Parecía entonces que la vida de una
ciudad se centraba en su casino. Allí se reunían las clases medias y algo más
que medias (los artesanos y menestrales tenían otro “centro” o “círculo” de
recreo) y de sus tertulias salían alcaldes, concejales, diputados y hasta
senadores, porque allí se congregaban los más destacados elementos de la
politiquilla y caciquería provincianas. El casino era ágora y foro, cátedra y
tribuna, diálogo y monólogo, propaganda y mentidero, lonja y trato, imperio del
bulo, reinado del chisme y del chiste, sala de juego, centro de cultura, lugar
de esparcimiento, salón de baile… y eje de la vida plena de la ciudad. Todo eso
y quizás otras muchas cosas más era el casino.
El nuestro, el de Ciudad Real, debe
cumplir pronto el siglo de su existencia y su instalación fue siempre, según
nuestras noticias, en la acera izquierda de la calle Caballeros: primero en el
número 9, en una casa propiedad de don Diego Sanz; después, ya en 1875, en el
piso bajo del número 1, en la casa de Barrenengoa, que fue también Academia y
Diputación y Gobierno Civil; por último, ya en su edificio actual, sobre el
solar de la casa del corregidor don Fermín Díaz, dividido luego en dos: uno
mirando al Prado, propiedad de don Elías Carrión, y el otro solar, de don
Francisco Ayala Mira, orientada hacia la calle de Caballeros.
Este nuevo edificio, construido por el
maestro de obras don José Joaquín García, se inauguró solemnemente el día 7 de
junio de 1887, que coincidió con la festividad del Corpus. Don José Balcázar en
su obra “La Virgen del Prado…” y el señor Rodrigo Rico, directivo y cronista
casinero con amenos trabajos publicados en estas mismas columnas de “Lanza”,
nos dan detalles de aquella inauguración: reparto de cartillas benéficas y
limosnas a los pobres, porque era obligado aquello de esconder diversión y
recreo bajo la máscara caritativa y filantrópica; lujosa ornamentación de
cortinajes y tapices, flores y galas esplendorosas; iluminación extraordinaria,
propia de la época, a base de velas, quinqués y lámparas de petróleo; baile de
gran gala, con asistencia de autoridades, el “todo Ciudad Real” y lo más
selecto de la provincia. Era presidente el abogado don José Ibáñez y bien que
supo gastar del amplio presupuesto.
Porque el Casino era rico y los
porcentajes en ruleta y barajas hacían maravillas de pujante prosperidad. El
local y el mobiliario se mejorarían con los años, se ampliaba la terraza, se
construía hermosa montera de cristal, se pavimentó de mármol y se uniformaba
con libreas, cordones de plata, medias de seda y zapatos charolados a camareros
y servidumbre… El Casino ayudaba al Ayuntamiento construyendo una acera de la
calle de Alarcos en 1913… Se imprimía a expensas del Casino una obra de don Antonio
Mendoza, titulada “Nuestra Señora del Prado, Patrona de Ciudad Real…” Se creaba
una magnifica Biblioteca separada de la sala de prensa, con miles de volúmenes,
vitrinas de caoba, sillones de cuero, reproducción de la Venus de Milo en el
centro y alfombra espesa que amortiguaba ruidos, silencio absoluto con
invitación a la lectura y al estudio. Se
sucedían los presidentes que sabían gastar, ciencia sin excesivas
dificultades: Gómez-Lobo, Cárdenas del Pozo, Del Río, Yaner, Mulleras…
Con la supresión del juego vendría la
época “de las vacas flacas”, porque con sólo las cuotas de los socios no hay
lujos posibles: ahorro, economías, escaseces, apuros, decadencia en suma. La
historia última de nuestro casino –hospital durante la guerra, “hogar” de la
Falange y resurrección posterior- ya no corresponde a nuestro propósito.
Francisco
Pérez Fernández (ANTON DE VILLARREAL). Efemérides Manchegas. Diario “Lanza”, 7 de junio de 1970,
página 16
No hay comentarios:
Publicar un comentario