Aspecto
que ofrecía la puerta de entrada al cementerio de Ciudad Real hasta los años
sesenta del pasado siglo XX
La costumbre de dar sepultura a los
difuntos dentro de las iglesias fue peculiar de los cristianos, y una prueba
muy singular del poder de la superstición sobre la razón humana y aun de los
sentimientos más propios de la religión. Constantino “el Grande” erigió un
templo y expresó su deseo de ser enterrado en su pórtico, lo que aprobó el
patriarca de Oriente. Como la práctica comenzó por los ricos o poderosos, hay
sobrada razón para inferir que el interés por parte de los ministros de la Iglesia,
fue permitiendo gradualmente el abuso. No obstante, un concilio español del año
563, ordenó expresamente que no enterrase a nadie en las iglesias. Muchos años
después tal orden fue olvidada. Así pues, el Gobierno español, a principios del
siglo XIX, decide prohibir el enterramiento en iglesias y conventos, no ya en
el interior de los templos sino en el exterior, como se venía haciendo en las
respectivas parroquias de Santa María (Catedral), San Pedro Apóstol y Santiago
Apóstol de nuestra capital, tal como recogía la Ley de 11 de noviembre de 1811.
El gobernador político Superior de la
Provincia de La Mancha D. Pedro Laynez, así lo expresa al Ayuntamiento de
Ciudad Real el 2 de marzo de 1821, con lo siguiente “…Si por falta de cementerio no pudiesen cumplir con lo prevenido,
procederán inmediatamente con el acuerdo del cura párroco, del médico y el
cirujano, en señalar una ermita o edificio que se halle fuera del pueblo y se
cera más a propósito para este objeto… y que el párroco proceda en 24 horas a
la bendición del sitio que se señale… las anteriores disposiciones deberán
cumplirse en el término de ocho días, de lo contrario me veré precisado a
imponer una fuerte multa, y es necesario la pronta construcción de un
cementerio municipal convenientemente situado…”.
Nosotros creemos con seguridad que fue
utilizado el cementerio de la ermita de San Lázaro, al final del parque Gasset
(donde estuvo muchos años un bar al aire libre llamado “El Tropezón”). Esto es
evidente, porque el Cementerio Municipal no fue inaugurado hasta 1834, costeado
por el municipio con las 2/3 partes del presupuesto, y por 1/3 parte por las
parroquias. Y sabemos que el primer enterramiento que consta en los libros data
del 12 de marzo de 1864, perteneciente a la difunta Antonia Fernández. (No
existen libros de enterramientos de años anteriores, posiblemente extraviados o
destruidos). En este recinto o camposanto recibieron y reciben su descanso
eterno miles de ciudarrealeños de todas las condiciones sociales, tales como
artistas, políticos y algún militar de renombrado prestigio.
A título anecdótico terminaré con unos
datos curiosos: nuestro cementerio ocupaba en 1996 el tercer lugar más caro de
España en servicios funerarios, el octavo en otros tipos de servicios, el mismo
lugar, en alquiler de un nicho y el segundo lugar de coste de servicio
funerario completo (Datos ofrecidos por la OCU). Todos los datos de
investigación que aparecen en este trabajo fueron extraídos del Archivo
Histórico Municipal de Ciudad Real y del Semanario Pintoresco Español de 1855.
José
Golderos Vicario. La Tribuna de Ciudad Real, martes 31 de octubre de 2006
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