de Ciudad llamándose de allí en adelante Ciudad Real. Los Reyes Católicos y el Emperador Carlos Concedieron a Ciudad Real nuevos privilegios, autorizando este último a sus vecinos en 1521 para que pudieran usar daga y espada.

Y es que como ha dicho un conocido historiador “la fidelidad y amor a los reyes con tanto valor sostenida, fue siempre muy del agrado de éstos, así es que no le escasearon sus mercedes”.

Toda la historia de Ciudad Real, desde su fundación, es una cadena de servicios al poder real. Estos encontraron en sus habitantes unos leales vasallos que en todo momento estaban dispuestos a defender las prerrogativas reales contra los díscolos infantes y la ambiciosa nobleza, pues no en vano sabían que la misma existencia de su pueblo se debía a la voluntad real y, por consiguiente, el ser leales a ella era su primordial obligación.

Diario “lanza”. Sábado 14 de agosto de 1943, extraordinario de Feria



lunes, 29 de agosto de 2022

NOSOTROS LOS MANCHEGOS

 



Ahora que nos encontramos a finales de un año, es bueno y conveniente hacer un examen para tratar de cumplir con aquella ajustada sentencia que muy pocos citan en su idioma original, solo algunos en latín y los más en lenguaje palatino, en cual suele el pueblo hablar a su vecino: “Conócete a ti mismo”.

Para conocernos a nosotros mismos, como manchegos, traemos aquí unos textos que pudiéramos llamar introspectivos por cuanto proceden de naturales de La Mancha o de personas que vivieron suficientemente en ella y que ya desaparecieron. Dejamos, pues, ilustres testimonios que harían inagotables el tema y que por otra parte, son más conocidos, sobre todo los de ciertos admiradores y queridos manchegos de nación o de adopción, gracias a Dios, con vida.

Empezamos con don Diego Medrano y Treviño, paisano, Ministro que fue del Interior y Vicepresidente del Estamento de Próceres, en el segundo tercio del pasado siglo. “El manchego, generalmente hablando, escribió, es amigo de ostentar sus cualidades físicas, como todo el que las tiene, y por consiguiente se inclina a los ejercicios gimnásticos y en cuanto a la parte moral es por lo regular despejado, le son muy comunes las luces naturales, por lo que es penetrante y sagaz en todo lo que le llama la atención. Apenas hay pueblo, por reducido que sea, en que no se distingan por su sagacidad y penetración muchos sujetos que bajo la capa de ignorancia y sencillez ocultan una habilidad sorprendente para manejarse. Es imposible que haya un país en que la llamada vulgarmente gramática parda tenga más afiliados ni con más fruto para los mismos”. Atribuye, además, al manchego, imaginación y vivacidad, y reunidas todas las condiciones apuntadas, “le inclinan a los partidos extremos y le impelen con violencia a empresas de riesgo”.




Don Joaquín Gómez nació en nuestra Ciudad, calle del Cohombro, Parroquia de Santiago; fue diputado en las Constituyentes de 1836 y Jefe Político de Toledo y Ciudad Real. En la Historia que escribió de nuestra Capital, en 1854, con reiteración se refiere a ella llamándola “mi querida Ciudad Real”. Sin embargo, escribió con decepción y amargura: “noto con sentimiento la fría indiferencia con que mis paisanos dejan pasar desapercibidas tan buenas ocasiones y bases para fundar importantes solicitudes. Mis paisanos no acometen empresas industriales ni se reúnen en compañías facilitando medios de realizar grandes proyectos beneficiosos. Así que mi querido Ciudad Real por fatalidad nunca progresará y siempre quedará en triste aislamiento”.

Y escribió así en razón a lo que acababa de exponer y que creemos interesante o al menos curioso, relatar. Un ingeniero, Don Agustín Marcoartú (suponemos se trata de la castellanización del apellido británico Mac Arthur) había realizado unos estudios y emitido un dictamen favorable sobre la canalización del Guadiana, que reputó factible y de grandes beneficios. Por el año 1850 se asociaron unos propietarios, entre ellos don Juan Álvarez Mendizábal y don Francisco Trujillo, yerno del historiador local para realizar el proyecto. Pero este fracasó a propósito del reparto de dividendos y distribución de las aguas que, al parecer, cada socio quería llevar para su molino.

