Visitó Ciudad Real siguiendo los
mano a mano de Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín. Su amigo, el exjugador
de béisbol Hotchner, hizo el paseíllo como sobresaliente
Francisco J. Otero
Ciudad Real
Entre los bares y restaurantes que animan los bajos de la Plaza Mayor de Madrid, hay uno que, harto de la publicidad, casi siempre falsa de sus rivales, colgó un enorme cartel a la entrada, en el que podía leerse: “Hemingway no estuvo aquí”. Y es que si alguien ha estado cerca de gozar del don de la ubicuidad, ese es Hemingway en España. Su fotografía, preferentemente junto a algún torero, protege del paso del tiempo un rectángulo de las paredes de miles de restaurantes del que fue, en parte, su país. “Yo soy sato”, le decía al Lanza, a “Uno del Tendido”, Cecilio López Pastor, que no conocía la palabra. “Es un término que se usa en Cuba, que significa “de media casta”, tirando a malo”, aclaraba un Hemingway medio español.
El caso es que Ciudad Real fue, de verdad, uno de sus destinos, allá por 1959, un verano caluroso. Y peligroso, a juicio del que ya era premio Nobel. La temporada taurina se movió ese año en torno a la rivalidad de dos cuñados: Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín. La revista norteamericana Life buscaba reportajes impactantes, de calidad. Ambas cosas confluyeron en que Hemingway, que contaba entonces 60 años, viajó junto a Antonio Ordóñez para escribir su última gran crónica, la de los mano a mano que llevaron a cabo los dos matadores a lo largo y ancho de toda España. De hecho, al que se le fue la mano fue a Hemingway, que mecanografió un enorme manuscrito de 75.000 palabras, inasumible, por su supuesto, por la revista. Al final, Life publicó un resumen en tres artículos que no gustaron a casi nadie. Su más cercano colaborador en sus últimos días, A. E. Hotchner, que como veremos tuvo un papel principal en la visita a Ciudad Real, le ayudó a cortar el texto, pero la mente de Hemningway estaba empeorando a pasos agigantados y “his vaunted ability to leave out what was irrelevant, his great talent for synthesis, were malfunctionin”, es decir, que su “extraordinaria habilidad para dejar fuera lo que era irrelevante, su talento para la síntesis, funcionaba mal”, como describe William Kennedy en The New York Times cuando el manuscrito completo, algo remozado, vio la luz, hace ahora, en julio, 31 años. El libro se titulaba El verano peligroso. Hemingway se había suicidado en 1961, pegándose un tiro, después de describir un viaje del periodismo a la literatura para acabar, con su crónica de la lucha entre Ordóñez y Dominguín, de nuevo en el periodismo.
“Parecía como su uno u otro fuera morir y Life quería cubrirlo (…) Yo tenía que dejar claras la personalidad y el arte y las diferencias básicas entre los dos grandes artistas y mostrar lo que pasaba y eso es algo que no puedes hacer en 4.000 palabras”, explicaba Heminway a Hotchner en una carta para justificar su exceso, gracias al cual tenemos la descripción de lo que ocurrió en Ciudad Real, donde el escritor norteamericano asistió a la corrida que tuvo lugar el 17 de agosto.
La versión de Heminway no es la única de su paso por Ciudad Real. El premio
Nobel no viajaba, ni mucho menos, solo, sino con una cuadrilla, cuyos
componentes iban cambiando a menudo. Entre los miembros de la “truoupe”, Mary,
su mujer; el citado Hotchner, amigo y confidente; Bill Davis, algo parecido; la
joven irlandesa Valerie Danby-Smith, que luego fue su secretaria y se casó y se
divorció del hijo menor de Hemingway; y un largo etcétera, entre los que
encontramos, en Málaga, donde el escritor celebró su estrambótico 60
cumpleaños, a Juan Luis Goytisolo. Hotchner y Valerie Danby-Smith, luego Valery
Hemingway, nos regalan algunas pinceladas del paso por Ciudad Real, que quedó
reflejado en la prensa de la época, el Lanza, por supuesto.
“El Pecas”
La narración de Hemingway sobre su estancia en Ciudad Real se sustenta sobre el
juego de personalidades entre Ordóñez y Hotchner, “El Pecas”, ex jugador de
béisbol, que había introducido al torero en los misterios del deporte más
americano. “Antonio había estado en La Cónsula (la finca de Hemingway en
Churriana). Hotch decidió enseñarle a jugar al béisbol usando el bate y el
guante de Teo Davis (…) ‘¿Qué te parece si El Pecas hace de sobresaliente en
Ciudad Real?’, sugirió Antonio.
Imaginando el cachondeo, Hotch accedió (…) Cuando llegamos a Ciudad Real, nos encontramos en el cartel, bajo los nombres de Antonio y Luis Miguel, El Pecas, sobresaliente”, cuenta Valery Hemingway en su libro, Running with the bulls: My years with the Hemingways
Volvamos a Ernest
“- ¿Quieres hacerlo, Hotch?’, Antonio preguntó a Hotch.
– ‘Naturalmente’, dijo Hotch, ‘¿quién no querría?
– ‘Ése es mi Pecas. ¿Veis por qué me gusta El Pecas? ¿A quién no le gustaría?’
En el viejo y oscuro hotel, con sus escaleras estrechas y habitaciones sin baño
ni ducha, degustamos una buena comida de la zona en el ruidoso y apelotonado
comedor. Ciudad Real estaba llena de gente de las localidades vecinas. Se
encuentra en el borde de una gran área vinícola y se podía ver mucha bebida y
mucho entusiasmo. Hotch y Antonio se vistieron en la pequeña habitación de
Antonio (…).
