La Virgen del Prado brilla desde el
pasado martes a los pies del altar de la Catedral de Ciudad Real donde, más
cerca de los suyos, está a la espera de que comience hoy de manera oficial la
semana grande de la capital en su honor. La oscuridad de su piel contrasta con
las tonalidades blancas y doradas que la visten sobre su trono plateado desde
el que esta tarde y en la tarde del 22 de agosto recorrerá las calles de la
ciudad. No está sola. La acompaña su hijo, como ella, engalanado para la
ocasión. Bajo el tradicional faldón de tisú, el pequeño luce unos pequeños
zapatos de oro cargados de historia, pues son una de las pocas piezas que
sobrevivieron a una Guerra Civil que hizo del fuego su lenguaje.
Para muchos de los ciudadrealeños que a
lo largo de estos días se acerquen a visitar a la patrona a la Catedral o la
busquen con la mirada en sus calles, es posible que este detalle pase
inadvertido, de la misma manera que lo hacen las muchas horas de trabajo y
dedicación que hay detrás de cada encuentro de la Virgen con los suyos,
decisiones, puntadas con y sin hilo, ajustes, vainicas, encargos florales,
bordados, blondas, bolillos y joyas heredadas. Detalles a los que no se les
presta atención, pero que ayudan a definir y engalanar la imagen final.
Más de 1.000 mujeres están detrás de
esta Corte de Honor, que se afana en los detalles, revisando el ajuar de la
imagen, limpiando y preservando sus joyas, conservando sus mantos,
seleccionando las flores y asumiendo con su cuota los arreglos que necesita una
talla como ésta, llegando donde el dinero no puede, con horas de trabajo y
dedicación.
De las mil hermanas, sólo 15, en su
mayoría de la Junta Directiva, pueden participar de manera más activa en el
arreglo de la Virgen del Prado para sus citas más importantes, y el resto del
año, los cambios de tiempos litúrgicos. Ellas la acompañan en sus cultos,
controlan el armario de la patrona, limpian su ropa, la conservan y la
preparan. Un armario del que la pasada semana salían los ropajes que este año
lucirá la patrona con motivo de la semana grande de Ciudad Real, la enagua, el
rostrillo, el peto, el mandil, el manto y la mantilla de blondas.
De este rico ajuar, dice la misma
camarera, horas antes de subirse al trono para preparar la imagen, destaca la
enagua. Una “obra de arte”, dice con la razón que le da que en el siglo XXI
cada vez menos personas sepan coger la aguja. “Hecha en tela de hilo”, explica
que la belleza de esta pieza está en la puntilla, “de encaje de bolillos”, que
es lo único que quedará a la vista una vez que la imagen esté vestida, y en una
vainica que quedará oculta bajo la monumentalidad del manto que este año le
acompaña en su recorrido. La enagua la han elaborado de manera altruista, como
todo se hace en la Corte, dos hermanas, que también han elaborado un manto rosa
que necesitaba la Virgen del Prado para los cambios que se hacen para el Camarín.
Dentro de su ajuar, sólo tres mantos son
para procesionar. Uno de ellos es el del Centenario, de 1988, confeccionado en
los talleres de Joaquín Ojeda, en Córdoba, que es el que le toca lucir este
año, “el de tisú de plata bordado en oro”. Hace dos años portó el más antiguo,
el de los Condes de la Cañada, que está guardado a la espera de la restauración
del forro – en la actualidad se está trabajando en la restauración de un manto
de Camarín, el de Macrón, en el que se está traspasando el bordado a una nueva
tela nueva-. Y el año que viene, le tocará el de la coronación, coincidiendo
con la celebración del cincuentenario. El que lleva este año es majestuoso y
destaca por mostrar todos los escudos de las órdenes militares, apunta otra
hermana de la Corte que entró hace 15 años en la hermandad, “para ayudar en lo
que se necesitara”. Entonces, su papel era el de colocar las flores. Una labor
que hace de manera habitual y con mimo desde hace tiempo otra hermana. Ahora,
de manera puntual ayuda a vestir la imagen, que es función de la presidenta,
quien a su vez ya ayudó entre bastidores a su antecesora, Conchi Guijarro.
Tradición y fe se unen en este punto del relato.
Cuando se le pregunta a cualquiera de
las hermanas qué detalles de la Virgen no deberíamos pasar por alto en los
próximos días, todas coinciden en señalar “un broche de oro y madre perla que
la imagen lleva cosido al manto” una de las piezas claves de un joyero cargado
de sentimientos elaborado a partir de donaciones particulares. Un joyero en el
que ocupan un lugar privilegiado esos zapatos de oro, una chapines que se
siguen ajustando hoy a la perfección a los pies del niño, gracias a que un día
alguien los salvo del fuego.
M.
Sierra. Especial de “La Tribuna de Ciudad Real” con motivo de la Feria y
Fiestas de Ciudad Real. Lunes 15 de agosto de 2016, páginas 22 y 23.
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