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martes, 23 de enero de 2018

DE MI AYER: LA CALLE DE LA PALOMA Y EL ARCA DE NOÉ


Interior del establecimiento del Arca de Noé a principios del siglo XX

El por qué de calle Paloma no lo he averiguado. Pero sí afirmo que, en esta calle de la Paloma, que luego se llamó Castelar, y hoy, la tradición popular vuelve a nombrar como antaño, hubo un “ARCA DE NOE”, que por los años del primer decenio del siglo, absorbía, en manos de la familia Mur, aparte de otras especialidades, el negocio de discos, fonógrafos y gramófonos más acreditados en la provincia.

“ARCA DE NOE” que pasó a mansión señorial de don Juan Medrano, para convertirse, en guerra, en centro de política izquierdista, rabiosamente pseudo-socialista; y por último, en la sede oficial de la Jefatura del Movimiento Nacional en estas latitudes que limitan las cuatro cruces de las Ordenes Militares.

“ARCA DE NOE” y Paloma coordinan con antecedentes bíblicos referidos al Diluvio Universal, mejor que con cualquiera otro supuesto.

Esta calle tiene para mi gratísimos recuerdos de cuando iniciaba mi adolescencia. La casa número 18 (ya desaparecida para dar solar al elefantiásico edificio, bloque –no manzana-, gigante monstruoso rompiente de toda uniformidad urbanística, sin perspectiva aceptable; la casa número 18, repito, con sus tres balcones, dos rejas y una ventana al callejón del Huerto, era una felicísima evocación. Y no escribo más. Todo pasó porque Dios lo quiso, y la persona que tan perenne nostalgia me causa, se fue para siempre en primavera de hermosura e inocencia.

Esta parte de la ciudad, unía y une la parroquia de San Pedro con la calle de Calatrava, y tuvo vecindad de señores, de artesanos, de industriales y de comerciantes muy notorios en la vida de la capital.

D. José Cendrero, Abogado, Senador del Reino; y don José Castillejos, Catedrático de la Central, destacado manchego, vivieron frente por frente, señalando la evolución política el primero, y el peso de su prestigio profesoral el segundo, con matices de influjo británico en sus modos y maneras de vivir.
En esta imagen tomada en la calle de la Cruz en la primera década del siglo XX, vemos la esquina de Cruz con Paloma, con el establecimiento del Arca de Noe y de frente el antiguo Hotel Miracielos

Los dos hoteles, en boga, “PIZARROSO” y “MIRACIELOS”, traían a la calle el animado ir y venir de quienes, con sus viajes y quehaceres, precisaban seguro, decoroso y aceptable alojamiento.

Un grande de España, el Conde de la Cañada, don Juan Accedo-Rico y Jarava, abría los balcones de su mansión sencilla y aristocrática, mirando a la torre de la primera red telefónica urbana existente en la Villa Bona del Rey Sabio, que tenía sus cables sobre el despacho de la oficina central regentada por la familia de Luciano de Cea.

El que fue ponderado y celoso Secretario de la Diputación Provincial, don Andrés Cárdenas, podía observar desde su vivienda el movimiento del corresponsal de banca y avispado gestor de negocios, don Fructuoso Sánchez Izquierdo, inquieto y diligente; experto en asuntos mineros y práctico corredor comercial, de cuyos hijos Saturnino y Ramiro fui amigo, hasta merecer el encargo de dar lecciones particulares al hermano menor José María…

Los hermanos Notario, hábiles en el trabajo de la cerrajería y muy estimados como peritos armeros, tenían un prestigiado taller delante de la puerta de servicio del Hotel Pizarroso, cerca de la cual moraba Paco, mozo de equipaje y transporte, que constituía la tranquilidad y sosiego de quienes necesitaban de su fuerza y vigilancia para el éxito de su tarea como viajantes.

Allá en la esquina de la calle de la Lanza, don Mariano Montes regentaba un establecimiento comercial. Y en la otra esquina de la calle de la Cruz, un popular limpiabotas, alternaba el arte de dar brillo con la ágil artesanía de la compostura de calzado. Y más de una vez despachó, con pujos de torero, algún becerrete de los preparados para festejos benéficos.

Tan heterogénea y multicolor vecindad caracterizaban, por los años 1909 al 1920, esta parte del barrio céntrico de nuestra querida residencia.

Más tarde, dos profesionales libres, un Letrado (D. Cirilo) y un Médico (D. Valerio), ocuparon la parte del edificio fronterizo al construido con ladrillo rojo, reservado preferente por don Diego para lo más selecto de su clientela.

Otra imagen del interior del Arca de Noé

La puerta falsa, o portada, o de escape de servicio de la imprenta de D. Ramón Clemente Rubisco, completaba el agrupamiento de los residentes en esta simpática calle de la Paloma.

Hoy nada queda. Casas elevadísimas, cuajadas de balcones que semejan una exposición o concurso de canaricultura, se alinean por una y otra aceras. Escaparates lujosos, de amplias lunas cristalinas decoran los paramentos amplísimos de inconmensurables fachadas. Los hoteles desaparecieron arrollados por bares y restaurantes. Los populares maestros armeros cedieron sus tiendas a poderosos industriales. Lo que fue taberna hoy es chacinería. La clásica bodega, con las típicas tinajas de forma de bellota, ha sido reemplazada por lugares provistos de vistosos metálicos mostradores, con grifos brillantes, que destilan la cerveza o elaboran, en segundos, humeante moca… Todo en brevísimo tiempo, todo aceleradamente, todo de prisa, al impulso de esa nueva enfermedad que se llama cronopatía.

Aquellas lindas, esbeltas, primorosas señoritas hijas una de hacendados labradores, como don Adrián Saráchaga; otras de prestigiosos letrados y políticos (como los señores Cendrero y Cárdenas) son recuerdo sin retorno. Donde jugó la suerte social sus mejores bazas (casa del Sr. Medrano), y el comercio brilló con sus centelleantes altibajos (Arca de Noé de los señores Mur), quedó solo el testimonio de unos paredones con decorado de alcurnia y blasones…

Aquella calle de la Paloma… ¿por la cercanía del Arca? Aquél rincón de rancia aristocracia sacrificada, aún pudo ser asiento transitorio para la Benemérita. Aquellos haces de hilos conductores de noticias, que ya se transmiten sin ellos, fueron recogidas en otros centros de insospechado tecnicismo…

Y las piedras que, formando arquerías blasonadas, constituían el amplio marco de enviado patio de recreo, testigos de tan variados, graves, religiosos y políticos acontecimientos, son hoy mudos testigos… y acogen, en la actualidad, a los propugnan la doctrina de que, no es posible vivir bien y en paz, si se olvida que el hombre es ser portador de valores eternos capaces para salvarnos.

C. C. G. Boletín de Información Municipal Nº 44, junio de 1974


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