Pero fue, para don Joaquín, lo que ocurrió con los ferrocarriles, invento que pondera con la admiración y los adjetivos propios de la época. Según sus referencias los informes técnicos coincidían en señalar a Ciudad Real como el punto de cruces de las líneas de Cádiz a los Pirineos, de Madrid a Lisboa y a Levante. El escritor se ilusiona y entusiasma pensando en los beneficios de todo orden que la ejecución de este proyecto habría de reportar “a nuestros Ciudad Real” y achaca la emulación de otras provincias, con sus autoridades y personas influyentes, frente a nuestra pasividad, el que quedáramos desplazados. De ahí sus palabras, antes transcritas, y que se ven añadidas con posterioridad.




El canónigo, profesor e historiador local don Luis Delgado Merchán, tras “24 años de permanencia” entre nosotros, durante los cuales recorrió muchas veces la provincia en todas direcciones, visitó sus ciudades y pueblos, conversó con personas de diversa condición, llegó a la conclusión de que el manchego contemporáneo está casi del todo desconectado de los tipos cervantinos y es por lo menos tan cosmopolita como el resto de los castellanos, aunque admite haber encontrado algunos manchegos que responden a tipos de “El Quijote”, sobre todo ajustados al modelo de don Diego de Miranda y sus familiares. Concluye y resume diciendo cómo es “de ver y admirar como todo manchego, estudiado en su trato social, aparece cortés sin artificio, hidalgo por sangre, noble por cuna, caballero por herencia, cristiano por convicción, atento y comedido por crianza y valiente y esforzado por complexión y temperamento”.

Y, por último, recortamos a don Francisco Rodríguez Marín, académico y cervantista excelso, que convivió con nosotros durante nuestra guerra de Liberación. “En la Mancha, dijo, se da bien el hombre, así en lo moral como en lo físico. Y tan ufanos (como) están de ser manchegos lo naturales de esta región. Tierra ésta de la Mancha de labradores y ganaderos, el hombre acomodado de bienes sabe ser liberal y obsequioso, aliquando y sin derroche gustoso de hacer ver que y tiene hacienda propia y que a nadie debe nada se complace más en aumentar su caudal que en acrecentar el número de sus amigos. Va a lo suyo; no es ligero en comprometer su palabra, porque es cauto y recelosillo; pero ésta empeñada, cúmplela a veces con fidelidad. El labriego pobre, entretanto, es alegre y divertido; algo malicioso y fullero en sus tratos, porque toma en cuenta lo mucho que le va en no salir perdidoso; sobrio; y así el pobre como el acomodado son finos de entendimiento natural, algo socarrones y muy agudos de intención. Son leznas” “Las tres famosas reglas fundamentales de la gramática parda, ven venir, dejarse ir y tenerse allá, se observan escrupulosamente en la tierra manchega”. “En cuanto a lo físico, propietarios y jornaleros son, por lo común, hombres recios, forzudos y bien plantados (“gente de la Mancha de buena planta”); hombres para decir y hacer, y lo que se llama de “pelo en pecho”; de los que ni buscan temerariamente el aprieto, ni lo rehúyen cuando se presenta”.

Y ahora terminemos esta labor de tijera con unas preguntas a estilo de Azorín: ¿Son ajustados estos retratos? ¿Con cuál nos quedaríamos como más completos? ¿Habríamos tal vez de retocar la pintura recargando aquí el color, difuminándolo allá? ¿Cuál de los tipos de carne y hueso que hemos conocido o conocemos es el más representativo del que podamos decir, éste es un manchego cien por cien?

Porque importa conocerse asimismo, individual y socialmente, como punto indispensable de partida para la perfección y realización de posibilidades. Nos referimos al manchego actual no al literario de éste o el otro auto ni al oretano de Estrabón a quien los romanos llamaban germano.

