Tal vez el nombre de Thurro no sea tan
conocido como los de Diego de Almagro, Juan de Ávila, Antonio López Torres,
Sara Montiel o José Mota. El hombre del que les hablo es anterior a todos
ellos, anterior incluso a la creación de la provincia de Ciudad Real. Tan
antiguo de hecho, que las tierras que hoy conforman nuestra tierra eran
conocidas como Carpetania, y estaban pobladas por tribus de íberos. En la época
de Thurro estas tierras que hoy vemos repletas de cultivos, pueblos y
carreteras eran un inmenso campo de batalla en el que los sufridos íberos
trataban de mantener su independencia, primero frente a los cartagineses y más
tarde frente a las invencibles legiones romanas. Thurro luchó contra estas
últimas. Y lo hizo años antes de los célebres episodios de Viriato y Numancia.
Actualmente no tenemos demasiados datos
sobre este caudillo carpetano, y la única fuente antigua que lo menciona es
Tito Livio, un historiador romano del siglo I a.C que habla de Thurro en un
párrafo de su obra Ab urbe condita (Desde la fundación de la ciudad) una obra
que recoge la historia de Roma desde su fundación. Se le menciona en el relato
de las campañas del general Graco para someter a los carpetanos:
“Marchó a Alces y comenzó el asedio del
lugar […] aquí se capturó una gran cantidad de botín y muchos nobles, entre los
que estaban la hija y los dos hijos de Thurro. Este hombre era el líder de
aquellas gentes y el hombre más poderoso de Hispania en aquel momento”
Podemos fechar este episodio gracias a
las campañas de Graco, que se produjeron en torno al año 179 a.C y en las que
los carpetanos ofrecieron una gran resistencia al avance romano. Thurro logró
unificar y poner bajo su mando a varias tribus de la región y crearon un
ejército para proteger la zona. A pesar de todos los preparativos la maquinaria
militar romana pasó como un rodillo sin que los íberos pudiesen detenerla. Los
legionarios eran muy superiores en tácticas y armamento que los pobladores
autóctonos y lograron derrotarlos y capturar varias de sus ciudades. El general
Tiberio Sempronio Graco dirigió sus legiones a la población de Cértima (que
podría corresponderse con Campo de Criptana). Los habitantes pidieron ayuda
pero el ejército íbero no acudió y Cértima fue tomada. Graco llevó después a
sus tropas hasta Alces (posible correspondencia con Alcázar de San Juan) y los
pobladores del enclave se prepararon para defensa. En las inmediaciones Graco
levantó un campamento que estableció como cuartel general. Las legiones se
enfrentaron entonces a los íberos y les infligieron una dolorosa derrota. Los
defensores de Alces se quedaron solos y
rechazaron algunos ataques de la infantería romana pero no pudieron
hacer nada para protegerse de los disparos de las catapultas y otras piezas de
artillería romana. Los muros de Alces no resistieron tanto y la ciudad cayó en
poder de Roma. Según el relato de Tito Livio dentro de esta población estaban
refugiados los hijos de Thurro. Los romanos avanzaron más y lograron conquistar
buena parte del territorio. Thurro, viéndose ya incapaz de revertir el curso de
la guerra y sabiendo que prolongarla sólo costaría más vidas, las de sus hijos
incluidas, decidió dirigirse al campamento de Graco y le ofreció la rendición a
cambio de las vidas de su familia. Graco aceptó y alcanzó un tratado de paz con
el caudillo carpetano. Buena parte de las poblaciones que aún ofrecían
resistencia se unieron al pacto y la guerra en la región concluyó. Thurro
terminó siendo aliado de Roma y combatiendo en su ejército. Según el
historiador Tito Livio, sus palabras fueron las siguientes: “Iré en contra de
mis viejos aliados, ya que ellos no quisieron coger las armas para defenderme”.
La guerra en Hispania se prolongó
durante muchísimo tiempo más, con episodios tan notables como el levantamiento
de Viriato, la resistencia de Numancia o las Guerras Cántabras. Thurro fue uno
de los muchos caudillos que trataron de preservar la libertad de los pueblos
celtíberos frente a los conquistadores romanos, y como todos, fracasó en su
intento.
Desgraciadamente apenas nos ha llegado
nada de él. Vivió en una época de profundos cambios en los que la espada y la
política iban de la mano. Hoy nosotros vivimos en las mismas tierras que él se
esforzó en defender, y por ello creo que merece este pequeño reconocimiento
para que su nombre figure entre nuestros “ciudadrealeños” ilustres.
Daniel
Cuadrado Morales, escritor
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