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lunes, 15 de agosto de 2016

NUESTRA SEÑORA DEL PRADO, FUNDADORA Y PATRONA DE CIUDAD REAL



Estamos en plena Mancha, la sufrida región de horizontes infinitos, la llana, la de los molinos de viento desmantelados, la parda como el  sayal franciscano y el plumaje de alondras y cogujadas de sus resecos surcos; la que se perfuma de tomillo y romero y coplas “manchegas”, la de apacibles rebaños, la del olivo y la vid; la grande como Don Quijote, que nació en ella y como Sancho, ruda; la que avara, guarda la lluvia en sus barbecheras para hacerla luego trigo desbordado al fin, en las parvas de las eras que ciñen -¡diadema de oro!- los pueblos, pueblos grandes blancos -¡reyes dormidos!- bajo el sol de justicia del verano que hace sudar a la yunta que trilla y al zagal que guía; por sus caminos polvorientos chilla estridente la galera pletórica de mieses, y diríase que se arrastra el cansino borriquillo que lleva al hato pan moreno, rojo vino y agua clara (carne, sangre y sudor) para el segador que, allá, rendido el cuerpo sobre el agro, coge la mies de hoy y riega con su frente la sementera del mañana.

No desfalleced, seguid adelante, dejar al sol calcinar vuestra piel y dar salud a vuestro cuerpo con sus caricias –zarpazos si queréis- y, no lejos, se os aparecerá una ciudad, en otros tiempos “fortalecida de gruesas y elevadas muralla”… “que realzan su belleza ciento y treinta torres”… “cuya inflexible mole se dividía por seis proporcionadas artificiosas puertas” de la cuales,  como reina destronada, sólo conserva la mejor piedra de su corona desecha: la Puerta de Toledo. Por ella llegan la vida, la aceituna a los trojes, el trigo al granero… ¡por ella salen los que de su recinto parten para el eterno viaje!

Un día, sólo uno al año, está el campo en soledad solemne, tal vez sois vosotros los únicos humanos que rompen este silencio de majestad, pero, como heraldos de la ciudad, desde la más alta torre de sus iglesias, desde la cuadrangular de la Catedral, las campanas vocingleras dirigidas por “la gorda” os cuentan bien pronto, alegres, que Ciudad Real no es un desierto, que en su recinto vive, que se acicala este día, cual ninguno y que sus calles son hormigueros humanos donde se confunden y mezclan las pueblerinas y amplias sayas con los menos amplios y excesivamente más cortos vestidos que la moda impone. La provincia festeja (es el 15 de agosto) a la Madre de todos, a su Patrona y Fundadora: la Virgen del Prado.

Confunden sus voces la leyenda poética y la rígida Historia y cuentan: Fue en Velilla o Belilla, en Aragón, donde el privado monsén Román Frólaz Caballero descubrió la imagen; la entregó a su rey D. Sancho de Navarra y Aragón y señor de Castilla, quien, bajo la advocación de los Reyes, la adoró en su oratorio como hizo después D. Fernando I de Castilla. Luego, en corte en corte, como protectora real, peregrino y con Alfonso VI conquista Toledo donde recibió culto hasta que, derrotado en Zacala, el monarca antes de caer sobre Córdoba, mandó traerla con él a su capellán Marcelo Colino o Cocino, el cual acampa, con su precioso encargo, en el feracísimo prado de Pozuelo Seco de Don Gil. Junto a un pozo que en aquellos contornos había, sesteaban unos pastores, mostróles la imagen y fue tanto el cariño que les movió que, cuando Colino partía, con Ella también se iba la alegría de aquella sencilla gente; a poco, sobre unas encinas del prado, vieron de nuevo a la Virgen que tornaba desde Caracuel volando a Pozuelo Seco do nunca vióse agotado de sus gracias el raudal. Para siempre quiso quedarse allí y llamarse María Santísima del Prado; con ese nombre la adoraron Alfonso VI (de 1088 a1089) y Alfonso VIII antes de la batalla de Alarcos y después del triunfo de las Navas. Para venerarla vinieron doña Berenguela y su hijo el rey Santo; el Sabio Alfonso la visita y funda la Villa Real sobre Pozuelo y traza sus muros y calles, erigiendo templos y palacios y dando, desde Burgos, en 1255, la célebre Carta Puebla de la Villa que asciende, en 1420, en el reinado de Juan II, “a muy noble y muy leal Ciudad Real”. Todavía, cuando el pacificador Alfonso XII y el Pontífice Pío IX rigen España y la Iglesia, respectivamente, aún merece la ciudad mariana ser nombrada, en 18 de noviembre de 1875, Obispado-Priorato de las cuatro Órdenes Militares. ¿No está más que justificado el título que de Fundadora lleva la Virgen del Prado?