 

Antonio Ballester Fernández. Boletín de Información Municipal Núm. 16 Diciembre 1964

 


domingo, 28 de agosto de 2022

UN HISTORIADOR DE LA VIRGEN DEL PRADO: R. P. FR. JOAQUIN DE LA JARA DE SANTA TERESA, AGUSTINO RECOLETO (II)

 



Poco tiempo después, la parroquia de Santa María del Prado pasó a catedral, y esta se trasladó al antiguo convento de los mercedarios, donde continuó desempeñando su cargo el padre Jara, hasta que los muchos achaques de salud le obligaron a retirarse a la ciudad que le había acogido desde joven, Almagro, donde paso los últimos años de su vida.

Los postreros años de la vida del padre Jara los conocemos por las notas que facilitó el padre Fabo el culto almagreño don José Bartolomé Relimpio, quien a comienzos del siglo XX recogió diversos testimonios orales de lo que habían sido sus últimos años en Almagro.

Tras su retorno a Almagro el padre Jara fue adscrito a la parroquia de San Bartolomé, donde decía misa muy temprano. Vivía en la calle Estafeta nº 3, calle que hoy ha desaparecido y que comunicaba la calle Encomienda con la de Federico Relimpio, por detrás de la cabecera de San Agustín. Su casa estaba situada frente a la puerta falsa del que había sido su convento, desde su balcón divisaba la calle Feria y en su pequeño cuarto, a modo de celda, se dedicaba a estudiar manuscritos, tomar apuntes, copiar, explicar, descifrar, etc. Vivía modestamente, rayando la pobreza, ataviado con una sotana, un viejo manteo y un sombrero de teja. Tenía un ama de llaves, Ramona, quien le preparaba la comida y cuidaba de él. Estos últimos años solía pasear por la tarde por el llamado Molino de los Balcones, junto al paseo de la Estación, donde charlaba con el párroco José Borondo y el arcipreste Julián Martínez, ambos antiguos exclaustrados. Cuando podía acudía a misa a la que había sido iglesia de su convento, San Agustín, que estaba regida por el padre Ángel Milla, de la misma orden que Joaquín de la Jara.

Padeció una enterocolitis aguda, producto de una inflamación de los intestinos, que le provocaba diarreas, náuseas, vómitos, dolores abdominales, hemorragias digestivas, anemia, desnutrición, etc., y que le llevó a estar postrado en cama. El 2 de agosto de 1880, cuatro días antes de su muerte, hizo testamento ante el notario almagreño Basilio Gil Rosillo, dejando prevenido que se le amortajase con el hábito de su orden, colocado en una caja nueva y se le diera sepultura en el cementerio de Almagro. Dispuso también que se le dijeran cincuenta misas rezadas, de dos pesetas, que pagaría María A. Serna Rodríguez, amiga del fraile finado. Tal como se había comprometido, una parte de las misas se dijeron en la iglesia de San Bartolomé, las otras, las gregorianas, en la iglesia de San Agustín. Por último, erigió como único heredero y albacea a don Alejandro Laguna y en caso de muerte a Federico Galiano y Ortega, ambos amigos íntimos del fraile.




Fray Joaquín de la Jara falleció el 6 de agosto de 1880, en la ciudad de Almagro. Contaba 75 años, edad avanzada para finales del siglo XIX.

Cuando murió la heredera universal del religioso fue su criada, Ramona. Suponemos que los albaceas y herederos estimaron que eso era justo, ya que le asistió hasta los últimos instantes de su vida.

El padre Joaquín de la Jara era un hebraísta consumado, hablaba latín y francés, y era un perfecto erudito, dedicó toda su vida al estudio, producto del cual es una obra ingente y variada. Publicó diversos sermones, especialmente hay que señalar una colección de diez homilías editadas, y que el citado religioso preparó para la Cuaresma y Semana Santa del año 1841, dadas en Granátula de Calatrava. Existen muchos más sermones editados y que forman parte del caudal de la oratoria sagrada del citado religioso que nos ha llegado hasta nosotros. En 1867 publicó un panegírico que lleva por título: Sermón del gran padre y doctor de la iglesia San Agustín y de los beatos padres fray Francisco de Jesús y fray Vicente de San Antonio protomártires de los Agustinos descalzos en el Japón, esta editado en Madrid, en la imprenta La Esperanza.

