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miércoles, 18 de enero de 2023

CIUDAD REAL, MI AMOR. BOCETO PARA UNA MEMORIA SOBRE EL ESTADO CULTURAL DE CIUDAD REAL NINO VELASCO, 1979 (VI)

 



Cine. Funcionan regularmente dos salas: el cine Quijano, con una programación lamentable, basada en filmes de la serie B de ínfima categoría, y el cine Castillo, cuya cartelera resulta mucho más cuidada, proyectando la mayoría de las películas con interés que se distribuyen en el país. Hay que destacar las programaciones especiales de los viernes y algunos ciclos esporádicos que duran una semana, hechos en colaboración con el hoy minimizado Cine-Club Juman: se suelen proyectar películas de un alto nivel de calidad, registrándose una asistencia de público masiva, sobre todo joven. Esta buena afluencia de gente evidencia la favorable respuesta del público ante cualquier manifestación cultural cuando éstas contienen suficientes incitaciones entroncadas con las cosas que pasan hoy (como es el caso del mejor cine actual) y, además, se ha procedido a dar una información previa adecuada sobre dichas manifestaciones, tal como han hecho durante algunos años los integrantes del Cine Club Juman.

Información que, desde luego, no ha venido de la crítica cinematográfica del diario Lanza, ante cuyo insólito nivel de calidad espontáneamente surge la pregunta sobre cómo alguien excepcionalmente ignorante en una materia puede ejercer la crítica de esa materia y cómo después de algunos lustros de práctica esa persona no ha aprendido absolutamente nada ni de su oficio, ni de cine.

f) CIENCIA E INVESTIGACIÓN Las condiciones generales de la ciudad no son las más adecuadas, dentro de la tónica del país, para el desarrollo de cualquier tipo de investigación propiamente científica. Las estructuras generales de la zona y del Estado hacen inviable tal actividad, y en este sentido toda omisión es justificable.

En otro orden de cosas es interesante el trabajo que realiza el Instituto de Estudios Manchegos, que cuenta con una revista sin periodicidad fija donde se publican trabajos estimables de investigación histórica, etnográfica y antropológica, con el pero considerable de que estos estudios inciden casi sin excepción sobre zonas históricas que no traspasan el siglo 19 o principios del 20, eludiendo la investigación de parcelas más recientes, cuyo estudio está por hacer. La docta institución cae así en el mismo defecto general que aqueja a toda la actividad cultural de la ciudad: el miedo al enfrentamiento crítico, o sencillamente descriptivo, con el presente, zona temporal que parece no existir.

Aparte de la revista, el Instituto edita esporádicamente libros sobre temas diversos de su ámbito, destacando entre estas publicaciones la preciosa Guía de Ciudad Real, inapreciable documento sobre la ciudad compuesto por Clemente Domingo en 1.869 y reeditado en facsímil por el Instituto en 1.977.

 



El resto de los trabajos de investigación proceden casi siempre de esfuerzos individuales y aislados cuya repercusión entre el público resulta prácticamente nula.

En este sentido hay que hacer mención destacada de Francisco Pérez Fernández, que provisto de una extensa documentación sobre Ciudad Real y su comarca, publicó en 1971 un libro singular, Efemérides manchegas (aparecidas anteriormente en Lanza): se trata de un excepcional repertorio de datos históricos locales y provinciales desde la época fundacional hasta nuestros días. Al atractivo volumen, sin embargo, se le puede hacer un reparo considerable: es un compendio de efemérides de derechas, vaya usted a saber por qué.

Rafael García Serrano, director del Museo de Ciudad Real, en colaboración con Enrique Vallespí y Antonio Ciudad, ha realizado un importante y extenso estudio sobre el achelense y musteriense de Porzuna, una de las zonas más ricas del país en restos de esta época; asimismo es importante su labor de defensa y catalogación de edificios locales y provinciales con valores históricosartísticos amezados de sucumbir bajo la inconsecuente agresión de las inmobiliarias, y hay que señalar, finalmente, su tenaz actuación en solitario (ante la indiferencia general) para conseguir la apertura del museo del que es director, metido en un contencioso Diputación-Estado que no parece tener solución.

