Fotografía
de Raúl Panadero
Nacemos unidos a Ella. Como fruto del
Amor, nos da la vida “participando del poder creador y de la paternidad de
Dios”[1],
y ya desde el primer momento ocasionamos trastornos en su vida. Su cuerpo
cambia, sus noches también, incluso sus actividades se ven limitadas por cada
uno de nosotros. Sin embargo, nos espera. Nos espera como el acontecimiento más
grande de su vida, no teme a ese momento cargado de dolores que sin embargo es
recompensado con nuestro llanto, llanto que se prolonga durante toda nuestra
vida. Cuando somos niños no sabemos hacer nada sin ella, dependemos de ella,
aprendemos de ella. Pasa las noches en vela poniéndonos paños de agua fresca
cuando tenemos fiebre, todo se le hace poco para nosotros, sacrifica su espacio
y su tiempo. Cuando la edad avanza nos creemos más independientes, la
desobediencia y la rebeldía florece en nosotros, sin embargo su cariño no
cambia hacia nosotros, al contrario, cada vez va creciendo más.
Cuando somos jóvenes contestamos a
aquella que nos dio la vida, cuando somos mayores nos olvidamos de aquella
mujer que siempre nos espera y nos esperará, aunque sea para alargar su mesa y
ponernos un blanco mantel cargado de aquello que la crisis le roba.
¿A quién me estoy refiriendo? Me refiero
a lo más grande que Dios nos ha dado y cuyo amor más se asemeja a Él: a mi
Madre, a Tu Madre. Qué razón tenía aquel canónico de esta Catedral, D.
Francisco del Campo, cuando una vez en nuestra Plaza de Cervantes, viendo a mi
Madre junto a un servidor, dijo: Las
Madres de los Sacerdotes tendrían que vivir siempre, porque sin ellas no vamos
a ningún sitio. Podemos hacer nuestras, en este día de la Octava de la Virgen
del Prado, aquellas palabras de San Juan Pablo II: “Te
doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano
con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace
sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros
pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de
la vida.”[2]
El predicador
de la Octava el Rvdo. Sr. D. Ángel Puentes Arenal
Y si yo te preguntara en esta mañana de
fiesta, ¿quién es la Reina de tu vida? Estoy convencido que repondrías: La
Reina de mi vida es mi Madre. La mujer que me trajo al mundo y la mujer que
siempre me ayuda.
Y esto es lo que la Iglesia hoy celebra,
esto es lo que Ciudad Real contempla, que la Virgen del Prado es su Madre y su
Reina.
Claro, ya los Santos Padres lo pusieron
de manifiesto en sus escritos, pero fue Pio XII en su alocución radiofónica “Bendito
seia” y sobre todo en su Encíclica “Ad Coeli Reginam” donde pone de
manifiesto que la Bienaventurada Virgen María, es Reina.
¿Y en que se basa el Santo Padre?
Acordaros del comienzo de esta homilía: la Virgen del Prado es la Reina, porque
es la Madre de Dios. “Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor
Dios le dará el trono de David, su Padre, reinará sobre la casa de Jacob para
siempre y su reino no tendrá fin”[3],
le contesta el Ángel, la Virgen es la Madre del Señor y se deduce que Ella
es también la Reina. No solo se deduce en éste pasaje evangélico, no solo
podemos decir que Nuestra Virgen del Prado es la Reina porque es la Madre de
Dios, también, como a nosotros nos pasa con nuestras madres, nuestras vidas
siempre permanecen unidas a ellas, Ella es la Reina porque se asocia a la
Redención.
El
Rvdo. Sr. D. Ángel Puentes Arenal es hermano de la Ilustre Hermandad de la
Virgen del Prado
Y como Madre, y como Reina luce la más
bella de las coronas. Ya en el año 1929 intentaron coronarte de amores, sin
embargo, aquella coronación no se llevó a cabo. Aquel Obispo del Cayado roto,
como lo nombró el eterno capellán de las Hermanas de la Cruz y Canónigo de esta
Catedral D. José Jimeno, no encontraba corona para coronar tus sienes y te
coronó con la Corona de su Martirio años más tarde, a orillas del Rio
Guadiana, en la pedanía de Peralvillo.