Presuponemos que hubo muchos más, dada la larga carrera de párroco que desempeño; podía ser que improvisara algunos de ellos, o puede que recogiera otros que usaran otros sacerdotes en sus homilías; como dice el padre Fabo, uno de sus biógrafos: “En el pulpito era de concepción reposada y modesta, oráculo de verdades evangélicas no revestidas de exuberancia, pero tampoco destituidas de exposición amena y devota. Porque, muy al contrario de lo que practicaba en las disertaciones científicas o literarias, que sobrecargaba de pasajes y de ampliaciones, en la cátedra sagrada comedíase muy mucho, de forma que empleaba sencillez de lenguaje, sencillez de sentimiento y sencillez de idea, sin citas bíblicas ni de Santos Padres, y mucho menos de paganismo clásico como en épocas muy próximas a él se estilaba”. El citado religioso poseía una oratoria sosegada, más para una cátedra, que para un púlpito. Algunos de esos sermones llevaban los títulos tan sugerentes de Dolores de la Virgen María, Pasión de Nuestro Señor Jesucristo o Sermones de Juan Troncoso. El párroco de Aldea, Norberto García, afirmaba que los feligreses llenaban la iglesia cuando él ocupaba la cátedra, pero señalaba, creo que con cierta envidia que tenía algún “defecto lingual que afeaba su dicción y deslucía sus oraciones”.



Sabemos que publicó diversos trabajos en forma de folletín, típicos de la prensa de la época; entre ellos hay que destacar Notas a la historia de Ciudad Real, publicado por el periódico carlista La Atalaya, durante 1870 y 1871, y Almagro y Nuestra Señora de las Nieves en el semanario La Voz de Almagro, una composición poético-religiosa editada póstumamente en 1887. Esta última pieza constituida por doscientas nueve estrofas en octavas; analiza en ella la fundación y origen de Almagro y lo relaciona con el culto a la Virgen de las Nieves, por lo que contiene ciertos datos de interés para la historia de la cofradía y de la citada Virgen. En 1843, cuando se reimprimió la obra, el padre Jara incorporó unos gozos a la novena de la Virgen de las Nieves. También colaboró con la llamada Revista Católica que se publicaba en Ciudad Real a finales de los años setenta del siglo XIX (1879-1880).

La obra más importante publicada por Joaquín de la Jara fue la dedicada a la Virgen del Prado con el título: Historia de la imagen de Nuestra Señora del Prado, fundadora y patrona de Ciudad Real, en la que se resume, como pertenecientes a ella, sucesos muy notables de la general de España, y principalmente de la dicha capital y su provincia. La obra se imprimió por primera vez en 1880, con autorización eclesiástica, justo el año que moriría, por la imprenta de Clemente C. Rubisco, de la calle Calatrava. La obra está realizada como otras de la época, con poco rigor histórico, pero da información interesante sobre la patrona de Ciudad Real y sobre la ciudad. La obra consta de 505 páginas, y está dividida en tres libros con sus capítulos correspondientes.

El padre Jara tuvo una extensa producción literaria, ya que según el padre Fabo, se conservaban 48 volúmenes autógrafos, con obras de todo tipo, históricas, poéticas, teatrales, religiosas, etc. Además señalaba que había cinco tomos más que dejo inéditos, más múltiples cuadernos que estaban en el archivo de la provincia de Santo Tomás de Villanueva, más otros que tenia al abogado almagreño José de Bartolomé Relimpio. Buena parte de estos escritos se conservaron gracias al testamento, ya que dejó dicho que se le entregasen al padre Gabino Sánchez, quien a su vez los donó al archivo general de la orden. De todas formas, una parte de ellos fueron a parar a manos de los tenderos, que a su muerte envolvieron sus géneros en los pergaminos del sabio almagreño.

