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jueves, 30 de julio de 2020

LA PANDORGA



En la noche de hoy, 31 de julio, Ciudad Real ha festejado, de siempre, con la Pandorga a su excelsa Patrona, la Santísima Virgen del Prado. Este año no podía ser menos y la Comisión de Fiestas ha organizado unos actos, que serán el fervoroso exponente de la devoción de los hijos de Ciudad Real a la Reina del Prado.

Quienes llevan poco tiempo entre nosotros preguntaran sin duda ¿en qué consiste la Pandorga? Pues la Pandorga, estimado lector, es una fiesta sencilla, con honda raigambre tradicional, precisamente en esta fecha del 31 de julio, en que los ciudarrealeños acuden a la  catedral para rezar una salve a la Madre del Prado. Y esa fiesta, si se quiere pueblerina, estaba enraizada en el alma de los habitantes de Ciudad Real, sobre todo de los que aquí habíamos nacido, por la sencilla razón de que veníamos asistiendo a ella desde bien pequeños.

La Pandorga debió pasar también sus vicisitudes. No se explica si no la famosa letrilla de la manchega, puesta en boca de los cantaores de entonces:

Este año no hay Pandorga
Virgen del Prado
por las cicaterías
de Maldonado.


Aunque modesta y popular la fiesta de la noche del 31 de julio, costaría su dinero y algún año debió regatearse la necesaria subvención municipal, dando lugar a la copla famosa, que se ha ido transmitiendo de padres a hijos.

En nuestros recuerdos de niños la Pandorga era una fiesta precursora de la feria y por esta razón acudíamos a ella con el ánimo exaltado. El Paseo del Prado, fresco y regado, registraba esa noche una animación desbordante. Nadie que se precise de buen ciudarrealeño y por ende devoto de Nuestra Señora, podía faltar a la Pandorga. Se reforzaba la iluminación y el paseo de la Virgen, el más próximo a la catedral, era un hervidero de personas que acudían a rezar a la Patrona, todavía en su camarín, pues ya es sabido que no se baja la venerada imagen hasta el 9 de agosto.

Bien, pero, ¿qué es la Pandorga? Vaya la sencilla explicación. En el templete de hierro de la música que antes existía en el Prado –estamos refiriéndonos a cualquier año del veintitantos- daba un concierto la banda municipal, cuya batuta llevo muchos años el maestro don César Ruyra y posteriormente su hijo Cristóbal. Y con la banda alternaban los tocaores y cantaores de manchegas, de los que nosotros recordamos al popular Mazantini, siempre en primera línea de esta sencilla manifestación folklórica, y al maestro Paco Argumosa, ciego y con muchos nervios, pero que tocaba la bandurria como nadie en estos menesteres populares. Luego venían también cantaores de las huertas cercanas, tipos muy famosos en sus tiempos, cuyos nombres somos los primeros en lamentar no recordarlos.


La verdad es que por aquel entonces, sin haberse popularizado el uso de los micrófonos, los únicos que oían las guitarras y bandurrias y las coplas manchegas eran los afortunados en ocupar las primeras filas de espectadores. Los demás, cuando se cansaban de no oír nada, se marchaban a dar una vuelta por los restantes paseos y pronto refrescaban con un vaso de limonada, una gaseosa o una copa de aguardiente en los puestos que había adosados a los muros de la catedral, llamados aguaduchos, y que tenían una clientela durante el verano pero que en esta noche de la Pandorga se veían desbordados ante la gran afluencia de bebedores.

Después de la liberación de Ciudad Real, unos años con más eficacia, otros con menos, en todos se ha venido conservando la vieja tradición de la Pandorga. Nuestro aplauso merece por ello la Sección Femenina, feliz restauradora del folklore manchego y siempre eficaz colaboradora; la Comisión Municipal de Festejos y, en suma, cuantos han contribuido a mantener esa sencilla tradición de muchísimos años. Que nuestros hijos se encariñen con ella para que ningún 31 de julio le falte la copla popular a nuestra Reina y Madre.

Cecilio López Pastor, diario “Lanza” sábado 31 de julio de 1965, página seis


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