No nos tiene que extrañar que su memoria se una al día de la Octava de la
Patrona de esta Ciudad, a la que tanto bien hizo y nos hace, ya que la “sangre
de los mártires, son semilla de nuevos cristianos”. Por eso fue D. Juan Hervas
Benet, el obispo cuya cruz pectoral era austera, de madera, sacada de una
reliquia del árbol donde te presentaste quien en nuestra Plaza Mayor, ante una
masa de gente te coronó canónicamente como Reina y Madre el 28 de mayo del año
1967. Qué bien sabía D. Juan que en la Vida de un cristiano no debe faltar la
Gran Señora, aquel hombre que caminaba tras la luz de la Virgen del Prado
obtuvo grandes bienes espirituales para la diócesis que pastoreaba y para la
Iglesia Universal, como fueron los Cursillos de Cristiandad. No penséis
que la corona verdadera de nuestra Patrona fue la impuesta en esta
apoteósica celebración, la verdadera corona de esta Reina, esa que nadie puede
quitarles son ¡sus Hijos de Ciudad Real!
La única
representación municipal que hubo en la Función, fue la del Grupo del Partido
Popular. Nadie del equipo de Gobierno del PSOE y del Grupo de Ciudadanos
asistió, aunque fueron invitados
Sí, queridos hermanos, esa es la Corona
de nuestra Patrona: ¡nosotros!¡Todos!, los presentes y los ausentes, los
cercanos y los alejados, aquellos que han perdido el trabajo, los que vive sin
techo, los enfermos y aquellos que los cuidan, los jóvenes que han perdido el
sentido en sus vidas, los ancianos y desamparados, los que nos persiguen y los
que no nos quieren... todos somos su Corona. Porque ella, como dice el Papa
Francisco, “no es una suegra que vigila sino una Madre atenta a sus hijos”[4].
Tan atenta está que siempre nos está mirando, siempre solícita para presentarle
a Cristo las necesidades de sus hijos. Por eso nuestras idas y venidas a esta
Catedral, viene la madre para pedir por aquel hijo que está parado o está en la
droga; se acerca el Padre de familia para pedir
luz en su matrimonio y que no le falte el trabajo; se acercan los jóvenes
cuando la noche ha caído en sus vidas,
los ancianos para pedir que sus hijos se acuerden de ellos; el enfermo para pedir la salud; nos acercamos
para darle las gracias, para tantas y tantas cosas... y cuando nosotros nos
miramos ante la Llena de Gracia, ¡nuestra vida cambia!
La Función
fue concelebrada por miembros del Cabildo Catedral
Y miramos al Confesionario, pedimos
perdón y piedad, y nos acercamos a la Eucaristía, nos alimentamos del pan del
cielo y cuando salimos por esa puerta salimos renovados y reconfortados.
Porque, como dice el Papa Francisco: “La Mirada de la Virgen nos lleva a
Dios”, “es un don del Padre bueno que nos espera en cada encrucijada del
camino”[5]
y tanto que nos espera, tanto que nuestra madre no tiene reloj, siempre nos
está mirando y esperando, incluso en la noche de nuestras vidas, aparece como
la Luz en su bendito camarín. Y es allí donde nos hacemos la Señal de la Cruz,
es allí donde nos paramos a saludarla, es allí donde le cantamos, es allí donde
bailamos porque si “Juan Bautista en el seno de su madre baila delante del
Arca de la Alianza, como David, María es la nueva arca de la alianza, ante la cual el corazón exulta de alegría”,
[6]
y es allí donde Ciudad Real encuentra la luz, cuando, como nos ha dicho el
Profeta Isaías “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande;
habitaban tierras de sombras y una luz nos brilló”.