José Bartolomé Relimpio afirmaba lo siguiente del fraile agustino: “El P. Joaquín de la Jara y Carretero, aunque no fue almagreño de naturaleza, lo fue de corazón, y Almagro guarda sus restos esperando rendir justo tributo a tan esclarecido sabio, pues son pocos los que conocen al abate, al filósofo, al historiador, artista, teólogo y polemista, cuyas cenizas guarda el cementerio de la población mimada de los Maestres y cabecera un día de la vasta región manchega”. José Bartolomé Relimpio reivindicaba la personalidad del religioso y pedía al Ayuntamiento, a comienzos del siglo XX, que le dedicase una calle o una plaza. Nunca la tuvo.

 

Francisco Asensio Rubio: “Hombres Ilustres de Almagro”

 

Los restos mortales del Padre Jara descansan en el cementerio de Almagro


sábado, 27 de agosto de 2022

UN HISTORIADOR DE LA VIRGEN DEL PRADO: R. P. FR. JOAQUIN DE LA JARA DE SANTA TERESA, AGUSTINO RECOLETO (I)

 

Parroquia de Santa María del Prado, actual Catedral



Fray Joaquín de la Jara Carretero nació el 15 de octubre de 1809 el Aldea del Rey, en plena guerra de la Independencia; era hijo de José de la Jara y de María Carretero y de María Carretero. Su padre era leñador, por tanto humilde, y todos los días con sus dos burros, cargados de troncos, venía a Almagro a venderlos, con lo que modestamente vivían. Mal comido, como mucho un pedazo de pan de centeno o una resequilla de cebeda, mal vestido y descalzo de pie y pierna, pasó los años de su infancia Joaquín de la Jara. Desde temprana edad dio muestras de su vocación y aptitudes, era un alumno aplicado en la escuela del maestro aldeano Eugenio M. Navas. Joaquín no era hijo único, tenía varios hermanos, pero solo sabemos el nombre de uno de ellos, Francisco de la Jara, aunque puede que fuera hermanastro (1).

Con catorce años ingreso en el convento de San Agustín de Almagro como novicio (convento que no llevaba muchos años concluido). Allí aprendió el padre Jara los primeros rudimentos de oficio eclesiástico, influido por la obra del padre Loreto, también almagreño. En ese monasterio tomó el hábito el 15 de octubre de 1824 y se ordenó el 22 de abril del año siguiente, por lo que su aprendizaje duró año y medio. El novicio depositó sus votos en el rector del colegio, fray Juan Barba del Carmen, y fue su maestro el padre Vicente Gómez de San Miguel; el agustino Joaquín tomó el sobrenombre de Santa Teresa, por lo que fue conocido en el mundo agustino con el apelativo Joaquín de la Jara de Santa Teresa.

Joaquín de la Jara recibió las órdenes menores de Madrid, en la iglesia de los Góngoras, el 17 de septiembre de 1830; realizó el subdiaconado en Úcles, el diaconado en el convento del Campillo de Altobuey, siendo conventual de El Toboso; se ordenó sacerdote el 15 de marzo de 1834 en Sevilla; este mismo año actuó como maestro de estudiantes y recibió licencia para confesar a los religiosos.

El padre Joaquín de la Jara retornó a Almagro en 1834, donde ejerció de profesor de Humanidades en dicho convento. Con el inicio de la revolución liberal, una parte de los agustinos del citado monasterio fueron implicados en los levantamientos carlistas de 1835, razón por la cual el gobierno confiscó sus bienes y cerró el convento, aplicándole las medidas desamortizadoras de Mendizábal.

 

Iglesia de San Agustín de Almagro


El padre Joaquín de la Jara, al igual que sus compañeros de habito, tuvo que exclaustrarse, tras el cierre del convento, siendo además expulsado de Almagro. Con algunos de ellos mantuvo su amistad hasta el final de su vida, caso del párroco de Madre de Dios, José Borondo, y del arcipreste de San Bartolomé, Julián Martínez.

Tras su salida de Almagro, comenzó a desempeñar el cargo de cura y mayordomo de la Iglesia de Granátula de Calatrava. Pasados diez años, fue nombrado cura teniente, por lo que volvió a Almagro adscrito a la parroquia a de San Bartolomé en enero de 1850. Durante los quince años que fue párroco de Granátula visitaba periódicamente su ciudad natal, Aldea del Rey, donde sus sermones tenían muy buena acogida.