– ¿Qué tengo que hacer?’, preguntó Hotch.
– Haz exactamente lo que yo haga (…) Después te vas para la barrera y haces lo que Papa (Hemingway) te diga.
– ¿Tengo que matar los toros?
– ¿Qué clase de actitud es esa?
– Solo quería saberlo.
(…)
– Recuerda que no tienes que dejar mal a los matadores en tu primera aparición,
Pecas- le dije- Sería descortés, al menos hasta que no te afilies al sindicato.
– ¿Me puedo afiliar al sindicato ahora? Tengo dinero en la cartera.
– No pienses en dinero ahora- le dijo Antonio”.
Esta conversación, propia de una película de los hermanos Marx dio paso al paseíllo, ya con “El Pecas” bastante más preocupado. Perfectamente vestido, “El Pecas” desparece poco después. Miguelillo, uno de los banderilleros, le pregunta a Hemingway entonces “¿Dónde está El Pecas?”. “Rezando en la capilla por la salud de los otros matadores”, le responde Hemingway.
El mismo Hotchner nos confirma su humor, en su libro Papa Hemingway: “Mi
recuerdo hasta llegar al ruedo es bastante confuso, aunque recuerdo que casi me
caigo por las escaleras. (…) Pasamos una multitud que nos esperaba en el lobby
(…) ‘¿Papa, qué demonios hago?, dije. ¿Tengo que hacer el paseíllo, no? ¿Es una
plaza grande?’ ‘Caben 8.000 espectadores, una de las más grandes fuera de
Madrid’ (…) ‘Hay solo tres cosas que un matador debe hacer’, dijo Ernest.
‘Recuérdalas y todo irá bien. Primero, mira siempre trágicamente, como si
estuvieras a punto de llorar (…) Segundo, cuando estés en la plaza, nunca te
inclines, no le viene bien al traje. Y tercero, cuando vengan los fotógrafos,
pon la pierna derecha por delante. Es sexy”.
El relato continúa con la llegada a la plaza y “el deseo de escapar” que sobreviene a “El Pecas”. Entonces, Hotchner se da cuenta de que algo no va bien, viendo el bulto en los pantalones de Ordóñez y Dominguín. “Soy una desgracia para los Estados Unidos”, le dice a Hemningway, que le responde: “¿Cuántos pañuelos te has puesto? Ellos llevan dos, pero se dice que Chicuelo II usa cuatro”. “El Pecas” queda francamente sorprendido de la costumbre, antes de hacer definitivamente el paseíllo.
Este es el tono en el que Hemingway y Hotchner narran aquel “peligrosos
verano”, lo que ha llevado a que algunos crean que la narración tiene un aire
burlesco mucho más acusado que trágico, lo que es evidente en su estancia en
Ciudad Real.
Hasta una pata
Entre los espectadores aquel día estaba “Un aficionado del 5”, que escribió la
crónica para el Lanza y el citado “Uno del Tendido”, que se ocupó de lo que
rodeaba la corrida. Como en casi todos los mano a mano, Ordóñez salió
triunfador. Cortó una oreja a su primero, dos y el rabo a su segundo y las dos,
rabo y pata a su tercero. Casi nada. “Ayer, Antonio Ordóñez explicó que el
toreo no es cálculo y sí inspiración, genialidad”, decía el cronista. Luis
Miguel Dominguín, con peores toros al parecer, solo cortó una oreja a su
segundo.
La entrevista de Lanza, que
advirtió la presencia del falso torero
“Uno del Tendido”, López Pastor, se dio cuenta del engaño de “El Pecas”. Decía, después de informarnos de que Ordóñez había apadrinado, junto con la Dulcinea de 1959, Mari Loli Novillo, al hijo del sastre Isaac Ordóñez, “cualquier día por ahí vemos al autor de Fiesta saliendo vestido de picador – un picador con barba- a hacer por lo menos el paseíllo. Porque si no un picador, en la plaza hubo ayer un falso torero. Quizá a algún aficionado observador no le pasara desapercibido que Ordóñez traía cuatro peones de varas- los tres habituales de su cuadrilla y Curro Chaves, que por cierto, corrió muy bien un toro- y uno falso, que no hizo más que el paseíllo. Pues bien, se trataba de un amigo del diestro, un jugador de baseball americano al que habría puesto en un aprieto si le piden el carnet”.
López Pastor, en las antípodas ideológicas de Hemingway, republicano y
entusiasmado con Fidel Castro, le hizo al norteamericano una pequeña
entrevista, en la que, por supuesto, obvió el asunto político:
“- ¿Aplaude mucho en los toros?
– No, soy un viejo aficionado.
– ¿Cuándo se toreaba mejor, cuando usted comenzó a ver corridas o ahora?
– Con menos toro, pero ahora se torea mejor.
– Dado su constante viajar, no escribirá mucho.
– Sí, todos los días a las seis de la mañana trabajo.
(…)
– No estuvo antes por aquí?
– De paso por la provincia”.
Por cierto, que en la misma página del Lanza se un anuncio por el que sabemos
que estaba prevista la presencia de Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín y
Pepe Cáceres en Almagro para el martes 25 de agosto, con toro de Domecq, pero
las cogidas tanto de Ordóñez como de Dominguín, lo impidieron y fueron
sustituidos por Miguelín y Victoriano Roger Valencia. Así que en Almagro pueden
colgar el mismo cartel que en el bar de Madrid, aunque quién sabe…
Fuente: https://www.lanzadigital.com/cultura/hemingway-si-estuvo-aqui/
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