El tema de la apertura del museo marca uno de los apogeos de la indiferencia, apatía y desidia cultural de la ciudad. Tratándose de un asunto que concierne directamente a la población, todavía está por ver algún gesto de presión por parte de la prensa, el resto y los medios de comunicación o las instituciones a fin de acelerar este largo proceso.

Entre la serie de trabajos aislados a que hemos aludido, hay que consignar también la encuesta llevada a cabo por Javier Paulino (hijo) sobre la incidencia epidermológica del reumatismo en la provincia, hecha para órganos estatales, o diversas aportaciones de licenciados que preparan sus tesis o tesinas, como el trabajo sociológico y demográfico que realiza Félix Pillet sobre la capital, la investigación en torno a la vida y la obra del pintor manchego Carlos Vázquez efectuada por Josefa Gallego Gil, el ensayo sobre Ángel Andrade, de Carmen López Salazar o, en otro sentido, los estudios sobre arquitectura zonal preparados por José Rivero.

A otro nivel, es muy importante la labor investigativa llevada a cabo por el Grupo Folklórico Mazantini (y su antecedente, la Agrupación de Coros y Danzas), mediante un trabajo de rescate de bailes, música y letras de canciones, trajes regionales, costumbres, juegos infantiles olvidados, festejos populares caídos en desuso, etc.

 



g) CULTURA POPULAR

 

Se entiende por cultura popular la serie de manifestaciones públicas ciudadanas que surgen más o menos espontáneamente de las necesidades de expansión, estéticas, lúdicas, religiosas, etc., de la población, patrocinadas o no por entidades públicas. En este sentido podemos hablar de festejos y celebraciones, esparcimiento público y presencia externa de la ciudad.

Festejos y celebraciones. Las procesiones de Semana Santa y la feria de Agosto son las dos manifestaciones más importantes de este tipo. Hay que añadir la fiesta de la Pandorga, en la noche del 31 de julio, y algunas verbenas veraniegas como las del Carmen, San Pedro y Santiago.

El descuido y la rutina caracterizan a la mayoría de las procesiones de Semana Santa que, según se dice, fueron una buena cosa antes de la guerra. El declive ha ido siendo paulatino y sólo en los últimos tres o cuatro años parece iniciarse el relanzamiento muy tímido de algunas cofradías.

Los cortes continuos en el trayecto de las procesiones, con detenciones que a veces se prolongan durante treinta o cuarenta minutos; penitentes que muestran uniformes deteriorados, descoloridos o cortos (lo que evidencia un notable desinterés por parte de los responsables de las cofradías en lo que se refiere al cuidado de los detalles y la consecuencia de una presencia pública que debe ser impecable); la falta de respeto de muchos cofrades con relación a la propia celebración y al público; la lamentable presencia de una fila central de portadores de estandartes y cruces de gran peso, formada por personas indigentes y, en casos concretos, por deficientes mentales, a los que se viste de forma grotesca y se les carga como a borricos por unos cuantos duros, ya que no existen voluntarios para este menester, más otra serie de detalles similares, deterioran hasta tal punto los desfiles, que vienen a parar en una triste muestra de lo que es la desorganización, la dejadez y las cosas hechas sin cariño.

En conjunto se cuenta con un material de base interesante: pasos de cierto mérito, colecciones de espléndidos estandartes, uniformes de diseño acertado, etc., pero todo esto resulta inútil cuando se afrontan las procesiones sin rigor y con escasa delicadeza. Tal vez únicamente se salvan del general desastre el desfile llamado del silencio, y el que tiene lugar el viernes por la mañana.

