Óleo sobre lienzo para el cartel
anunciador de la Navidad 2018 por petición de la Asociación de Belenistas de
Ciudad Real.
La escena del Nacimiento de Jesús y la
adoración de un pastor se produce en un pesebre inspirado en un lugar concreto
de la S.I.P.B Catedral de Ciudad Real. Concretamente se trata de la parte más
humilde del templo, la cual se encuentra situada en la parte inferior del
Camarín de Nuestra Señora del Prado. Aunque Dios nace en lo más humilde, es la voluntad
humana la que nos hace tener a nuestra patrona de forma majestuosa en su
retablo, en el que está acompañada por San José que queda situado a su derecha.
Es por eso por lo que el establo tiene ciertas características que lo hacen
diferente a los establos habituales, como la techumbre enlucida con vigas de
madera que enmarca la escena.
Como el Santo Padre Emérito Benedicto
XVI nos recuerda en su obra “La infancia de Jesús”; el buey y la mula son una
representación de la humanidad, desprovista de entendimiento pero que ante el
Niño llegan al conocimiento. Por este motivo, al fondo, un cuarto deja ver al
buey asomado. La mula quedaría representada por el propio espectador, dejando
de este modo el Nacimiento del Niño entre ambos animales reflejando así que
Dios ha nacido en medio del mundo.
En el establo podemos contemplar varios
muebles que, aunque son propios del templo, bien podrían servir para guardar
utensilios del habitáculo.
San José y la Virgen aparecen vestidos
con un traje regional manchego que los dota de popularidad y cercanía al
pueblo. Son trajes humildes con los que nos sentimos identificados. María,
sentada en una silla de palillo, viste refajo de rayas con bajo de terciopelo,
mandil y toca de pelo de cabra sobre los hombros. Se la representa con el pelo
recogido, nada habitual en este tipo de ilustraciones pero peinado común en la
mujer trabajadora de nuestros pueblos. San José viste con capa y porta un
candil que dota al cuadro de esa luz tenebrista e íntima. Está iluminando al
Niño que aparece en el lugar central sobre el regazo de su madre, adquiriendo
así mayor protagonismo.
Un pastor, también vestido con traje
manchego, aparece delante de una puerta que da al exterior, y se postra ante la
Divinidad realizando una genuflexión. La adoración del pastor, nos recuerda a
“La Adoración de los Pastores” de Murillo, guiño al artista en su aniversario.
Tras el pastor, un cordero entra al
establo con cierto protagonismo, ya que entra solo y con carácter decidido,
representando así al pueblo de Dios que acude de manera decida al encuentro con
Él en la Eucaristía.
En la parte izquierda del cuadro se
representan tres alcuzas como símbolo de los Santos Óleos, enmarcando así de
una manera más explícita la localización en la Santísima Catedral y
representando las diferentes facetas de la vida cristiana. Desde el nacimiento
con la unción del santo crisma en el bautismo hasta la unción de enfermos, como
preparación para nuestro encuentro con Dios.
En un primer plano vemos el pesebre
donde nació el Niño. Tal y como nos dice San Agustín, el pesebre es lugar donde
los animales encuentran su alimento, convirtiéndose de este modo en la mesa de
Dios, a la que el hombre está invitado para recibir Su pan. Sobre él un gallo,
premonición de la pasión de Cristo. Se trata de un gallo de raza franciscana,
en honor a San Francisco de Asís, patrón de los belenistas.
Todo el conjunto crea un ambiente cálido
y sin demasiada ornamentación, para reflejar la sencillez en la que tiene que
estar enmarcada la vida cristiana. Con este cuadro se pretende que el
espectador no solo vea la escena desde el interior del establo, sino también
desde el interior templo catedralicio, tratándose de un lugar sagrado.
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