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lunes, 14 de abril de 2014

LA SEMANA SANTA DE CIUDAD REAL EN LOS AÑOS 10 (V Y FINAL)



EL SANTO SEPULCRO Y LA DOLOROSA CERRABAN LA PROCESIÓN DEL VIERNES SANTO

Don Joaquín Menchero y sus  <<Armaos>>.- El Farol de <<Joselito>> Tenían que llevarlo cuatro hombres.- Rubisco, Acosta y Rueda, Tres Ilustres Ciudarrealeños que engrandecieron la Hermandad de la Virgen

La procesión de la Soledad, en la noche del Viernes Santo, tuvo años de gran esplendor

Finalizamos hoy los reportajes que hemos dedicado a la Semana Santa antigua de Ciudad Real, concreta entre los años 10 al 20, aunque lógicamente hayamos intentando dar detalles anteriores cuando eran necesarios para conocer el origen y propulsores de las distintas Hermandades y también posteriores, al ser conveniente completar datos sobre determinadas cofradías. Aunque hubiera sido posible ampliar el serial, hemos procurado que finalizase dentro de la Semana Santa, si bien no descartamos que el año próximo, si Dios nos lo permite, dediquemos otros reportajes a narrar anecdotario que existe, y a los pregoneros que han tenido nuestras fiestas pasionarias.

MENCHERO Y EL SANTO SEPULCRO

La procesión del Santo Entierro que ha reflejado desde muchísimos años el carácter oficial, tenía como “paso” principal el Santo Sepulcro, Hermandad de diferentes características a las demás, hasta hace tres o cuatro lustros. No se conoce la fecha exacta de su fundación, aunque parecen existir documentación que hacen referencia a esta Cofradía y que llevan la fecha de 1810. En la primera década del siglo, don Joaquín Menchero el popular “Alfombrista” tan conocido en el mundillo taurino, se hizo cargo de la Hermandad, como tantos paisanos suyos de las demás, según hemos explicado.

Menchero, hombre joven, emprendedor, que poseía en Madrid un saneado negocio de alfombras –de ahí su alias- en la Carrera de San Jerónimo, según nos han dicho donde el antiguo café Regio, no se conformo con el sepulcro existente –un Cristo muerto dentro de la clásica urna de cristal- y encargo uno nuevo a Zaragoza, de no gran valor artístico, que salió por primera vez el año 1910 y que gustaba a la sencilla gente de por aquel entonces. Aunque Menchero tenía algunos colaboradores, él venía todas las Semanas Santas a su casa palacio de la calle del Lirio, donde hoy está el Hogar de Auxilio Social, y allí se reunían los “armaos” de la corte romana, convocados a tambor batiente por el popular “Menchita”, como ya escribimos la semana pasada. Todos ellos eran entusiastas gentes del pueblo, que tenían por rey al serio de “Jeringón”, de elevada estatura y que vestía el cargo con gran prosopopeya, tanto en la procesión como en la función del Sábado de Gloria en la Merced, cuando se tiraban al suelo, con gran estruendo de armaduras, lanzas y escudos. Ni que decir que le tenían un gran respeto al hermano mayor, que no salía en la procesión, en cuya casa bebían limonada hasta hartarse, y que ya mas que mediado el desfile repostaban de líquido en la citada mansión.


Don Joaquín Menchero, gallista hasta la médula, tenía gran amistad con él entonces muy famoso “Joselito”, que cuando estaba en Madrid no faltaba a la tertulia de “El Alfombrista”, donde quedó concertada su actuación en un festival en la plaza de toros de Ciudad Real a beneficio de la cofradía ciudarrealeña. Se celebró el 20 de septiembre de 1919, con “Gallito” como único matador, aunque luego cediera un novillo, el quinto, a su cuñado y peón de confianza “Cuco”. Ni que decir como la gozaron esta tarde los muchos “gallistas” que aquí había, entre los cuales se contaba mi padre, aunque también fueron no pocos partidarios de su rival Juan Belmonte. El éxito económico corrió pareja con el artístico y “Joselito” no solo actuó desinteresadamente sino que regaló además un gran farol, que habían de llevar cuatro hombres en la procesión, destruido también en el 36.

Menchero, afectado dolorosamente por la tragedia de Talavera, siguió con mucho entusiasmo laborando con su Hermandad en la siguiente década y ya muchos recordarán el brillante desfile del Viernes Santo por la tarde, de varias agrupaciones de soldados romanos utilizando la guardarropía del Teatro Real, que vestían con gran marcialidad los artilleros de la guarnición.

Al cesar don Joaquín, le sustituyó don Manuel González y en vísperas del 36 su hijo Ramón, que aún continúa al frente de la Cofradía y a cuya iniciativa se debe el nuevo “paso”, de contrastado valor artístico, obra del catalán Rius, así como que los hermanos vistieran túnica, al ir disminuyendo los populares “armaos”.


