Los tres amigos ya se han puesto de acuerdo. Ellos saben de tradiciones antañonas, de fiestas populares y de sanos regocijos. Ellos, a, su manera, mantienen costumbres y creencias. Han trasegado un jarro de tinto en la taberna y salen, contentos y locuaces, con sus instrumentos, bajo el brazo: Pepe, el gordo, lleva la bandurria" que tañe con singular maestría; Paco, el ciego, que marcha en el centro como reo entre civiles, acompañará con su guitarra; y Mazantini, el viejo, ensaya con sartén y paleta, un repiqueteó estridente y monocorde.
Es la noche del 31 de julio una noche cualquiera, allá por los comienzos de este siglo. Es noche de Pandorga, fiesta arcaica ciudarrealeña, transmitida de generación en generación, homenaje del pueblo a su Patrona, salutación a la Virgen con música y cante de seguidillas o torrás a modo de pastoril serenata, que se celebra quince días antes de la gran fiesta.
¿Qué se celebra decimos? No siempre, por desgracia. Paco el ciego, Pepe el gordo y el viejo Mazantini, saben que esta noche no habrá Pandorga. No sería el primer año, ni el único, ciertamente. Por falta, de iniciativas, por dejadez y abandono de unos u otros, esta noche de julio la Virgen del Prado no escuchará desde su camarín los cánticos de sus devotos.
¿Qué no habrá
Pandorga? El viejo Mazantini, el ciego Paco y el gordo Pepe han decidido lo contrario.
Y se le encaminan, por la calle de los Reyes, al paseo del Prado. En la terraza
del casino charlan los señores. En los bancos de madera chismorrean las señoras.
Por las barandillas de hierro con asiento de piedra se agrupan los menestrales.
Pasean las señoritas bajo las miradas avizoras de sus parlantes mamás. Rondan
los mozalbetes con zureo de palomo. Y las niñas, Pradito en el centro, juegan
al corro aprovechando estas, primeras horas de la noche canicular:
En el jardín del
Prado
no se puede jugar...
Pero ellas ¡Vaya si juegan! Y cantan y ríen y cambian de tonadilla con volubilidad infantil.
El "trio" de la Pandorga ya está en e1 paseo de la Catedral. Simplemente con el templar de sus instrumentos han atraído la atención de chicos y grandes. Paco y Pepe pulsan a una las cuerdas. Y Mazantini, cesando en su acompañe de paleta y sartén, Carrespea para suavizar la garganta, enronquecida por tabaco y vino, y se arranca por seguidillas, improvisando sobre los primevos versos de la ya conocida:
Este año no hay
Pandorga
Virgen del Prado.
Tus hijos, por
desidia,
te han olvidado.
Pero aquí tiene
al viejo Mazantini
que a cantar viene.
La Virgen morena y manchega, desde la altura de su camarín, sonríe seguramente ante el sencillo homenaje. Porque ellos, el viejo Mazantini, el ciego Paco y Pepe el gordo, son creyentes y fervorosos ... a su manera.
Antón de
Villarreal. Diario “Lanza” 31 de julio de 1970
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