Sabemos cómo era el padre Joaquín de la Jara, por una descripción que nos ha dejado un amigo suyo de la infancia, Eugenio Navas: “De estatura regular, fornido sin ser gordo, cráneo bastante abultado, frente ancha, poblada cejas y cabello abundante y fuerte. Usaba lentes porque era miope. Vestía muy modestamente siempre igual: no me acuerdo haberle visto más que un solo vestido; la sotana, el manteo y el sombrero de teja. Nada de solideo, ni de cintas, borlas, etc. No llevaba manchas, porque era limpio, pero no se cuidaba de lo exterior. Para salir se colgaba del manteo según caía, muchas veces de medio lado, se colocaba el sombrero de teja un poquito echado para tras, de modo que dejaba ver el nacimiento del cabello en su espaciosa frente, y allá iba con paso natural, como siempre, ni de prisa ni despacio, con aire tranquilo” (2).

En 1859 fue nombrado cura teniente de la parroquia de San Lorenzo de Madrid. El papa Pío IX designó comisario general apostólico de la congregación recoleta al padre Gabino Sánchez de la Concepción, este trato de restaurar las provincias de la congregación casi extinguidas y para ello seleccionó a los religiosos más preparados para esa misión. El padre Joaquín de la Jara fue designado en 1862 definidor de la provincia de santo Tomás de Villanueva de Andalucía, a la que estaba adscrito el antiguo convento de Almagro.




había abrazado la vida religiosa. Tras la venta del edificio, como bien nacional, el convento y la iglesia fueron adquiridos por Raimundo Gago y Ángela Gómez en la cantidad de 900.000 reales de vellón, pagado en títulos de la deuda pública, por escritura dada en mayo de 1843, otorgada en Ciudad Real ante el notario Pedro Antonio Rico. Los compradores empezaron inmediatamente a demoler el edificio, y pensando los almagreños que la iglesia del convento correría igual suerte, se unieron y la adquirieron por 18.000 reales, a favor de Antonio Martín Serrano. Poco tiempo después se extendió el rumor de que los antiguos dueños habían vendido el continente, pero no el contrario, por lo que tenían derecho a retirar las esculturas y bienes muebles del edificio, especialmente la cubierta de pan de oro de los retablos. Los almagreños se movilizaron otra vez para impedirlo y el alcalde Manuel Pascual dirigió una exposición al jefe político de la provincia, que a la vez era el presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, para conservar los retablos y los bienes muebles. El recurso ante la Comisión Central paralizó el intento de desmantelar los citados retablos y enseres de la iglesia, y permitió mantenerlos intactos hasta la guerra civil.

En 1845 adquirió el convento Francisco de Paula Moreno, escribano público de Almagro, por título dado el 12 de enero de 1845, ante el notario Juan Antonio Jorreto. El nuevo propietario se había criado en Almagro y era un enamorado del convento y la obra agustina, por lo que estaba dispuesto a devolvérselo a la comunidad de religiosos, con el compromiso por parte de ellos de reedificarlo. El general de la orden agustina, Gabino Sánchez de la Concepción, nombró definidor provincial al padre Joaquín de la Jara, con el ánimo de reconstruir la extinguida provincia de Santo Tomás de Villanueva, y provincial a José de Arévalo de Santa Rita.

El escribano envió en 1866 un memorial a Isabel II en súplica de que se restableciera la comunidad de religiosos recoletos descalzos en Almagro. Los obstáculos debieron ser muchos, aunque no conocemos los detalles, por lo que el edificio no fue de nuevo cedido a la comunidad agustina, y por tanto el convento no se reabrió.

A pesar de su continuada lucha el padre Jara no logró ver restaurado el convento de los agustinos de Almagro. En 1864 debió trasladarse a Canarias, ya que el obispo le dio licencia para ejercer allí su ministerio ese año. En 1870 de nuevo vuelve a estar en la península, como confesor de las carmelitas descalzas de Madrid y ese mismo año fue nombrado cura ecónomo de la parroquia Santa María del Prado de Ciudad Real, fiscal de la vicaría eclesiástica de Ciudad Real y definidor general.