La crítica dice: “La construcción de la estatua parece ser del siglo XIV, probablemente contemporánea de la Blanca que se venera en la Parroquia de Santiago, de Ciudad Real”. El estado de ella hace muy difícil sentar ninguna afirmación.

¿Por qué no hemos de dejar de hablar a la realidad? Dos estados –cuenta- ha tenido la imagen de Nuestra Señora del Prado. “En tiempos pasados estuvo tallada en una silla al uso de todas las más antiguas de España, cubierta de oro y estofa; así vino a nuestra tierra, no alterándola nuestros mayores en nada”; pero luego, siguiendo la moda importada, para poderla vestir y “para que apareciera parada, siendo sentada, la cortaron por abajo habiendo perdido los pies, esta mutilada por delante desde las rodillas” y el Divino Niño “pasó del brazo izquierdo de la Virgen, en que estaría, al centro”. ¡Crueles profanaciones divinas y artísticas! “La proporción del rostro y talle es el natural de una mujer de mediana estatura; morena en la cara, aunque no demasiado, de alegres ojosy que está representando majestad y alegría en el semblante”.

A excepción de ahora, todo el año la veréis en su trono, en el centro del retablo catedralicio, obra magna en madera del escultor toledano Giraldo de Merlo y del también toledano pintor Juan de Hasten, Haesten  o Asten, empezado a asentarse el 15 de julio del año 1616 y costeado por el indiano Juan de Villaseca en diez mil ducados… Pero dejemos arte, historia y hasta leyenda y gocemos con el entusiasmo místico y febril del pueblo que se apretuja en el insuficiente y bien cuidado Prado de amores divinos; ya apareció el primer lucero vespertino y es el momento de empezar a sentir el hondo escalofrío del creyente; las campanas no dejaron de voltear desde mediada la tarde y ahora, junto a ellas, estallan los innúmeros cohetes de una descarga; abajo el incienso y la Marcha Real se mezclan al vocerío espontáneo de la chiquillería que vitorea; las bocas rezan y los ojos lloran, es que


“Las campanillas suenan
la Virgen sale,
la Patrona del Prado
ya está en la calle”.

Y en su carroza de triunfo pasa entre los hijos con el Otro en brazos.

…Triunfante recorrió el Prado y llega el retorno “a su casa”; vuelta al pueblo, nos da él postrer adiós y recibe en su cara, siempre risueña, las libaciones de miles de oraciones -¡purísimas abejas!-

Así acaba el día de esta Virgen que corta epidemias y da agua a los campos y oye a las mozas enamoradas y cura al enfermo; de esta garrida Moza que el día de la “Pandorga” recibe coplas, como las otras, en la reja de su camarín; de esta Reina que preside las casas y defiende los pechos; de esta Madre que goza con nuestras alegrías y enjuga nuestras lágrimas y recoge el último latir del corazón de sus hijos; a la que no olvida el ausente ni el presente; la que recibe el holocausto doloroso de las mujeres que, en trance supremo, prometieron seguir de rodillas, en la madrugada de este día, la carrera que llevará, al morir el sol, la otra Mujer, la compañera de todas. ¡La sangre de las rodillas destrozadas por la arena del paseo purifica el camino de la Virgen!

Si Ella es nuestra guía, nuestro orgullo… nuestra Madre, ¿Qué importa que esté mutilada? ¿Dejaríais de besar por que le faltasen los brazos el retrato de vuestra madre?

Ciudad Real cuerpo, trabaja, sufre, canta y progresa, lentamente si queréis, pero con firmeza y fe y por cada uno de sus hijos, lo mismo sobre el secano que en las mil facetas de la vida moderna; Ciudad Real alma, con arrebato sublime, no olvida su tradición de ciudad arraigadamente mariana y así la veis sufrir con “la  Dolorosa” de su Semana Santa poniendo su sentir en las saetas (dardos sutiles y punzantes como las espinas del Crucificado) y escala el cerro donde, bajo otra advocación, espera María que la lozanía de sus quereres salvajes y varoniles la pasean en andas en la mañana que sigue al domingo de Pentecostés. ¡Es de ver lo ufana que está entonces la Virgen de Alarcos en su trono silvestre de cantueso, retamas “candelicas” y margaritas que no parece sino que Ella las cuidó para este día! Entre aquellos toscos, curtidos y sudorosos hombres, ¡va la Virgen tan contenta cuando la obligan a mirar a los pueblecillos cernidos en el llano! A todo sobrepasa este día de la Morena del Prado, la mejor Hembra de la Mancha, que recibe requiebros, con frecuencia paganos, pero rebozados de tal entusiasmo que antes de llegar a su cara ya parecen oración y, no hay duda, así es porque su Hijo bendice complacido y Ella, maternal y divina, ríe y ríe…

Julián Alonso Rodríguez. Legión Católica, domingo 19 de agosto de 1928, página 4.


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