En la noche de hoy, 31 de julio, Ciudad
Real ha festejado, de siempre, con la Pandorga a su excelsa Patrona, la Santísima
Virgen del Prado. Este año no podía ser menos y la Comisión de Fiestas ha
organizado unos actos, que serán el fervoroso exponente de la devoción de los
hijos de Ciudad Real a la Reina del Prado.
Quienes llevan poco tiempo entre
nosotros preguntaran sin duda ¿en qué consiste la Pandorga? Pues la Pandorga,
estimado lector, es una fiesta sencilla, con honda raigambre tradicional,
precisamente en esta fecha del 31 de julio, en que los ciudarrealeños acuden a
la catedral para rezar una salve a la
Madre del Prado. Y esa fiesta, si se quiere pueblerina, estaba enraizada en el
alma de los habitantes de Ciudad Real, sobre todo de los que aquí habíamos nacido,
por la sencilla razón de que veníamos asistiendo a ella desde bien pequeños.
La Pandorga debió pasar también sus
vicisitudes. No se explica si no la famosa letrilla de la manchega, puesta en
boca de los cantaores de entonces:
Este año no hay Pandorga
Virgen del Prado
por las cicaterías
de Maldonado.
Aunque modesta y popular la fiesta de la
noche del 31 de julio, costaría su dinero y algún año debió regatearse la
necesaria subvención municipal, dando lugar a la copla famosa, que se ha ido
transmitiendo de padres a hijos.
En nuestros recuerdos de niños la
Pandorga era una fiesta precursora de la feria y por esta razón acudíamos a
ella con el ánimo exaltado. El Paseo del Prado, fresco y regado, registraba esa
noche una animación desbordante. Nadie que se precise de buen ciudarrealeño y
por ende devoto de Nuestra Señora, podía faltar a la Pandorga. Se reforzaba la
iluminación y el paseo de la Virgen, el más próximo a la catedral, era un
hervidero de personas que acudían a rezar a la Patrona, todavía en su camarín,
pues ya es sabido que no se baja la venerada imagen hasta el 9 de agosto.
Bien, pero, ¿qué es la Pandorga? Vaya la
sencilla explicación. En el templete de hierro de la música que antes existía en
el Prado –estamos refiriéndonos a cualquier año del veintitantos- daba un
concierto la banda municipal, cuya batuta llevo muchos años el maestro don César
Ruyra y posteriormente su hijo Cristóbal. Y con la banda alternaban los
tocaores y cantaores de manchegas, de los que nosotros recordamos al popular
Mazantini, siempre en primera línea de esta sencilla manifestación folklórica,
y al maestro Paco Argumosa, ciego y con muchos nervios, pero que tocaba la
bandurria como nadie en estos menesteres populares. Luego venían también
cantaores de las huertas cercanas, tipos muy famosos en sus tiempos, cuyos nombres
somos los primeros en lamentar no recordarlos.
La verdad es que por aquel entonces, sin
haberse popularizado el uso de los micrófonos, los únicos que oían las
guitarras y bandurrias y las coplas manchegas eran los afortunados en ocupar
las primeras filas de espectadores. Los demás, cuando se cansaban de no oír
nada, se marchaban a dar una vuelta por los restantes paseos y pronto
refrescaban con un vaso de limonada, una gaseosa o una copa de aguardiente en
los puestos que había adosados a los muros de la catedral, llamados aguaduchos,
y que tenían una clientela durante el verano pero que en esta noche de la
Pandorga se veían desbordados ante la gran afluencia de bebedores.
Después de la liberación de Ciudad Real,
unos años con más eficacia, otros con menos, en todos se ha venido conservando
la vieja tradición de la Pandorga. Nuestro aplauso merece por ello la Sección
Femenina, feliz restauradora del folklore manchego y siempre eficaz
colaboradora; la Comisión Municipal de Festejos y, en suma, cuantos han
contribuido a mantener esa sencilla tradición de muchísimos años. Que nuestros
hijos se encariñen con ella para que ningún 31 de julio le falte la copla popular
a nuestra Reina y Madre.
Cecilio
López Pastor, diario “Lanza” sábado 31 de julio de 1965, página seis
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