En cuanto a la feria de Agosto, las antiguas corporaciones se limitaban a conceder unas licencias para la instalación de atracciones, puestos de venta y bares en el recinto del parque, así como a gastarse un montón de dinero en contratar a una serie de cantantes o grupos comerciales, entre los que más sonaban cada año, para presentarlos en la Fuente Talaverana, lugar tácitamente reservado para la burguesía local. Para diferenciar bien las cosas en la llamada Pista Municipal, se organizaba otro baile para tipos más pobres o con menos clase, para el que se reservaban atracciones completamente desconocidas. Aparte de esta operación discriminatoria, a nadie se le ocurría ningún otro festejo, juego, concurso o kermese en los que, por ejemplo, participasen los niños o personas adultas en un plan mucho más imaginativo, espontáneo y gratuito. La feria se había convertido así en una pura rutina burocrática, como algo que se celebra cada año porque no hay más remedio.




El nuevo Ayuntamiento ha introducido algunas variantes positivas en la última feria, dotándola de un sabor más popular y menos encorsetado. Se han incluido en el programa de festejos sesiones gratuitas de cine y teatro al aire libre (retomando una tradición de hace cuarenta años) y diversas celebraciones públicas orientadas a los niños y los jóvenes (cucañas en los barrios, concursos de zurra, etc). Asimismo se ha rebajado el tono pretencioso de los bailes en la Fuente Talaverana, contratándose atracciones menos espectaculares y costosas, pero posiblemente de mayor calidad y, sobre todo, más acordes con las posibilidades del presupuesto municipal.

Es preciso hacer mención especial del llamado día de las carrozas, fecha en la que no se sabe que admirar más, si el catetismo de las pobres niñas que sufren y sonríen colocadas en los lugares más insólitos de las carrozas, o el diseño y construcción de estas, a medio camino entre la peor falla valenciana y el carro o tractor engalanado para una romería: lo malo es que no se trata de ninguna de las dos cosas, sino de un híbrido que tiene de todo menos cualquier clase de gracia. Resulta desconcertante saber, por último, que dichas carrozas no están fabricadas, como sería lógico y bonito, por los pueblos respectivos que representan, sino que se trata de mamotretos alquilados (generalmente en Valencia) que han pasado ya por muchas ferias ejerciendo el mismo cometido.

Entre las celebraciones feriales hay que anotar, finalmente, las interesantes fiestas del barrio de Los Ángeles, decididamente populares, con todos los ingredientes espontáneos y válidos de la verbena de barriada, sin discriminaciones ni remilgos.

En cuanto a la fiesta de la Pandorga, que se hallaba en declive galopante, la decidida actuación del Grupo Folklórico Mazantini, revitalizando mediante una vuelta a sus formas tradicionales, ha conseguido, en los tres últimos años, inyectarle gran parte del sabor popular que tuvo: espectáculo de danzas regionales en el Prado a cargo del propio grupo Mazantini; actuación de la banda de la Agrupación Musical; la presencia de puestos de limonada y agua de cebada; el revival del pañuelo de yerbas anudado al cuello; baile público y gratuito en el recinto de la plaza, etc., prometen devolver a esta fiesta singularmente manchega la importancia que tuvo hace cuarenta años y sus elementos tradicionales más interesantes.

En lo que se refiere a las verbenas, su tristísima decadencia ha llegado a un grado tal, que resulta incluso doloroso acercarse a ellas: tres puestos de garrotas de dulce y gente que se aproxima esperando encontrar algo y no encuentra nada, resumen este capítulo.

Se puede hacer mención, finalmente, de dos sucesos lamentables que tienen lugar en Navidad: el belén que se coloca frente al Ayuntamiento y la cabalgata de Reyes, ambas cosas hechas con todos los agravantes de la rutina, el chapucerismo, la descortesía hacia el público y la torpeza propia de la incompetencia cuando, además, se trabaja con desgana y por obligación.



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