Francisco Asensio Rubio: “Hombres Ilustres de Almagro”

 

Grabado de la Virgen del Prado del siglo XIX en la obra del Padre Jara


(1) P. Fabo, “Un sabio del siglo XIX”, La Ciudad de Dios, revista de los agustinos de San Lorenzo del Escorial, nº 101, Madrid, 1915, pp. 185-200.

(2) P. Fabo, art. cit., p. 194.


viernes, 26 de agosto de 2022

VIDEOS DE LA BAJADA, ACTOS Y PROCESIÓN DE LA VIRGEN DEL PRADO 2022

 



Publico hoy los videos que podemos ver en el canal “Youtube”, de la bajada de la Virgen, la noche de los peregrinos, la procesión del día 15, el canto de Mazantini y la procesión de la Octava.


CRTV: CONVERSACIONES A 2 METROS BAJADA DE LA VIRGEN


CMM CASTILLA-LA MANCHA MEDIA: BAJADA DEL CAMARÍN DE LA VIRGEN DEL PRADO DE CIUDAD REAL 2022

Lanzadigital: Bajada de la Virgen del Prado al altar mayor

CRTV: CONVERSACIONES A DOS METROS “NOCHE DE PEREGRINOS”

 
TEVERÁS TELEVISIÓN: La Virgen del Prado vuelve a salir en procesión en Ciudad Real


Imástelevisión: SALIDA PROCESIONAL DE NUESTRA SEÑORA DEL PRADO, PATRONA DE CIUDAD REAL

Semana Santa con Manu: Virgen del Prado, Ciudad Real 2022

HERMANDAD DE LA VIRGEN DEL PRADO: CANTO DE MAZANTINI

MICIUDADREAL: PROCESIÓN DE LA VIRGEN DEL PRADO

IMÁS TELEVISIÓN: PROCESION DE LA OCTAVA DE CIUDAD REAL

 

jueves, 25 de agosto de 2022

LA HERMANDAD DE PANDORGOS A LA ILUSTRE HERMANDAD DE LA VIRGEN DEL PRADO

 



La Ilustre Hermandad de la Virgen del Prado, fue invitada el pasado viernes 19 de agosto a las 13:30 horas, en la sede de los Pandorgos en el Pasaje de San Isidro, a la cuarta “mañanas de feria de los Pandorgos”, 

 



A esta invitación asistieron por parte de la Ilustre Hermandad, el Presidente, D. Jesús González Adánez, y el Vicepresidente, D. Emilio Martín Aguirre, que fueron recibidos por una amplia representación de los Pandorgos. Tras degustar unas riquísimas gachas, le fue entregado al Presidente de la Ilustre Hermandad, un recuerdo de la visita en el que se hacia constar los vínculos que unen en el cariño y devoción a nuestra Excelsa Patrona, a ambas hermandades.




miércoles, 24 de agosto de 2022

IMÁGENES DE LAS PROCESIONES DE LA VIRGEN DEL PRADO EN LA PÁGINA “CIUDAD REAL EN FIESTAS. Y MÁS”

 



La página de Facebook “Ciudad real en fiestas. Y más”, tiene publicado unos extensos reportajes fotográficos de las procesiones del 15 y 22 de agosto, un total de trescientas sesenta fotografías. Hoy traigo al blog algunas de las imágenes de ambas procesiones que podemos ver en la mencionada página.
























martes, 23 de agosto de 2022

LOS JÓVENES A LA VIRGEN

 



La Vocalía de Juventud de la Ilustre Hermandad de la Virgen del Prado, estuvo trabajando un año más la madrugada del pasado 22 de agosto, para elaborar una alfombra de sal coloreada, para la procesión de la Octava en honor a la Patrona de Ciudad Real. A parte de la silueta de la Virgen, los escudos de las Ordenes Militares, una jarra con azucenas, y las referencias a los mártires “Narciso Obispo, Julio Presbítero”, podíamos ver el escudo de armas del Obispo de Matagalpa, Mons. Rolando Álvarez, secuestrado por la dictadura nicaragüense de Daniel Ortega.