LA DOLOROSA DE LA CATEDRAL

En las fechas en que hemos situado este reportaje, la Hermandad del Ave María, que tenía por titular a Nuestra Señora de los Dolores, era si cabe, la más aristocrática. El pueblo la conocía por la Dolorosa de la Catedral, pues allí era venerada con gran fervor. La Cofradía se fundó por el año 1.600. Su hermano mayor sufragaba de su peculio los cultos en honor de la Virgen de los Dolores el día de su festividad y los de la procesión del Viernes Santo, que ascendían a la cantidad de cuatrocientos reales, incluidos misas, sermón y pólvora. Hacia 1905, cuando llegó la renovación de nuestra Semana Santa, según señalamos en el primero de estos reportajes, se hicieron cargo de la Hermandad un grupo de ilustres hijos de la capital o aquí residentes, entre los que destacan don Ramón Clemente Rubisco, don Leopoldo Acosta y don José María Rueda, y poco después D. Tomás Martínez y D. Manuel Sabariegos, Espadas y algunos más, fervientes devotos de la Virgen, cuyas ricas túnicas de terciopelo aún visten algunos de los nietos de estos manchegos por los cuatro costados.

El señor Clemente Rubisco fue quien regaló el manto que lleva la Dolorosa y que pudo salvarse de la general destrucción, por estar guardado en casa de la hija del citado benefactor, doña Carmen, viuda de Cuevas, muchos años camarera de la Virgen, cargo en el que la sucedió su hija Dolores y, al marchar ésta a Madrid, la hija política, señora de don Francisco Cuevas.

En la época a que nos referimos se le puso carroza a la Virgen, con diez varales sujetando el airoso dosel, pero aún no llevaba la teoría de luces y flores con que ahora se adorna el trono.

La imagen, destruida en el año 36, fue sustituida por una provisional y más tarde por la actual, obra del imaginero sevillano ya fallecido Castillo Lastrucci, por iniciativa de su hermano mayor don Hilario Richard.

El “paso” del Santo Sepulcro cuando don Joaquín Menchero fue hermano mayor. Era la época de la Banda de Ingenieros que dirigía el maestro Marquina, de los vistosos soldados romanos con el vestuario del Real, del farol que regalara Joselito

LA SOLEDAD, ÚLTIMA PROCESIÓN DE LA SEMANA SANTA LOCAL

Las procesiones de Ciudad Real finalizaban en estos años a que nos hemos venido refiriendo, con la de la Virgen de la Soledad, que salía de San Pedro en la noche del Viernes Santo. Según los datos que hemos podido recoger, la cofradía se fundó en el año 1880, integrando su primera junta don José Peñalver, como hermano mayor; don Pedro Montijano, segundo hermano; don Clemente González, mayordomo, y D. Perfecto Acosta, secretario. Por esta época, la procesión era muy modesta, formando en ella unas docenas de mujeres ciudarrealeñas, con una virgencita pequeña de cierta belleza y mérito, siendo la familia de don Eduardo Gallego quien por tradición tenía a su cargo la Hermandad. Realmente no guardaba relación con el auge logrado por otras Cofradías y ello movió sin duda a un hombre de contrastadas iniciativas, un periodista de pro, don Enrique Pérez Pastor, a rehacerla y renovarla, quien de acuerdo con el señor Gallego, que continuó siendo presidente, encomendaron al hijo mayor del señor Pérez Pastor, Enrique Pérez Fernández, joven, con iniciativa, muy amante de las cosas de su tierra, poner en franquía la Hermandad, para que no tuviera nada que envidiar a las demás. Una hija de don Eduardo Gallego, doña María de la Guía, casada con don Enrique Frías y doña Cecilia Ruiz Claros, esposa de don Enrique Pérez, fueron las camareras de la virgen en la época del gran esplendor de los años veinte cuando cuatro o cinco centenares de señoras y señoritas de la capital, vistiendo traje negro, mantilla y flor pasionaria, acompañaban a la imagen en su recorrido nocturno por la larga carrera.

En el año 1928 se dotó a la imagen de carroza y dosel de plata y el 21 de abril de 1929 fue nombrada presidenta de honor S. M. la reina doña Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII, que recibió a una comisión de la Hermandad en audiencia celebrada en Palacio, aceptando muy complacida la distinción y otorgando el título de Real a la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Tercio de los Siete Dolores.

Destruida la imagen y desaparecidos ornamentos y atributos, el entusiasmo del buen amigo que fue Enrique Pérez logró devolver a la Cofradía el esplendor de la anterior época, contando con la imagen – en realidad solamente la cara y las manos- que hiciera Marco Pérez y saliendo con túnica un total de treinta y tres hermanos, que acompañaban por parejas a los catorce estandartes que representaban las estaciones del Vía Crucis, y los cinco hermanos de cetro. Desaparecido en doloroso accidente el señor Pérez Fernández, fue decayendo la Hermandad por razones que no son del caso señalar aquí y se llegó en los últimos años casi a su desaparición. En el presente, se ha hecho cargo de la imagen la Hermandad de la Virgen de la Esperanza, que la sacará en procesión en la tarde del Sábado Santo. ¿Logrará el entusiasmo de estos cofrades que la Soledad vuelva a ser acompañada por las mujeres de Ciudad Real? Con este deseo finalizamos la serie de reportajes dedicados a la antigua Semana Santa.

CECILIO LOPEZ PASTOR
(HOJA DEL LUNES, AÑO VII Nº 214, LUNES 5 DE A BRIL DE 1971)


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