La Luz de Nuestra Madre, la luz de la
alegría que inunda nuestras vidas. Si ella es la luz, es porque se dejó
iluminar por la luz divina, ¡cuántas veces nos falta la luz sobrenatural en
nuestras vidas y apartar tantos
criterios meramente humanos!
La Virgen con su Fiat se deja iluminar
por Dios, desde ese momento, como señala el Papa Francisco: “La fe de María
recibe una luz nueva: se concentra en Jesús”[7].
Sí, queridos hermanos, porque esta Madre y Reina cuya corona somos
nosotros, ofrece una luz nueva: el fruto
bendito de su vientre. La Virgen del Prado, desde aquel día de San Urbano del
año 1088, ofrece continuamente a su Hijo Jesucristo, lo ofrece a la ciudad que
tanto quiere. No es una imagen que lo porte, es una imagen que lo ofrece y lo
da. Antes que Ciudad Real naciera, la Virgen del Prado ya estaba con nosotros
ofreciendo y diciendo a aquellos habitantes de “Pozuelo Seco”, “Haced
lo que Él os diga”.
En
el convite que realiza el Hermano Mayor a los asistentes a la Octava, el
Presidente de la Ilustre Hermandad entregó un cuadro de recuerdo al predicador
de la Octava
Es el dialogo amoroso entre la Madre y
el Hijo, entre la Reina y el Rey. Y porque sabemos que sus ruegos “son
ruegos de Madre” como decía San Alfonso María de Ligorio, ponemos nuestra
confianza en la intercesión de la Reina. “Ella es camino seguro y tabla de
Salvación; dos cosas que tanto necesita el mundo de hoy” decía la Beata
Madre María de la Purísima que pronto será canonizada en Roma. Por eso en
multitud venimos a caminar cada 15 de agosto acompañando a Nuestra Patrona en
su apoteósica procesión y le alumbramos en familia, caminando como pueblo
unido, con el respeto y la reverencia que tan celestial Señora se merece,
cargados de fervor en ese día. No solo el día de la Asunción,
esta tarde también lo haremos, de manera más íntima volveremos a ser esa corona
que tiene la Reina del Prado, por eso queridos hermanos que verdaderamente su
corona reluzca como ninguna, labrada y cincelada con nuestras buenas obras.
¡Alégrate llena de Gracia, el Señor está
contigo! Le saluda el Ángel a la Virgen. La Virgen del Prado, el orgullo de
Nuestra Ciudad Real, la causa de nuestra alegría. Nos alegramos con la Virgen
porque con la Virgen está Dios y si Ella está con nosotros no tengáis la menor
duda que Ella, la Madre y la Reina nos conducirá a Dios. Gracias Ciudad Real
por quererla tanto, para eso se presentó en aquel árbol, para eso se quedó con
nosotros, para querernos y para quererla, no con un sentimentalismo que va y
viene, sino como lo que es, la Madre de Dios, la Reina que nos lleva hacia
Jesucristo.
Y es que, Ciudad Real tiene una Reina, y
qué Reina tiene Ciudad Real.
NOTAS
[2]
Carta del Papa Juan Pablo II a las mujeres. Ciudad del Vaticano 29 de Junio del
año 1995.
[3] Lc 1,32-33.
[4] Homilía Santo Padre Francisco en el Parque
Los Samanes, en Guayaquil, Ecuador.
[5] Homilía Santo Padre Francisco en el
Santuario de Nuestra Señora de Bonaria,Cagliari, Cerdeña (Italia).
[6] Homilía Benedicto XVI Parroquia de Santo
Tomás de Villanueva de Castel Gandolfo,
15 de agosto de 2011.
[7] Santo Padre Francisco, Audiencia General,
Plaza de San Pedro 23 de octubre del 2013.
Momento
que el Rvdo. Sr. D. Ángel Puentes Arenal agradece la entrega del obsequio
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